Consigna: la noche de la gran tormenta.
Mauri:
LA NOCHE DE LA GRAN TORMENTA:El abuelo estacionaba el auto como podía entre la otra docena de autos de la familia al frente de la quinta. Su madre endulzaba el Jabalí con la tía Carmen, su padrastro aún se estaba bañando y sus hermanos holgazaneaban, tirando canicas y monedas al aire para ver quien tenía mejores reflejos. Todos adentro, disfrutando en el calor del hogar y el reencuentro después de tanto.
Pero él estaba exiliado. El más chico de un total de seis, y el más exigido de todos. Raulito, el lavaplatos, infla neumáticos, tapa parches, reemplaza cañerías, lava ropa, el TODO. Mientras que cualquiera de sus hermanos era el ‘X’ nada. Hoy le había tocado esperar a que la ropa se secara, con los últimos segundos de humedad que se supone que hacían el trabajo antes que las negras y revoltosas nubes allá arriba empezaran a escupir su furia contra el suelo. Con la costumbre casi que aprendió a predecir cuanto faltaba para la lluvia. Con tantas luces entre cada nube y uno que otro ruido aventuró a calcular unos veinte minutos.
Bajó la vista a la única ventana abierta de la cocina, podía ver a un cuarto de la familia saludando a los abuelos. Agitó la mano desde la oscuridad ahí fuera pero, como esperaba, ninguno de los dos siquiera los distinguió. Bufando empezó a tironear de cada prenda de ropa que colgaba de las cuerdas en el aire. Una por una, los broches saltaban en el aire y caían silenciosos. Cuando conformó la montaña de ropa de siempre rodeó la casa para entrar por el frente.
Hoy pensaba en algo distinto. Abrió la puerta con una patada como siempre, la cerró con el talón e hizo malabares para ponerle llave y metérsela en el bolsillo. Subió al primer piso para adivinar de quien era qué, arrancó con el hermano más chico y fue uno por uno disminuyendo la montaña de ropa semanal hasta que llegó a la habitación de sus padres. Cerró la puerta y tras ella lo encontró. El doble cañón que su padre usaba para trabar la puerta del patio que siempre se zafaba en los días de mucha tormenta. Sonrió al escuchar subir a su madre, la vio entrar y él se fue a doblar su ropa.Casi todas las tareas estaban hechas. Ventanas cerradas y trabadas, todo cerrojo despojado de su llave, el protocolo de tormentas acatado a rajatabla. Bajó por las escaleras con una pierna fría por la caricia del doble cañón por debajo del pantalón pijama, en su bolsillo izquierdo tintineaban las llaves y en el derecho sonaba como el plástico y apestaba a pólvora.
Pasaría por desapercibido otra vez aún dentro de la cocina. Usó una de las escobas para trabar la puerta zafada, con eso bastaría. Se acercó a la ventana que había visto abierta antes, la cerró y trabó y volvió a ver la noche de tormenta ahí fuera. Sonrió a la oscuridad nocturna y volvió a calcular “veinte minutos.”
La noche de la gran tormenta y de doble premio. Una alimentaría la sequía de semanas, el viento se llevaría plantas nuevas y desacomodaría los árboles viejos. Y la otra sería interna, acorralando con un protocolo. Raulito seguiría pasando bajo el radar únicamente para llegar al depósito que estaba al lado del horno de cemento para guardar la reliquia de su padre en un hermoso cajón de madera refinada junto a los últimos perdigones y saldría únicamente para recibir entre aplausos el feliz cumpleaños.Flor:
LA NIÑA:Sofía era una niña muy buena, tenía apenas seis años cuando sucedió, jamás desobedecía a sus padres, y a pesar de su edad parecía aun más pequeña, su forma de hablar y de comportarse era mucho más infantil de lo esperable y su sumisión y obediencia la volvían la hija perfecta. Sus padres siempre fueron muy amorosos con ella, aunque la mayor parte del tiempo la dejaban sola, le decían que debían ganar dinero para que ella fuera feliz, no entendía eso, a ella le gustaba más cuando se encontraban con ella.
La única regla de sus padres era que jamás abriera la puerta del sótano porque era peligroso, ella jamás les llevaría la contraria.
El lugar donde vivía era pequeño y húmedo, apenas tenía divisiones, casi que no había paredes, tenían pocos muebles y sin decoraciones, una mesita en el fondo con tres sillas, unas improvisadas camas, un armario con mucha ropa y un cuarto de baño muy muy pequeño. Pero la niña era feliz, jugaba cualquier cosa que se le ocurriera en el momento y hablaba mucho tiempo sola, anhelaba compañía pero estaba acostumbrada a la soledad. Sofía amaba ver a sus padres felices y ellos también extrañaban la compañía, por eso le agradaba que sus amigos los visitaran a menudo, su madre la vestía muy bien en esas ocasiones, le ponía los mejores vestidos y lazos en él pelo; todos sus amigos eran hombres muy altos y bien vestidos, algunos más descuidados, unos más agradables que otros, Sofía no recordaba bien sus rostros, todos parecían iguales, algunos venían con más frecuencia, eran los mejores amigos de sus padres, le traían caramelos y jugaban con ella, la sentaban en sus piernas y la arropaban para dormir, simples cosas que muchas veces sus padres no podían hacer, estaban demasiado ocupados en sus cosas.
La noche de la gran tormenta llegó solamente un invitado, ella no esperaba a nadie ese día, los amigos de sus padres no solían ir en climas como ese; a la niña le llamó la atención ese hombre porque era extraordinariamente grande y su voz retumbaba en toda la habitación, sus padres se lo presentaron y le dijeron que era un viejo amigo, aunque no pudo recordar su nombre, para ella era “el hombre grande” y no le agradaba en absoluto. Esa noche se sentaron a comer y los adultos hablaron mientras ella jugaba con su plato, hasta que su padre recibió un llamado y le pidieron a su invitado que cuidara de su hija, era una emergencia. El hombre grande la miraba, tomaba su mano y la acercaba a él, pasaba sus dedos enormes por sus pequeños brazos, sus manos eran ásperas y su cabello era grasoso; con dos pasos la arrastró a la cama y tomó uno de sus juguetes, le sonreía con esa asquerosa sonrisa que jamás olvidaría, achicaba los ojos mientras ella miraba como sus peluches recorrían a saltos el cuerpo del hombre, él quería que la niña imitara eso con sus manos, la tomó de las muñecas haciendo que se inclinara y posó sus manitas dentro de su camisa, con una mano aflojó su ropa y la guío hacía otras zonas. Sofía tenía miedo porque aquello no le agradaba y el hombre la tenía muy fuerte, pronto se aburrió y su sonrisa cambió, tomó a la niña y la acostó, hizo que tomara su pelo con las manos mientras se acercaba a ella, ella quería arrancárselos con cada oleada de repulsión pero no tenía fuerza en sus dedos, enseguida terminó y se puso encima de la niña, sabía que era malo pero gritar no le salía, se quedó mirando el techo fijamente mientras pequeñas lágrimas caían por sus mejillas y con cada impulso tomaba aire y apretaba los dientes con todas sus fuerzas.
La noche terminó y el hombre grande se fue por donde había llegado, jamás supo cual había sido la emergencia de sus padres, tampoco les dijo lo que había pasado, no quería molestarlos. Desde ese día Sofía empezó a amar las noches de tormenta, esas noches no había invitados, no volvió a ver al hombre grande ni siquiera en esos días, se quedaba en la cama escuchando las gotas de lluvia golpear contra el pavimento y se sentía aliviada, no quería ver a ningún amigo de sus padres, ahora entendía que querían todos ellos y no le gustaba.
Entonces algo sucedió, escuchó detrás de la puerta que sus padres hablaban, la policía había llegado a la casa del hombre grande y se lo habían llevado. A partir de entonces los invitados eran cada vez menos, pasaba más tiempo que no los veía, y sus padres discutían todos los días, cada vez los veía menos y cuando los veía siempre estaban de mal humor, ya casi no tenían amigos.
Pasó un mes y pronto su madre dejó de llegar a casa, su padre le dijo que no tenían dinero así que debían trabajar más. La primer noche cenaron juntos y a la hora de acostarse su padre se quedó con ella, nunca antes lo había hecho, se puso detrás de ella rodeándola con sus manos, pasó sus manos por sus piernas, subió con ellas por debajo de su remera y la presionó hacia sí, la niña intentó quedarse dormida rápidamente apretando con fuerza sus ojos. Las noches que siguieron fueron la misma historia, hasta que un día le dijo que extrañaba a sus amigos y que los invitaría a quedarse, antes de irse con el auto le repitió la advertencia de siempre:
—No abras la puerta del sótano.
Sofía escuchó el auto alejarse de la casa y el pánico la dominó, jamás desobedecía a sus padres pero el terror que la invadía le impedía pensar con claridad, así que tomó coraje y abrió la puerta del sótano.La policía llegó esa noche y encontró a la niña sola, hablaron con ella y lo que escuchaban los dejó atónitos, esperaban encontrar otra cosa esa noche pero en vez de eso iniciaron la búsqueda de dos fugitivos. Esos últimos meses habían arrestado a tres pedófilos por distribución de pornografía infantil pero aquello iba más allá, ahora podían atar cabos, esas personas habían sido clientes de los padres de la niña, estaban vendiendo a su hija a una especie de secta de pederastas, cuando su clientela bajó debido al miedo a ser delatados, la pareja flaqueó y la madre salió a hacer su trabajo, en nada les sorprendió que fuera prostituta y menos les sorprendió que sus expedientes señalaran algunos arrestos en el pasado, involucrados en ese ambiente, todo antes de instalarse en aquel lujoso barrio, se dieron cuenta que los niños dejan más dinero.
Los periódicos a la mañana siguiente se llenaron del mismo titular:
“Pareja encierra a su hija de seis años en un sótano toda su vida y la venden cada noche a diferentes hombres, la niña declara tener prohibida la salida y vivir en una situación de lo más precaria”

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Torneo de escritores
Losowe*Se enfrentarán uno contra uno de acuerdo al sorteo* *Se dará un tema, concepto o palabras sobre lo que escribirán* *los contrincantes tendrán de 2 a 3 dias para terminar los relatos* *los demas integrantes del grupo votarán por el relato que mejor...