21. Atrapado.

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Narra Seb.

Desayunamos, como cualquier día, no extrañaba ir al restaurante teniendo a mi oso de compañía conmigo todos los días.

Aunque, empezaba a preguntarme muchas cosas.

«¿Qué pasará cuando se acaben mis vacaciones?»

No sabía si iba a regresar a mi monótona vida, no quería irme, pero tenía una responsabilidad y no creo que a Raúl le gustara mucho la idea de dejar las montañas e ir a la ciudad, eran muchos aspectos a tomar en cuenta.

Por poco me arruino el desayuno.

Le di un sorbo al café, tan rico como siempre.

—Raúl no quiero estar encerrado todo el día —me quejé.
—Pero no puedes salir, o hacer esfuerzo, órdenes del doctor —dijo Raúl.
—Y entonces, ¿Qué haré aquí? —pregunté.

Raúl se puso pensativo un buen rato.

Entonces su radio sonó y el se levantó rápido a por ella y contestó.

—Aquí Raúl, ¿Qué pasa? —preguntó.

Lo miré escuchando atentamente la radio y luego voltearme a ver.

—Sí pero... —dijo y al parecer fue interrumpido por quién fuera le hablara del otro lado.

Está vez se formó una cara de disgusto momentáneo.

—Esta bien, iré para allá —dijo más resignado que con ganas.

El oso caminó a las escaleras.

—¿Raúl? —pregunté.

Pareció que Raúl me ignoró y subió por las escaleras, minutos después bajó ya con su uniforme de guardabosques.

—Perdón Seb, pero al parecer a una de las lanchas del lago se le averió el motor, soy el único que sabe de estas cosas aquí en el campamento y me necesitan —se acercó a mí— te juro que volveré lo más pronto que pueda.
—E-entiendo —dije.

Raúl me dió un beso con una sonrisa y se acercó a la puerta.

—¡Espera! —dije.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Cuando regreses, ¿podrías llevarme a la biblioteca?, Hay un libro que me llamó mucho la atención, la estantería está escondida, pero el libro es fácil de reconocer —dije.
—¿Cómo es? —preguntò.
—Creo que no tiene nombre, pero es color carmesí —dije recordando.
—Está bien, cuando vuelva iremos por ese libro —dijo.

Le sonreí y me paré a abrazarlo.

—Cuídate mucho, ¿Vale? —me dijo.
—Sí, sí, no te preocupes por mí, estaré bien —dije.

El oso hizo una sonrisa y beso mi frente.

Me soltó y se despidió con la mano, yo lo miré abrir la puerta y alejarse en el paisaje, ahora que solíamos estar más unidos que nunca, se me hacía algo raro el verlo partir de esa manera, me provocaba un poco de tristeza.

Suspiré y miré el comedor, me puse a recoger y a lavar cuanto había usado, al menos tenía en qué entretenerme, momentáneamente.

Hice todo cuanto pude y miré mi rodilla.

—Qué torpe soy —maldecí.

Me senté un momento en el sillón, comenzaba a desesperarme un poco, me levanté y subí por las escaleras, fui a la habitación y arreglé la cama, aproveché y me vestí, salí de la habitación y fui al balcón, el tiempo sin hacer nada se me hacía eterno, pero me gustaba mirar el paisaje y sentir el viento en mi cara.

Mountains (Furry/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora