Capítulo 8

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Buenas noches, chicos. Bueno, espero que no sean del todo malas. Hoy os vengo a contar que no todo puede ser lo que parece. Que hasta lo más malos tienen su lado bueno y viceversa. Hoy me ha pasado algo muy raro, he estado bien; tenía amigas y estaba rodeada de gente que parecía que me querían. Sé que sólo lo parecía pero ha estado bien sentirme amada. 

Me pregunto por qué no pueden ser todos los días así de buenos, como una persona normal, como si no me pasara nada y mi puta vida fuera perfecta, igual que la de todos los demás. En fin, supongo que eso no va conmigo, que yo estoy predestinada a tener una vida de mierda con una madre aún peor y unos amigos inexistentes.

Y no sé  por qué.

Debe ser así y ya, supongo. 

En fin, chicos, gracias por leer siempre todas las tonterías que digo y apoyarme con esto, sabéis que la depresión no es algo fácil de superar. Ya, quién os lo iba a decir, ¿no?, precisamente a vosotros... Bueno, eso, que muchas gracias por estar siempre a mi lado y ayudarme en estos momentos pero de momento voy a tomarme una temporada sin escribir en el blog porque me parece que al final siempre os digo lo mismo una y otra vez.

Mi vida no es taaan interesante, lo siento.

Como un día más le dí a "Publicar" y apagué el portátil. Malditas sean todas las lágrimas que me habían hecho derramar mis padres. Y ni os imagináis cuántas vendrían después. Pero por el momento estaba bien. O al menos no vivía en una burbuja de soledad. Todavía.

Una semana después Nicholas ya había empezado las clases en mi instituto. Las cosas de momento iban bien para los dos, a él lo adoraban y como yo era su mejor amiga también parecía que me querían a mí.

Las chicas se portaron todas muy bien conmigo, como si de verdad fuéramos amigas y eso me gustaba. Por unos días olvidé todos los malos tratos y cosas feas que me habían dicho y parecía que podría contar con ellas. 

Ese día había quedado con Nick para ayudarlo a hacer un trabajo, había estado varias semanas sin atender a ninguna clase y había cosas que aún no habían dado en su antiguo colegio. Cuando lo vi entrar por la puerta de cristal de nuestra preciosa cafetería me levanté a darle dos besos y un abrazo. Ahora todos los días estaba llena pero el camarero y dueño del local, el agradable William, siempre nos reservaba nuestra mesa junto a la ventana.

― Hey, hola. ―me dijo estrechándome en sus brazos― ¿Me has echado de menos o qué?

― Siempre. ―sonreí. Él también. 



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⏰ Última actualización: Jul 23, 2019 ⏰

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