¿suicidio?

6 0 0
                                    

Era una noche común y corriente, como esta, fría y húmeda, la gente en la calle se moría de hipotermia, en los moteles por sobredosis y los oseados que se aferraban a la vida se contagiaban SIDA  y cífilis.
Había llegado una llamada a la habitación  301 del hotel Breackfast, no era de la recepción ni de servicio a la habitación, era de la cárcel. Javier estaba preso y por algún modo que todavía desconocía al abrir los ojos se encontraba en esa habitación, escuchaba a la niña que le preguntaba qué le susurraba el aparato, el no respondía.
En su mente escuchaba a su difunta madre, su hermana y la pequeña. Pero estaba asustado, no sabía que hacer, ¿quien lo había llevado hasta ahí? No lo sabía.
- Hijo - lo abrazó la voz - ya fue mucho recorrido, es hora de parar.
- No mamá, no voy a morir, basta, no quiero acompañarlas, así estoy bien. Ustedes deben acompañarme, es su tarea, yo tengo el don y las mate para eso, para que solo hablen conmigo. Así nunca estaría sólo. Si yo me mato o me mata alguien que no posea el don voy a dejar de existir y ustedes desaparecerán conmigo.
Pasaron horas y Javier seguía llorando imposibilitado de salir de la habitación por el pensamiento paranoico de que un hombre, con capucha y pasamontañas estaba esperando del otro lado con una escopeta, para por fin terminar con su vida. Ese hombre, según javier, era su padre.
- Hijo ya fue suficiente. Deja de sufrir, no puedo verte así. - Llorando decía su madre.
- ¡No puedo! - Gritó desconsolado y corriendo a los brazos de la mujer que lo trajo al mundo se percató, de que lo único que tenía era su voz, no había cara, ojos, o boca. El perfume fresco de rosas blancas que sintió toda su infancia había desaparecido, aquel día en la puerta de la prisión. Eso lo volvió loco.
Camino despacio, bordeo la cama, tomo una silla de madera con acolchado de gomaespuma revestido de una tela sedosa y fina. La arrojó con toda su furia psicótica y animal, contra el cristal que estallando reflejaba mil veces la única lágrima que caía en su ojo derecho. Se escuchó un golpe en la puerta, el se apresuró y saltó.
El hombre que recién había entrado, sobresaltado se asomó a la ventana, tomó su pistola y disparó a Javier, que saltando desde el doceavo piso ya había alcanzado el octavo y seguía cayendo.
Su cabeza fue lo primero en impactar el sueño, pero no fue lo que le dio muerte.

Relatos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora