Tamborileo con mi boli sobre la hoja en blanco, sin entender a qué se deben estos repentinos nervios que estoy sintiendo.
Bien, puede que sí sepa a que se deben: a la peste. O como todos le llaman, Asher Owens.
Soy plenamente consciente de que nuestro acercamiento de ayer en los vestuarios no puede volver a repetirse por nada del mundo, por el bien de mi salud mental. Que Asher esté cerca me perturba más de lo normal, y de una forma totalmente diferente que no acabo de entender. Y no sé qué pensar sobre ello.
Me tenso en mi sitio cuando lo veo entrar al salón. Camina moviéndose con un arrogante contoneo natural y una seguridad que solo él puede tener. Por supuesto, puede ser que sea un idiota egocéntrico, pero sabe que a donde sea que vaya destacará entre el resto sin siquiera intentarlo.
Y yo lo detesto por eso.
Al pasar por mi lado lo miro de reojo, esperando algún comentario o sonrisa petulante de su parte, pero Asher solo me ignora y se deja caer en el pupitre detrás del mío.
Frunzo el ceño desconcertada, pero no me permito pensar demasiado en eso. Lo que haga o deje de hacer él no debería interesarme, y si su impredecible mente decide que debe ignorarme bien, es mejor así.
El señor Watson se levanta de su escritorio y cierra la puerta justo después de que una chica entre apresuradamente. Desajusta el mal hecho nudo de su corbata azul marino y nos indica a todos que hagamos silencio antes de comenzar a hablar con voz clara.
—¿Quién de ustedes puede decirme en qué consistió la Revolución Francesa?
Algunos levantan la mano mientras que otros solo se limitan a resoplar con pesadez.
Intento con todas mis fuerzas enfocar mi completa atención en el profesor y a lo su clase se refiere. Minuto tras minuto, la clase llega a su fin, y me siento más que satisfecha conmigo misma al darme cuenta que logré mi objetivo.
—Antes de que salgan corriendo, tengo que decirles una cosa más —dice el señor Watson, atrayendo nuevamente nuestra atención —. Tendrán que hacer en equipo un informe sobre la Revolución Francesa, que contenga como mínimo diez páginas, y entregármelo dentro de dos semanas —ignorando las quejas de toda la clase, añade —. Podrán elegir con quién hacerlo, pero quiero que me lo digan ahora así puedo anotarlos.
Uno por uno, todos levantan sus manos al aire esperando que el profesor les dé la palabra, y cuando lo hace, dicen en voz alta el nombre de sus compañeros de trabajo.
—Samantha Hoffman.
—Brian Parker.
—Leonard Morris.
—Scarlett Highmore.
Volteo mi cabeza hacia quien ha dicho mi nombre tan rápido que temo haberme dañado el cuello. Asher desvía un segundo la mirada del señor Watson y me dedica una casi imperceptible sonrisa de lado.
—¿Qué? No —volteo nuevamente hacia el frente, y miro a mi profesor suplicante—. ¿No puedo hacerlo sola?
Él niega con la cabeza.
—Me temo que no, señorita Highmore.
—¿Y con alguien que no sea Asher?
Observa la lista que tiene entre sus manos. Por favor, que haya alguien más. Tiene que haber alguien más.
—Todos ya están en grupo. El único disponible es el señor Owens.
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Perfecto Caos © (PAUSADA)
Teen Fiction¿Qué harías si el atractivo -pero insoportable- hijo de los amigos de tu padre regresara a tu vida luego de cinco años? ¿Y si te dijera que es un chico arrogante, provocador, pero condenadamente guapo? ¿Y si solo bastara una mirada de esos salvajes...