XV

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"El medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices." 

Oscar Wilde.

***



En las bancas alrededor de la pista de carrera, los gritos acompañaban los aplausos y uno que otro silbato que iba marcando tiempos a los pequeños corredores ya empapados de sudor por las vueltas que estaban dando, mirando con mucha ilusión la bandera que se levantó para indicar que era la última vuelta del circuito. Damian apretó sus dientes, concentrándose en no respirar mal para correr con todas sus fuerzas, esa carrera iba a hacer suya a cualquier precio. El orgullo Wayne estaba de por medio. Sintiendo como el sudor corrían por su espalda mientras aceleraba en la última curva de la pista, gruñó moviendo sus brazos tal como se lo había indicado el profesor de educación física y así ayudarse a acelerar, viendo de reojo como pasaba a sus demás compañeros que hicieron un esfuerzo similar, nadie quería perder.

Los gritos aumentaron cuando tres de ellos fueron los que se perfilaron como ganadores de la carrera, casi corriendo a la par. A Damian le pareció escuchar su apellido ser vitoreado, más no le prestó mucha atención porque los últimos metros fueron cruciales. Irguiendo su espalda, aceleró un poco más con cierto dolor en sus muslos que ignoró, viendo la banda que rompió al cruzar en primer lugar entre aplausos y silbatazos que marcaron el fin de la competencia. El pequeño corrió desacelerando hasta detenerse para tomar aire entre pesados jadeos, viendo a sus otros dos compañeros hacer lo mismo con un rostro de decepción por haber perdido. Siempre honra a quienes pelean contigo como igual, le había dicho su padre. Damian se irguió para ofrecerles una mano que estrechar y una felicitación por la carrera que fue bien recibido, escuchando por su parte las felicitaciones correspondientes.

—¡A las duchas! —ordenó el profesor— Bien hecho, Wayne.

Con una sonrisa de campeón, Damian fue con el resto de sus compañeritos a las duchas para asearse y cambiarse. Terminadas las competencias tenían el día libre, había pensado en pasar con Jon para ir a comprar un helado. Camisetas y shorts fueron apilándose conforme todos iban pasando a las regaderas aun con la emoción de la competencia en sus venas, riendo o haciendo bromas.

—¡Hey, Wayne! —uno de sus compañeros le llamó— ¿Es cierto que tu hermano mayor es un marica?

La magia del momento se desvaneció en cuanto escuchó aquellas palabras ponzoñosas que no iba a dejar pasar y menos tratándose de Dick. Se hizo un silencio pesado en las duchas, con todas las miradas esperando por su reacción. El niño se giró al impertinente con puños apretados y mentón en alto, caminando hacia él hasta quedar frente a frente, ambos de la misma estatura.

—Sí, y se coge a tu padre.

—¡UUUHHHHH!

—¡Maldito infeliz!

La medalla de plástico que hubiera ganado por la carrera se la quitaron por haberle roto la nariz al insolente que había dicho esas cosas de su hermano. Alfred llegó para escuchar lo que el director tenía que opinar al respecto, luego de escuchar los acalorados alegatos de uno y de otro. Damian había salido ileso porque teniendo un hermano versado en peleas callejeras como era Timothy, estuvo mejor preparado que un niño mimado como aquel idiota que solamente había querido molestarle por haber perdido la carrera que él había ganado limpiamente. No le extrañó que el mayordomo se pusiera de su lado, señalando las faltas de los prefectos al no comprender cómo un comentario tan dañino como el de aquel compañero suyo tenía bien merecido el puñetazo que le propinó junto con una buena patada que lo lanzó contra la pared. Tal vez lo último fue muy exagerado, pero Damian no se pudo contener. Era el nombre de Dick el que estaba en entredicho.

Quédate a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora