Prólogo

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Tiro del brazo de Lexi por el oscuro pasillo abriéndome paso entre la gente a trompicones hasta llegar a la puerta que da al jardín, donde el aire es más fresco y no hay tanta gente como aquí dentro.

Dios mío, qué calor.

La casa está a más no poder de personas a las que desconozco totalmente, que bailan, beben y se enrollan por todos los rincones que encuentran. Debo admitir que eso me incomodaba un poco al principio, pero luego de beber mi tercer vaso de cerveza dejó de importarme. Aunque aún no estoy ebria, gracias a mi tolerancia al alcohol, conseguí relajarme lo suficiente como para ignorar el hecho de que podríamos morir aplastadas aquí.

Al lograr salir al exterior, el aire fresco choca con nuestros rostros. El jardín es bastante espacioso, y a pesar de que todavía nos rodea mucha gente, podemos movernos más libremente que en el salón principal y la cocina. Lexi levanta los brazos hacia el cielo nocturno y los mueve de  un lado al otro.

—¡Libertad!— chilla mi mejor amiga arrastrando la palabra y con una sonrisa boba dibujada en sus labios, llamando la atención de algunos chicos alrededor. Ella, a diferencia de mí, sí bebió más de la cuenta.

—Por fin, me estaba asfixiando ahí dentro.—digo, abanicándome la cara con la mano. Puedo sentir una leve capa de sudor en mi cuello, de modo que llevo mis manos hacia mi cabello y lo aparto de mi nuca, poniéndolo a un lado.

La castaña baja los brazos, colocando sus manos en mis mejillas, y acerca nuestros rostros de forma en la que parece que fuera a besarme, sin borrar la sonrisa de su cara.

—¿Ya te dije que te quiero?—pregunta con dificultad.

Se me sale una risita divertida y le sujeto ambas muñecas. Sólo en lo que va de esta noche ya me lo ha dicho como cinco veces. Al parecer, una Lexi borracha es una Lexi cariñosa.

Asiento con la cabeza.

—Si, pero no está mal volver a oírlo.

Se suelta de mi agarre y me besa la mejilla.

—¡Bailemos, Scar!

Mueve la cadera torpemente, siguiendo el ritmo de la canción que suena por los parlantes de la casa, que aquí fuera se escucha un tanto amortiguada. No dudo en acompañarla en su rara danza, moviendo mi cuerpo de un lado al otro junto al de ella y riendo sin parar. Sólo dejándonos llevar y disfrutando el momento. Es nuestra última fiesta antes de que termine el verano y  la verdad es que solo quiero divertirme.

O al menos hasta que escucho el grito proveniente de un chico rubio que sale precipitadamente por la puerta, echando todos mis planes de diversión a la basura.

—¡La policía!

Oh, no. Se forma el caos.

Todos empiezan a correr, empujándose entre sí para huir. Bastantes de los que estamos aquí somos menores de edad y tenemos prohibido beber hasta tener veintiuno, por lo que tranquilamente pueden detenernos si así lo desean. Por supuesto, ni a Lexi ni a mí se nos ocurrió que escaparnos de casa para ir a una fiesta traería como consecuencia ser arrestadas por infringir la ley. Y que mi mejor amiga esté como una cuba no mejora la situación. Vaya suerte la nuestra.

Lexi también nota el alboroto.

—¿Qué pasa?¿Ya no quieren bailar?—pregunta realmente confundida con el ceño fruncido.

Ignorando su pregunta, porque contestarla solo nos demoraría más, busco con mis ojos una posible ruta de escape. Las salidas están abarrotadas de gente, así que ni de coña lograremos escabullirnos por ahí a tiempo. Visualizo a un grupo de chicos que corren hacia una pared que se encuentra al fondo del jardín y me quedo observándolos solo por curiosidad, ya que no tengo ni idea como es que piensan escapar por ahí. Uno a uno, los muchachos la atraviesan saltando sobre ella.

Perfecto Caos © (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora