Cuando llegué a casa Stephanie ya se había ido, se lo agradecí al mundo mentalmente, no tenía ganas de que me preguntara cómo había ido con Jason. Aunque, conociéndola, no lo habría hecho. Hace mucho tiempo que perdió el derecho a que la llamara mamá y no me arrepiento en absoluto pero esa historia aún no estoy preparada para contarla.
Subí a mi habitación. Toda la casa estaba a oscuras y aunque no eran ni las ocho de la tarde, las persianas bajadas y las luces apagadas reinaban en cada estancia. Menos en mi cuarto, ahí no había quién entrara. Hace tiempo que compré un pomo con llave para la puerta de mi pequeño sitio de privacidad y lo instalé yo misma. Creo que Stephanie no se dio ni cuenta porque, cuando está en casa, pasa de mí.
En parte es mejor así, que no me moleste y yo no la molestaré a ella, es como vivir sola pero bajo su techo y sus normas. Vamos, que estaría casi mejor en la calle.
Me saqué mi llave del bolsillo del pantalón y dejé atrás el caos del pasillo y la casa entera para entrar en mi paraíso. No era nada del otro mundo, ni siquiera tenía suficiente dinero como para decorarla a mi gusto pero algo es algo.
Me tumbé en la cama y encendí el portátil para ponerme a escribir un rato, ya tendría tiempo de hablarle luego a Nick. Mi ordenador portátil también era de mis posesiones más preciadas en las que únicamente entraban el cuaderno, mis colores, la llave de mi habitación y mi móvil. Aún así, no solía pintar nada con los colores, todo es mejor en blanco y negro.
Estaba sola, sola con el mar y el agua. El agua y el mar. El olor a verano y a felicidad que a mí tan pesado se me hacía. Que me secaba el cabello y daba un nuevo aroma a mi piel. Amaba el mar y contemplar su inmensidad azul pero no había nadie con quien mirarlo. Todo el mundo que me importaba se estaba yendo, o se había ido ya. Cuánto daría por poder volver atrás en el tiempo, cuando era una niña inocente y feliz. Paseaba por la arena con papá, jugaba y salpicaba a mamá. Corría con mis amigos por el patio de la escuela y mis dibujos estaban llenos de alegría y felicidad. Se volvieron oscuros cuando papá... se fue. El primero y el que más dolió. Después mamá, mis amigos y por último, mi mayor pérdida: mi sonrisa.
Le dí a "Publicar" y bajé la pantalla. Cerré los ojos, los recuerdos dolían pero sería peor olvidarlos.
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CAOS
Novela JuvenilA veces sólo te apetece ponerte a escribir, aunque no tengas ninguna historia interesante que contar ni nada para inventarte pero eso a mí no me pasa porqué siempre me han dicho que con mi vida puedo escribir un libro, y eso voy a intentar. Aunque...