Ember of Villefranche ; l.s

4.

Apartado 4: "la muerte y la doncella"






Aguanieve. Las horas siguientes.

Louis dejó salir un suspiro cuando miró a Stefan, entre la nieve el Alfa hasta parecía inofensivo, pero durante el almuerzo estudió todos sus movimientos, sus andares y conversaciones. No era igual a todos los Alfas que habían venido por su mano, había algo en él que resultaba muy inquietante y Louis quería entender qué era.

Tenía una actitud apática con los sirvientes y la demás gente, trataba demasiado fuerte de encajar y ser entendido, se jactaba de su posición aún cuando Louis tenía un rango muchísimo más alto, y hablaba demasiado fuerte.

Louis quería echarlo de inmediato.

Sin embargo, sus hombres se habían instalado como para quedarse más tiempo y eso a él le perturbaba.

Parecía que todos estaban seguros de que iban a quedarse. Se podía sentir en el ambiente.

—Creo que no han sabido aprovechar la belleza que tiene para ofrecer este bello reino. La nieve... opaca demasiado las atracciones que puede conllevar para los otros tres reinos.

—Lo que haga o no con nuestra preciosa nieve no es asunto suyo, señor Salvetore.

Él sonrió socarrón, antes de que Louis se levantara.

—¿Ya se aburrió de mí, su Alteza?

—La verdad...

—¿Va a llamar a su fiel esclavo para que lo pueda salvar de esta situación?

Algo en la mente de Louis hizo click cuando lo miró, mordiendo su mejilla interna pestañeó.

—¿Usted cree, señor Salvetore, que los Omega debemos ser damiselas en peligro? Conteste con sinceridad, por favor.

La risa que emanó Stefan fue bastante más oscura de lo que Louis le hubiese gustado admitir.

—Son la raza más delicada y un placer visual, su Majestad, merecen todo el respeto del mundo por eso.

—¿Por ser el placer visual de los Alfas? —en realidad no quiso sonar tan tajante cuando dijo aquello, quería sonar por completo frío, pero algo en él pudo más. Sabía que hasta Harry se pudo dar cuenta a un par de metros de ellos.— Yo merezco respeto porque soy un ser humano, no porque mi raza es la más delicada y frágil. Si fuese de esa manera, la revolución hubiese tenido otro final.

—¿Tanto le duele que le digan la verdad, mi señor? Ustedes, los Omega, no pueden valerse en el poder sólo argumentando que dan vida o que tienen su dichosa voz, la política es mucho más complicado que eso.

—Y veo que usted no la comprende para nada.— Louis ajustó su chaqueta tejida con firmeza, su expresión no flaqueó. —Le ruego que deje mi reino tan pronto como sea posible y no regrese.

Se volteó, sus ojos viajando hacia su siervo para que este lo siguiera. Sus pasos aumentaron de nivel conforme avanzaba hasta sus aposentos. Sentía dentro de su cuerpo arder el fuego, la ira y la bondad debatiendo entre si para ver quién florece.

Todo lo que conocía, todo aquello por lo que fue criado se desmoronaba, era cuestionado por más de uno de sus propios hombres y ahora por más de uno en los cuatro reinos. Siempre vivió rodeado de obviedades, su padre nunca cuestionó el hecho de que en algún momento podía haber una revolución como la que hubo hace décadas y podrían sufrir incontables seres humanos inocentes.

¿Quién era él para consolar a quien rogaba por una respuesta? ¿Era acaso el fin de una era? ¿Quién era él para poder debatir qué raza era mejor para gobernar?