Apartado 2: "las demandas de la nieve"
Nevada. Tres días después.
Fuera, la nieve, blanca como ninguna, caía sin piedad sobre el pueblo. Ni un alma se veía entre los bazares, ahora cerrados, del pueblo, las chimeneas con grandes troncos de madera mantenían caliente a los aldeanos en sus casa humildes.
Se escuchó un grito a lo lejos, y Louis no se movió ni un ápice.
—No puedo terminar de creer que haya intentado poner a mi comandante en jefe en mi contra. —la voz de Louis nunca dejaba de ser melodiosa, aún cuando estaba bastante colérico desde hace un par de horas.
El sol se había puesto hacía pocos momentos y ese fue la señal para su verdugo de degollar a Laurent, su ex consejero real, acusado de traición hacia su Rey.
Liam Payne, un Alfa de buen porte y buena actitud, logró adjudicarse el puesto de comandante en jefe hacía ya dos años, después de haber pasado 8 años entrenando y siendo parte del ejército real, conformado exclusivamente por Alfas. Liam había demostrado lealtad hacia la corona e incluso fue capaz de casi dar su vida en una ocasión para proteger al antiguo Rey Martis, por esa razón es que Louis no dudó ni un segundo de él cuando se acercó, nervioso y sudoroso, para decirle que su consejero real estaba reclutando Alfas para tomar el poder que antes les pertenecía, argumentando que la fuerza que ellos poseían era mucho más relevante que el poder de concebir que los Omegas poseen. Louis lo mandó a degollar aún cuando Laurent le suplicó por piedad, acercándose para poder besar sus pies, el príncipe Omega sólo lo pateó lejos tragándose toda la tristeza que le ocasionaba el ser herido por alguien en quien confió.
—Nadie lo vio venir, señor. —Liam se mostraba apacible, en realidad, sólo en la batalla mostraba un lado de él que nadie más creía que podría tener.
—No puedo meter las manos al fuego por nadie en este bendito castillo, Payne. Necesito estabilidad en mi gabinete o todo este delicado equilibrio se va a ir a la mismísima mierda.
Louis intentó pensar, pero su mente daba muchas vueltas y sus tripas le pedían un descanso. Reunió aire en sus pulmones y luego se acercó a Liam, mirándolo hacia arriba sin pudor. Tocó su brazo con delicadeza mientras lo apretaba con suaves dedos.
—Creo que hasta ahora... tendré que confiar en ti, Payne. No me has dado razones, ni por más minúsculas, de tenerte entre mis cejas. —su mano subió hasta el codo de este y apretó.
Liam, imperturbable y con la mirada fija asintió y Louis sonrió un poco, soltando su brazo. Sabía que Liam Payne se ganó ese puesto porque su falta a la ética era nula y eso lo incluía a él.
—Puedes retirarte, Payne. Gracias por todo lo que has hecho por mi hoy, salúdame a Naomi y vengan mañana a desayunar conmigo y mi madre en la mesa.
—Se lo agradezco, señor. Si me disculpa.
El halo de Liam quedó en el cuarto tenuemente iluminado aún después de irse hace un momento, Louis se sentó en el borde del escritorio donde revisaba sus planos geográficos y se permitió suspirar. Todo en él pesaba, pero no tenía ganas de un baño floral, sólo quería que esa sensación de hostigamiento se fuera de su sistema, sólo quería un torbellino que se llevara todo.
La puerta crujió cuando Harry entró, tan alto y erguido como siempre, en sus manos grandes una chaqueta de cuero que le pertenecía al príncipe Louis.
—Mi señor, es tarde y hace frío. Le ruego que me acompañe a sus aposentos.
Louis levantó la mirada y sólo permaneció allí, sin un movimiento en su cuerpo mas que el de los delicados espasmos por el frío. Harry intentaba no reaccionar ante el ambiente cargado y denso de su alrededor, pero las palabras sólo fluyeron.
—Huele a Alfa.
Entonces Louis sonrió.
—Es porque aquí estuvo un Alfa, Harold.
No sabía qué pensar cuando sus instintos le gritaban que gruñera para marcar lo que fuese suyo, sin embargo, sólo se enderezó aun sin necesidad y aclaró su garganta.
—¿Quién estuvo aquí contigo?
Es ahí donde el soberano se irguió, quitando de las manos del Alfa la chaqueta para tirarla lejos, mirándolo inquisitivo. Las preguntas inundando el cuarto y las velas apagándose con lentitud a su alrededor.
—¿Estás cuestionándome a mi? ¿Tu soberano?
Los ojos de Harry parecían grandes y muy abiertos con esa luz, pero no estaban más sorprendidos ni más desafiantes, eran los mismos ojos que lo miraban todos los días, eran aquellos jade que lo cuidaban cuando algo andaba mal y lo desnudaban al segundo siguiente.
—¿Acaso fue uno de tus pretendientes?
Louis frunció el ceño visiblemente y en un movimiento rápido tomó las mejillas del Alfa con una mano, obligándolo a acercarse a su mismo rostro, respirando notablemente.
—¿Me crees así de ramera para que el primer Alfa que me de un diamante me folle en mi propio estudio? —lo soltó, el Alfa se sintió desestabilizar por un momento, cuando Louis se sujetó nuevamente del escritorio. —Es más, ¿no debería ser mi decisión la de elegir al Alfa que me anude cuándo y cómo yo quiera? Después de todo... tú no me has mordido en todos estos años.
—Louis... conoces perfectamente...
—Sí, maldición, conozco las malditas reglas. Pero tú eres un Alfa insensato que no quiere subyugar ante la idea de que soy su Omega.
Manos grandes tomaron aquella delicada cintura, al son de que el Omega subió las suyas propias para colocarlas delicadas sobre sus mejillas, exhalando un jadeo ante el movimiento certero, fuerte y rápido del acople, miró esos ojos verdes en frente de él y tembló.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Me deje degollar por la Corte que me acusan de aprovecharse del príncipe Omega?
—Quiero que pongas tus bebés en mi y a la mierda la Corte.
Louis jadeó nuevamente, esta vez más alto cuando su pecho tocó la superficie plana. Sus palmas tantearon bordes a lo que aferrarse cuando sintió que la respiración del Alfa se hizo más pesada conforme las ropas se movían. Todo pensamiento evaporándose de su mente.
Sólo tres velas titilaban cuando Louis gimió.
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Ember of Villefranche ; l.s
FanfictionSu cabeza se estiró y se posicionó en el arco que formaba su cuello, mientras todo su cuerpo ardiente se movía en su contra, ocasionando que su miembro se levantase y rozara las preciosas y llenas nalgas del soberano, dejando salir de sus labios sua...