"Ella"

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"Amo esto." Dijo con su cabeza dirigida hacia el cielo estrellado, reflejando una serena y cálida sonrisa. No respondí nada, solo la admiré embobado por su belleza natural. "Podría mirarlo por horas." Dijo sintiendo el viento correr por su cabello.

Su hermoso cabello...

Yo sería capaz de admirarte por horas.
Sonó en mi cabeza, y una media sonrisa se formó en mis labios mientras ella seguía con su mirada perdida hacia arriba.
Estábamos en nuestro lugar, en las lejanías de la ciudad, de los suburbios. Lejos de todo y todos. Debajo de nuestro árbol, en la colina con vista hacia la ciudad y debajo del cielo estrellado que ella amaba tanto admirar.
Estábamos en ese lugar donde no había nadie más que nosotros. Podríamos reír a carcajadas, podríamos gritar, podríamos hacer cualquier cosa... y nadie sería capaz de saberlo.

"¿Que te pasa?" Preguntó de la nada, sacándome de mis pensamientos. Parpadeé rápidamente, conectándome nuevamente al momento.
"Nada." Respondí desviando mi mirada hacia el cielo estrellado, podía sentir como sus ojos estaban analizándome por unos segundos.

Y como si de una cálida caricia se tratara, sentí sus labios tocar mi mejilla lentamente. Entregándome un beso tierno, suave, pero la vez sensual.
Ella tenía esa manía de volverme loco con su ternura y simpleza, con un simple tacto volaba mis sentidos y con sus besos mojados en mi mejilla provocaban los viajes más profundos dentro de mi Ser.

Cerré los ojos al sentir sus labios, disfrutando de su tierno beso, y al terminar, volteé para mirarla tan de cerca. Sonriéndome, sabiendo que había despertado en mi el deseo de sentirla, de amarla por completo.

Con ambas manos agarré su rostro delicadamente, acercando su rostro al mío, sintiendo sus dulces labios. Mezclándolos con los míos, fundiéndonos en un beso que parecía no tener fin.
No quería que tenga fin...

"Te podría besar toda la noche..." murmuré entre sus labios. Ella sonrió, y sus ojos entre cerrados me miraron con puro deseo.
"Hazlo."

Y así lo hice.
La besé fogosamente, con tal pasión que desprendía de ambos. La acosté en el suelo para colocarme sobre ella, sin dejar un minuto sus labios. Sus manos acariciaban mi espalda, mi cuello, sus dedos se perdían en mi nuca y en mi cabello. Lo despeinaba, mientras que mis labios bajaban por su cuello.

"Rose..." Susurré, encontrándome con sus ojos nuevamente que se reflejaba en los míos.
"Mi amor..." Soltó con una bella sonrisa en sus labios, para luego mojarlos y morderlos delicadamente.

Mierda.
Estaba jodido.

La amaba, la amaba demasiado.

Tanto que... parecía no tener límites.

"Te amo, te amo tanto." Dije alocado por el fuego entre nosotros, mientras nos sentábamos, ella encima de mi. Y luego revolcándonos, hasta yo terminar en el suelo acorralado por ella.
Acaricié su espalda mientras nos besábamos frenéticamente, bajando hacia sus glúteos y disfrutándolos como nunca, de manera salvaje, aferrándola más a mi. Eso parecía transfórmala por completo, pues se retorcía encima de mi, arqueando su espalda como un gato y sonriéndome de manera traviesa.
Amaba eso de ella, parecía tener dos caras totalmente distintas. Un ángel y una diabla.
Mi imaginación miles de veces jugó en mi cabeza en diferentes escenas, que era lo que ella podría llegar a hacer con esa pasión que poseía por dentro.
Estaba impaciente por averiguarlo...

"Mi amor..." Me dijo entre besos. Besando mis labios, mi mejilla, mi cuello. Podía sentir que cada beso que me daba, más despertaba en mi el incontrolable deseo de hacerla mía.
El viento hacía que su cabello se entrometa en nuestros labios, su rostro se perdía entre ellos.

"Espera-" Solté una pequeña risa. "No puedo verte."
Ella rió de forma adorable y colocó su cabello hacia atrás, dejándome apreciar su belleza otra vez.
"Perdón." Se disculpó como siempre lo hacía con cosas tan pequeñas.
"Está bien... Me encanta." Dije acerca de su cabello. No era mentira, lo amaba.

En realidad, amaba todo de ella.

Sus cualidades, sus defectos. Sus estupideces, travesuras. Su facetas de niña inocente e inexperta y por otra parte la intensa sensualidad de mujer única que emanaba.
No había nadie como ella, nadie quien podría hacerme sentir de la manera que ella lo hacía.

Me tenía en la palma de su mano.
Pero ahora, ella estaba en mis brazos.
Completa y solamente para mí.

Ésta era la oportunidad, nuestra oportunidad perfecta para entregarnos totalmente a este sentimiento que compartíamos.
Y así parecía, ella estaba entregada...
a dejarme amarla.

La desvestí despacio, bajando la parte de arriba de su vestido, dejándole al descubierto sus bellos pechos, admirando su torso desnudo frente a mi. La noté nerviosa, sin saber que hacer. La miré a los ojos, y luego a sus senos nuevamente.
"Son perfectos..." Dije acercándome nuevamente, entregándole besos desde sus hombros hasta bajar hacia ellos.

Yo podía sentir lo nerviosa que estaba, por no saber que hacer. No sabía por donde tocarme ni por donde empezar. Pero eso no me importaba, no me importaba lo poco que sabía o si no sabía nada.
Solo quería hacerla sentir hermosa, amada. Quería que sienta lo preciada que es para mi, y lo preciosa que es.

La desvestí completamente, mis ojos parecían apreciar el mismo paraíso. Su cuerpo... era un sueño.
"Eres tan hermosa..."

Ella esbozó una sonrisa tímidamente, fue lo suficiente para elevarme hacia los cielos.
Me perdí nuevamente entre sus labios y comenzamos nuevamente desde el principio.

La amé, amé cada centímetro de su piel y de su Ser.
Nos mezclamos el uno con el otro, nos entregamos por completo por primera vez.
Me entregué por completo, cuerpo y alma, le entregué esa noche lo que nunca pude entregar a nadie jamás.

Amor puro.
Por fin lo había encontrado.

Si, el sexo es fascinante. Es sólo un placer momentáneo. Pero hacer el amor con la persona que amas... no tiene comparación.
No había punto de comparación. Nunca lo había experimentado de esa manera. Ni la primera, ni la última vez.

Llegué a la cima con ella, llegamos los dos juntos al punto máximo que se podría llegar.
Llegamos a aquel paraíso juntos.

Su cabeza sobre mi pecho, mi mano acariciando su hermoso cabello mientras que con la otra la abrazaba y estrechaba hacia mi en el abrazo más reconfortante y cálido de mi vida.
No quería despegarme nunca de ella, no quería que se fuera nunca.
La quería, así... y por siempre si era posible.

"¿Jimmy?" La escuché murmurar mientras levantaba su vista hacia mi.
"¿Hmm?" Pregunté mientras delicadamente sacaba de su rostro algunos cabellos pegados en su frente.
"Te amo." Dijo mostrándome una vez más su hermosa sonrisa. Mis labios se arquearon automáticamente al mirarla, era una respuesta innata que ocasionaba en mi. Con tan solo mirarla, me transformaba por completo.
Me incline hacia ella para besarla.
"Yo más."

Era ella.
Lo sabía.
Siempre fue ella.

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