CAPÍTULO 33

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JULIA

Después de dos maravillosas semanas alejada de Los Ángeles, toca volver a la triste realidad: el lunes vuelven a comenzar las clases y mis ganas por volver al instituto eran nulas.

Espero a que mi tía abra la puerta mientras el brazo se me duerme por el peso de la maleta. Maldita la hora en la que cogí una maleta vieja.

Dejo las cosas en la entrada y observo alrededor oyendo un silencio absoluto.

—¿No está Marta? — pregunta mi tía moviéndose por el pasillo —¡Marta!

—¡Un momento! — se escucha en el piso de arriba.

—Voy a ponerme cómoda y voy a mirar qué tenemos para cenar — se acerca hasta mí quitándose el abrigo —¿Puedes dejar las maletas en las habitaciones? — asiento tirando de dos de ellas —Echa a lavar todo lo que tengas, pondré una lavadora.

—Relájate — sonrío —La vuelta de vacaciones siempre te estresa.

—Mucho, ya lo sabes — acaricia mi cabello dejando un beso en mi frente antes de subir las escaleras.

Después de dejar las maletas de mis tíos en la habitación principal, me dirijo a la mía y me quedo parada observando horrorizada todo el desorden que hay alrededor: la cama está deshecha, mi escritorio tiene un cenicero con varios cigarrillos y paquetes de tabaco acompañados por latas de cerveza vacías.

—No me lo puedo creer — subo la persiana de un tirón y me giro bruscamente cuando escucho pisadas justo detrás de mí —¿Qué es esto Marta?

—¿Te vas dos semanas y no recuerdas tu propia habitación?

—Muy graciosa — le quito el cigarro de la mano cuando se dispone a encenderlo —Esto, lo haces fuera o en tu habitación. ¿Quién te da derecho a estar aquí?

—Es mi casa.

—Es la de tus padres — cojo el cenicero y se lo pongo en el pecho —Ahora, recoge todo esto y fuera de mi habitación.

Levanta las manos y colabora conmigo para limpiar la habitación. Coge la papelera que hay en una esquina, justo al lado de la cómoda y comienza a tirar las latas de cerveza.

—¿Te has hecho algo en el pelo?

—Solo me he puesto un par de extensiones — me acerco a la cama y tiro de las sábanas —¿Qué has hecho en mi cama? ¿Dormir o pelearte con ellas?

—Un poco de las dos cosas. En la segunda opción no estaba sola — la fulmino con la mirada quitando con cierto asco de ellas —Vamos, no te enfades. Tenía invitados y les dejé mi habitación.

—¿Y eso te da derecho a hacer lo que te de la gana en la mía? ¿Quién era el chico? ¿O era más de uno? — su sonrisa se ensancha a medida que se acerca a mí.

—Era uno y no sabes lo bien que lo hace... — dejo caer las sábanas al suelo —Su nombre es Carlos, aunque ya debe sonarte, ¿verdad? — se da la vuelta tras echarme una divertida mirada y desaparece de la habitación.

Me quedo inmóvil durante unos segundos antes de rodar los ojos y recordarme a mí misma que Carlos nunca estaría con ella de nuevo porque está demasiado ocupado mirando por su futuro.

Cojo la almohada cuando cae algo al suelo, sobre mis pies. Me agacho para coger el sobre blanco en mi mano, le doy la vuelta leyendo el nombre que hay escrito en el:

Marta.

Frunzo el ceño y miro hacia la puerta. Sé que no debería mirar en cosas ajenas, pero en cierto modo, estaba sobre mi cama. Eso me da algo de derecho, ¿no? Doy pequeños pasos hasta la puerta y la cierro con cuidado. Apoyo la espalda en la fría madera y levanto la solapa del sobre blanco ya abierto y arrugado en cada extremo.

LA REPUESTA//JULRIGHTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora