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- Steve - llame alargando la última vocal en un canturreo mientras tocaba una campanilla para el servicio. El rubio de seguro estaría preguntándose hasta la eternidad de donde la saque.

- ¿Qué deseas, Tony? - Steve era un amor, pero tenía sus límites y mi diversión era romper cada uno de esos límites.

No pude evitar soltar una risilla por lo bajo cuando entró por la puerta de mi habitación vestido con el smoking negro que le obligue a usar. Debía admitir que se venía muy bien, como en esas novelas coreanas que Janet miraba. Incluso llevaba el cabello peinado hace atrás con gomina y guantes blancos en las manos que sostenían una bandeja y una servilleta larga. Señale con uno de mis dedos mi boca abierta y con un sonido le di a entender que me debía alimentar.

- Acabó de traerte una docena de donas.

- Enfermo que come no muere, decía mi abuela que en paz descanse. Así que tráeme más - estaba recostado sobre la cama queen rodeado de almohadas de pluma que Steve recolecto de toda la casa, pase gran parte del día jugando con el PlayStation del salón de juegos que también trajo el rubio junto al televisor gigante que mi padre guardaba en su recámara.

Steve bufó por lo bajo y se resignó a cumplirme otro capricho más.

Minutos más tarde tenía una nueva caja de donas sobre la cama mientras trataba de pasar al siguiente nivel en el juego. De repente la consola se apagó.

- Hey, estaba jugando - luego me di cuenta que Steve la había desconectado.

- Es hora de hacer tus tareas y ponerte al día. Rhodey y Sam fueron tan amables como para traernos sus cuadernos así que párate - sentenció.

- Jódete, Rogers. Estoy enfermo - me crucé de brazos porque definitivamente no lo haría, ni si quiera lo necesitaba porque era un Stark, genio y millonario. Algo inesperado fue la reacción del rubio, quien cruzó el espacio que nos separaba solo para colocar su mano en mi frente provocando que me sonroje, tal vez la fiebre lo causo.

- Ya no tienes fiebre y estas tan sano que incluso puedes jugar, así que es hora de hacer los deberes - ahí iba de nuevo su postura de soldado sensual, ¿quién se negaría a ellos? No, no. No caeré.

***

- A ver de nuevo, si despejas X y ese resultado lo multiplicas por sí mismo y elevas a la potencia de Y. El valor de Z sería...

- ¿10? - no sabía si ahorcarlo o inyectarle alguna sustancia letal por las venas para que tenga una muere lenta y dolorosa, sería fascinante.

- Nunca en mi vida había conocido alguien tan inútil. De saber que tu venganza sería esta, nunca hubiera dejado que te quedes - me tire sobre el escritorio resignado, yo había terminado con mi tarea hace una hora e incluso me puse al día en los cuadernos, pero Steve se había estancado en las matemáticas y estaba sufriendo. Me apiade un poco de él y así fue como pasé otra hora más tratando de explicarle un problema.

- Lo siento Tony - agachó la mirada en real arrepentimiento - Siempre me costaron las matemáticas, pero me las arreglaba solo. Ahora que avanzaron un nuevo tema en mi ausencia le he perdido el hilo por completo. Oh Dios, tú estás enfermo y yo te tengo aquí en vez de estar en cama - tuve que detener su verborrea antes de que me comenzara un dolor de cabeza.

- Tranquilízate, te voy a ayudar - le aseguré con una extraña confianza que hasta pose mi mano sobre su hombro. Fue mi turno de sonrojarlo hasta las orejas.

Dos horas más tarde ya habíamos terminado con todo y me pareció bien invitarlo a jugar un rato conmigo. Jarvis ya había despertado y me riñó por torturar al joven Steve, como decidió nombrarlo, así que ya no tendría sentido que siguiera usando el traje o sirviéndome en mis caprichos. Pero la compañía me hacía bien, nunca había tenido otra persona en la casa por tantas horas, así que me aproveche un poco de su presencia para no volver a mi burbuja de soledad.

Soulmates | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora