Capítulo Diez

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--------- Flash back ---------

Salón imperial... volvió a leer la invitación que tenía en sus manos y miró el anunció en la puerta. Si, aquí es el salón imperial, dijo para sí. Llevaba media hora dando vueltas por las instalaciones del exclusivo hotel y hasta ahora encontraba el lugar del evento.

El vestido largo caía como la seda sobre su cuerpo. No era un color que normalmente usara, al contrario, prefería colores fríos, pero en un impulso y gracias a los consejos de Camila, había elegido ese vestido color verde jade. Hacía juego con sus ojos, o por lo menos eso le dijo su amiga para terminar de convencerla.

Ahora no parecía muy satisfecha con la elección. Sentía las miradas puestas en ella, pero no estaba segura de que eso se atribuyera al vestido. Había llegado con retraso, y aparentemente era de las últimas en aparecer, pero por más que pidió ayuda a los trabajadores del hotel para dar con el salón, todos parecían ocupados con el congreso. La mitad de las salas estaban atiborradas de estudiantes exponiendo sus investigaciones, la otra mitad seria usada para eventos y conferencias. Una de esas salas era la destinada al magno evento del congreso, una cena de gala entre analistas, inversionistas e investigadores.

Ella había sido requerida por el mismísimo rector de la universidad. Era una de las pocas involucradas por parte de la institución en el proyecto de colaboración internacional más importante del año.

Justo cuando ingresó, la voz de Marco Ramírez, su jefe directo, resonó en el lugar. Su voz, aunque hablaba de temas científicos, sonó a reproche y ella entendió que estaba molesto por su tardanza, lo vio en sus ojos.

Intentó ingresar en el mayor silencio posible, pero cuando sus pies reaccionaron, los de alguien más pisaron su vestido y la hicieron perder el equilibrio.

- Buenas noches señorita, podría indicarme dónde es el salón imperial... - dijo él tomándola de la cintura y a modo de susurro. A ella le entraron unas ganas inmensas de matarlo.

Los ojos de Marco se posaron en ambos y con un movimiento de cabeza les pidió que tomaran asiento. Los lugares ya habían sido asignados y para evitar buscarlos, se sentaron en los primeros que encontraron vacíos. Eso fue al final del salón, en una mesa completamente solitaria.

María tenía las mejillas sonrojadas. Había quedado en ridículo por culpa de su impuntualidad y por culpa del hombre que tenía al lado.

-No me respondiste...

-¿Perdón? – dijo ella sin prestar mucha atención.

-¿Este es el salón imperial?

-Creo que ya se dio cuenta de que si – él soltó una pequeña risa y ella por fin lo miró. Admiró a detalle su rostro. Era el hombre más atractivo que había visto en su vida, y sonriendo travieso, le pareció aún más intrigante. Pero lejos de doblegarse por su físico, le molestó aún más que semejante hombre la hubiera hecho pasar la mayor vergüenza de su vida.

-¿Siempre eres así de seria? – ella lo miró con ojos asesinos y volvió su mirada hacia el frente.

-Estamos en un evento muy importante, no vine aquí a sonreír o hacer platica sólo porque un imbécil me lo pide.

Esteban soltó una carcajada y las miradas volvieron a volcarse en ellos. Él intentó contenerse, la mujer que estaba sentada a su lado definitivamente lo quería matar. La observó intentar ponerse de pie y la tomó del brazo para volver a colocarla en su lugar.

-Perdón, eso ha estado fuera de lugar – dijo con un claro brillo en los ojos – pero tú tuviste la culpa.

-En primer lugar – comenzó a decir molesta, pero en voz baja, apenas perceptible para él – no le he permitido que me tutee – él abrió los ojos ampliamente – y, en segundo lugar, le pido encarecidamente que deje de hablar conmigo, limítese a observar el evento, cuando termine el acto protocolario me pondré de pie y me iré lo más lejos de usted.

Una Vida AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora