Sueño.

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Estaba soleado y en mi habitación no entraba un solo rayito de luz, pues el sol estaba del otro lado, en el oeste.
Charlábamos no se bien de que, éramos tres. Tres hombres o adultos jóvenes (como quieran decirle), la pieza era exactamente igual, todo estaba en su lugar. Los placeres, las camas, la ventana que se asotaba por el viento por el viento, como si alguien la tomasen de los hombros y la sacudieran para adelante y para atrás.
Empezó a hacerse gris el día, demasiado rápido, me llegó un viento frío y cálido a la vez. Es algo raro pero cierto. Seguimos hablando, cuando de pronto empezamos a hablar de las nubes, eran muy grises, algunas demasiado oscuras y otras blancas, ondeaban con velocidad como si el mar estuviera gris y tranquilo sobre nuestras cabezas.
Me tenía que ir de viaje y me preocupaba estar pescando y que llueva, queria sol y frío. Como nunca antes había querido, era como si todas las veces que desee tormentas y lluvias se amotinaran contra mi para arruinar mi viaje y me daba miedo.
Las nubes empezaron a alborotar se poco a poco hasta que una ráfaga de viento las empujó hasta el edificio, yo vivo en el piso seis, no es muy alto y aún así las nubes se acercaban demasiado a mi ventana.
Llegaron, chocaron el edificio y como una fracción mínima de vapor suave y hermoso, entró un soplido de este a la habitación.

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