II
Iruka se levantó temprano, ahora que había comenzado el buen tiempo le gustaba salir a desayunar al balcón-terraza. No era muy grande, pero daba a la parte interna de la finca y uno podía tomarse el café mirando el jardín en pijama sin sentirse incómodo.
Abrió la puerta de cristal para salir con el café en la mano y el periódico debajo del brazo, cuando la música estrambótica de la radio pública le destrozó todo el relax matutino.
Dejó el cafe en la pequeña mesa redonda que tenía en su terraza y confirmó, cómo no, que la música venía del balcón de la izquierda; el apartamento Hatake.
Este estaba en ropa interior tendiendo, valga la redundancia su ropa interior. Un par de esos perros le acompañaban.
—Buenos días. Perdona... —dijo Iruka acercándose hasta el muro que los separaba. Este levantaba apenas un metro cincuenta—. Perdona…
La música no estaba tan alta; Kakashi le estaba haciendo “la sorda”.
—¡Perdona! —gritó por tercera vez Iruka, pero ahora apoyado del todo en el muro.
Kakashi entornó los ojos.
—¿Sí?
—Aquí, en este muro, habían unos maceteros con unas plantas para separar más nuestras terrazas ¿sabes algo de eso?
—Esas plantas estaban muertas y la tierra empezaba a manchar mi lado del muro, así que las he quitado.
—¿Pero las vas a reponer?
—¿Vas a comprar tú las nuevas?
—No, yo no las he quitado.
—Pues así se queda.
—No, así se queda no, ¿tengo que desayunar viendo tus calzoncillos ahí colgados?
—Hay muchas direcciones hacia las que la puedes encarar, ponerla hacia mi ropa interior es vicio…
Iruka abrió mucho la boca, tanta insolencia junta no era masticable a una hora tan intempestiva.
—¡Pon las malditas macetas de nuevo!
—¡Dale la vuelta a la silla!
—Esas macetas venían con la finca ¡así que técnicamente pagué por ellas! ¡Restitúyelas!
—¡Salta el muro y oblígame!
Le retó con la mirada unos segundos y cuando se sintió vencedor continuó tendiendo.
Iruka se dió la vuelta y se quedó mirando su café, puso una mano sobre su silla, estaba a punto de voltearla pero su orgullo pudo más. Así que se negó; cogió su café y volvió dentro de su casa. Sintió ganas de verterlo sobre la colada limpia de ese estúpido, pero el temor a la venganza fue mayor.
Ya pensaría una solución más cívica más adelante, pero por el momento trató de no pensar más ello. Ya tenía bastantes problemas con la entrega de cuentos y la falta de inspiración, como para añadir un vecino problemático.
Despejó su cabeza y fue a su trabajo con normalidad. Iruka trabajaba en una editorial corrigiendo escritos narrativos para publicaciones, concursos y demás, pues vivir solo vendiendo libros era muy difícil, por no decir imposible.
Aquel fue un día productivo y por la noche, al terminar la jornada, se sentía relajado. Le había contado su problema con el “bloqueo de escritor” a un compañero y este le había dado ánimo además de un par de truquillos, y ahora estaba de camino a casa con entusiasmo y ganas de llegar, sentarse frente al portátil y empezar a dejar fluir las ideas.
Mientras caminaba hacia la finca, toda su felicidad trabajada durante el día se enturbió un poco cuando vió que venía de frente precisamente su querido vecino nuevo, con su centenar de perros.
Estaba a la distancia justa en la que Iruka no sabía si acelerar el paso para entrar él primero y coger el ascensor sin él. O todo lo contrario, reducir el ritmo para dejar que este entrara y ya esperaría él al ascensor: lo importante era no tener que subir con él. Lo que no sabía es que Hatake-hijo tenía las mismas ganas de coincidir en el ascensor como él, y quiso el destino que los dos optaran por ir cada vez más y más lentos, hasta que llegaron al portal a un ritmo absurdamente lento que hizo inevitable que entraran juntos.
—Hola —comentó Iruka por educación al tenerle frente a frente.
Se fijó en él y no iba arreglado, solo llevaba un chándal oscuro y una chaqueta discreta, además del cubrebocas. Ese hombre era un desastre, pues no se veía muy diferente al salir a la calle que la estar en casa.
«Aunque cualquier cosa es mejor que verle en ropa interior como esta mañana…», se dijo y por instinto volvió a mirarle. «Aunque esa forma desaliñada de vestir no hace justicia a lo que hay debajo de esa ropa… Por muy imbécil que sea él».
Kakashi, por su parte, también le miró de arriba a abajo pero, antes de soltar una grosería, los perros se acercaron a Iruka oliendole y jugando.
—No chicos, no os acerquéis a este, que no os quiere.
—Oye —recriminó Iruka; pero era verdad no los quería en el edificio. Como si los pobres -o incluso su dueño- tuvieran culpa de su bloqueo.
Kakashi llamó al ascensor y se apartó a un lado. Por un segundo Iruka pensó que Kakashi iba a dejar que subiera él primero y en otro viaje ya iría él con la jauría, pero fue ingenuo por su parte: en cuanto se abrieron las puertas Kakashi pasó con sus chicos e iba a darle al botón de la quinta planta incluso antes de que Iruka subiera. Este lo hubiera dejado correr pero esa muestra de mala educación le hizo querer subir.
«Este no me deja a mí fuera».
—Chicos, dejadle, en serio, vais a ensuciar su ropa elegante de revisor de tren.
—No soy revisor de tren —protestó Iruka.
Kakashi rió. Había picado; si que era infantil.
—Ah, pues tienes cara de revisor de tren...
—Soy escritor, ya que tanto te interesa saberlo…
—¿Y eres famoso? —lo preguntó con cierto retintin de burla pero Iruka no reparó en eso.
—Pues tuve mi momento.
—Qué lástima creía que vivía junto a una celebridad…. —ahora Iruka sí que notó que solo le estaba vacilando y que seguro que Sakumo le había hablado de él—. Y dime ¿de qué género escribes? ¡Oh! Ya imagino, eres de esos escritores eróticos ¿verdad? Uno de esos pervertidos viciosos... Lo llevas en la cara.
—Llevo muchas cosas en la cara por lo visto… —gruñó, pues ya era su segundo comentario así. Pero Kakashi, lejo de detener ahí la burla, se acercó mucho hasta él, tanto que de no haber llevado el cubrebocas hubiese sido incómodo.
—Lo que sí llevas es una cicatriz muy llamativa… —murmuró.
Iruka se sintió acorralado entre su cuerpo y el ascensor, sin lugar para mover los pies por la presencia de la manada. Le miró a la cara directamente y solo pudo pensar en que Kakashi tenía los ojos de verdad negros. No castaño oscuro; negros totalmente.
Las puertas del ascensor se abrieron y Kakashi se rió por la expresión de Iruka.
Había comprobado su sospecha: era mya gallito al reclamarle por sus perros o las plantas, pero se acobardaba a la mínima. «Es un pusilánime, no me dará problemas», pensó riéndose con un poco de culpa por el pobre chico.
Iruka se sintió tonto, pero no iba a dejar a Kakashi ni con la última palabra, de nuevo, ni que se burlara de él o su profesión, pues de eso creía que se reía.
—Y... ¿¡tú a qué te dedicas!? Imagino que escritor no eres...
Kakashi sacó las llaves de su piso y le miró mal.
—Yo no cuento mi vida a desconocidos… —le dijo con una risilla y se metió en su apartamento.
Iruka se quedó solo en el pasillo con cara de estúpido.
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ICHA ICHA NEIGHBOUR-SPY [KAKAIRU] 🔞
FanfictionIruka es un escritor frustrado que va a encontrar su inspiración en su misterioso y sexy vecino