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—¿Qué es esto, Natasha?

Howard daba una mirada inquisitiva al barrio desgastado por el que circulaban. No es que fuera un hombre que jamás había pisado un barrio pobre, sino que le preocupó pensar en su hija andando por ahí sola.

Natasha tenía una sonrisa burlona mientras conducía ese viejo auto que había rentado exclusivamente para traer a su padre al lugar donde había conocido a los chicos. No había un partido al qué asistir, pero sabía que los encontraría igualmente en un juego amistoso para pasar el rato.

—Tu dijiste que querías acompañarme al baseball—Dijo ella—. Pero nunca acordamos dónde.

Howard viró sus ojos.

—Odio que te parezcas a mí—Murmuró el castaño—. Ahora entiendo porqué me hiciste vestir como vagabundo.

Natasha se carcajeó, y es que su padre en jeans, camiseta y una gorra era algo que nunca creyó ver. Howard siempre había vestido esos trajes de vestir que parecían encarnados a su piel, pues no existía otro tipo de ropa en su closet.

—Todo está bien, te gustará—Realmente esperaba eso, pues odiaría que su padre siguiera con esa absurda idea de casarla con Ezequiel.

Detuvo el auto y ambos bajaron de el. Howard con una expresión de confusión mientras Natasha dirigía la marcha y los acercaba hacia la cerca de madera.

—Aquí no hay nada, Tasha—replicó el mayor.

La castaña sonrió de manera enigmática cuando quedaron junto a la cerca y movió un par de tablas e hizo una seña a su padre para que pasara.

Howard decidió no cuestionar, pues el claro sonido del bate al golpear una pelota le indicó la presencia de personas al otro lado. Viró sus ojos, y con toda la dignidad que tenía, cruzó.

Natasha quería reírse a carcajadas. Era inaudito ver a Howard en esta situación. Recordaba la cara de burla de su madre cuando ambos aparecieron en el patio donde tomaba el té, para despedirse de ella.

Los Stark caminaron hacia las gradas donde solo un par de personas se encontraban mirando el entrenamiento. Ellos se sentaron casi en lo más alto, e igualmente se dedicaron a observar. Natasha daba esporádicas miradas a su padre. Esperaba que el viejo no se enterara pronto de la razón que la hacía ir a ese lugar, quería ella misma decírselo.

Unos pasos resonaron en el metal de las gradas e hizo que ambos se giraran hacia el sonido.

—Hola, Natasha.

La castaña sonrió y se puso de pie.

—Hola, Bucky—saludó al chico de beso y luego se giró hacia su padre—. Te presento a mi padre, Howard.

Bucky se quedó pasmado cuando la mirada calculadora del mayor de clavó en él. Se revolvió un poco incómodo y con algo de torpeza estiró su mano para estrecharla con el mayor.

—Un... Un gusto, señor—dijo torpemente.

—Mmmm—gruñó simplemente Howard y dió un simple asentimiento, mirando de pies a cabeza al joven castaño.

Bucky se giró hacia Natasha y sonrió de manera nerviosa.

—Es bueno verte por aquí—murmuró—. Yo... Yo iré a... Tengo que...

—Claro, ve.

James se retiró a toda velocidad y se acercó hacia las bancas, donde sus amigos giraron a verlo inmediatamente. Steve se puso inmediatamente de pie, al verlo de esa manera tan pálida y nerviosa.

—¿Qué pasa, Buck?

—Él está aquí—masculló con apremio—, está aquí y es jodidamente aterrador—hizo gestos exagerados con sus manos—. No me gustaría estar en tus zapatos, compadre. Te metiste en la boca del lobo.

—¿De qué estás hablando?—nada de lo que su amigo había dicho tenía sentido.

—¡Míralo por ti mismo!

Bucky le señaló las gradas. Natasha estaba ahí, lo cual hizo que su corazón palpitara emocionado, lo cual no duró demasiado al darse cuenta que venía acompañada de un hombre mayor. Ambos parecían conversar, sus cabezas inclinadas hacia el otro daban a entender eso.

—¿Quién es?—murmuró Steve por lo bajo.

—Es su padre—susurró Bucky en el oído de su amigo.

Para Howard no fue difícil distinguir al chico por el que seguramente su hija suspiraba. Era el único rubio atlético que sobresalía entre todos los chicos que estaban en el campo entrenando. Además, era el único que parecía no poder despegar la mirada de las gradas. Y por supuesto que de su mente no se había ido la imagen del periódico donde su hija hablaba con un tipo mientras este daba la espalda a la cámara.

Natasha explicó brevemente a su padre la dinámica de los partidos, mientras miraban el entrenamiento. Howard había sentido una punzada de celos al ver a su niña tan emocionada por un juego, que evidentemente jamás le había gustado, pero que ahora parecía amar por cierto jugador en el campo. Se dió cuenta que jamás debió forzarla para buscar pareja, en su desesperado intento había terminado comprometiendola con Ezekiel Stane.

Natasha empujó levemente a su padre para indicarle que bajaran. Caminaron hacia el equipo, donde la mayoría inmediatamente saludó a la chica con entusiasmo y cariño.

—Oh, y él es Howard, mi padre—señaló.

El mayor dió un asentimiento. Un par de risitas resonaron entre ellos cuando la mirada del genio cayó sobre Steve.

Entonces el rubio entendió el pánico de su amigo. El hombre era aterrador. Aún con esa ropa tan casual que no parecía ir mucho con él, daba la sensación de que con tronar los dedos podría degollarlo. Aspiró profundamente y con la cabeza en alto se acercó para estrechar su mano.

—Un placer, señor—dijo Steve con firmeza—. Gracias por haber venido.

—¿Tu eres el capitán?

—Papá—masculló Natasha con una sonrisa tensa.

—Sí—resondió Steve sin amedrentarse por la dura mirada que estaba recibiendo.

—Tienes talento—siguió diciendo Howard—¿Hace mucho que juegas?

Steve frunció un poco el ceño.

—Desde los siete años.

Natasha prefirió hacerse a un lado y se acercó a Bucky y Sam que murmuraban entre ellos.

—Ni siquiera andas con Steve u creo que acaba de sentenciar su muerte—murmuró Bucky sin quitar su curiosa mirada de Howard y Steve.

Sam dió un codazo a su amigo y lo miró de manera severa.

—Cierra la boca, mapache—gruñó Natasha. Se quedó pensativa durante unos segundos para luego agregar—. Mi padre se enteró que venía a aquí y quiso acompañarme.

Sam y Bucky compartieron una mirada, siendo Sam quien decidió preguntar de manera cautelosa.

—Suena como si tuvieras prohibido venir aquí—comentó Sam.

Natasha suspiró y asintió.

—Sí, algo así.

Ella no dijo más. Solo se quedó ahí observando mientras su padre parecía interrogar a Steve. Era cierto que ellos no eran nada, Natasha sabía que no podían, ambos estaban en polos opuestos e involucrarse sentimentalmente no los iba a llevar a ninguna parte. Con un último suspiro, siguió a su padre, cuando, tiempo después le indicó que debían irse. Natasha se despidió, le dió una débil sonrisa de disculpa al rubio y se retiró.

Bueno, al menos el tiempo que había pasado en ese campo había sido bonito. Howard no le dejaría volver, y ella seguiría con su aburrida y mimada vida de niña rica. Era hora de volver a poner los pies sobre la tierra.

Sorpresa (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora