Capítulo 7: Último atardecer

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El chico de melena plateada perdía su mirada en el horizonte hasta el momento en el que oyó su nombre de lejos, ser llamado por una voz familiar.

—¡Riku! —Era Kairi, quien se acercaba a paso apresurado seguida de cierto chico cabizbajo, llamado Sora. Sus mejores amigos.

—Hey... —Riku a penas levantó la voz, no parecía estar de humor, en absoluto. Más bien había pasado la tarde con muchas ganas de que aquel día acabase. Una vez cayese la noche, todo sería diferente, y el chico era consciente; no sólo porque al día siguiente tenían planeado zarpar, sino porque sí o sí aquel debía ser el último atardecer que viesen los tres chicos juntos. —Os estaba esperando, creía que íbamos a sentarnos los tres juntos...

—Vamos, "rubio", no seas resentido —Interrumpió la chica— . Ya hemos llegado, pero si tantas ganas tenías de vernos, podías haber venido con nosotros, listo que eres listo.

Ambos rieron, ahora extrañamente parecían alegres de verse, y es que en efecto, tenían que estar felices aquella tarde, no había lugar para dramas. Sin embargo, Sora no rió. Se sentó directamente en la palmera, con una expresión apática. Y era extraño, porque normalmente sería él quien haría bromas, reiría o saludaría a Riku. Pero no, simplemente se sentó y nadie pareció nortarlo. Todos tenían que ser felices aquella tarde, felices e hipócritas hasta que hubiese tiempo para la verdad. ¿Pero cuándo sería? Cuando la tormenta calmase, y sin embargo, la tormenta no había llegado a atizar aún las islas; era inminente, y tardaría en pasar.

—Mañana... Es el gran día, chicos —comenzó la chica—. Mañana, sobre esta hora, veremos el atardecer desde alta mar, en nuestra embarcación. Tenemos que tomarnos esto muy en serio, nuestra misión es peligrosa. El mar es indomable, y nosotros no iremos en su contra.

—Nos guiaremos por las estrellas con tal de llegar al país más próximo —siguió el albino—. Dentro de pocos días divisaremos una tierra nueva para nosotros. Las corrientes nos guiarán a su merced, pero nosotros no seremos esclavos del mar, sino...

—Dueños de nuestro destino, hijos del miedo pero partidarios del valor —completó el chico menor—. Nosotros llevaremos la balsa, alzaremos las velas, el viento nos guiará pero nosotros sabemos hacia dónde vamos.

Los dos jóvenes dirigieron su mirada hacia Sora, quien había hablado. En el rostro de Riku se dibujó una pequeña sonrisa tranquila. Los tres tenían miedo, y aquello era innegable, pero creían saber qué iba a pasar. Era extraño el cómo sólo una de las tres personas conocía el destino de los tres, o aquello creía. Ninguno sabía qué harían en cuando llegasen al país vecino, no sabían a quién buscar ni cómo; pero necesitaban salir de aquellas islas que les quedaban demasiado pequeñas ahora. 

Pese a querer negarlo, Riku siempre las había visto como una prisión rodeada de agua. ¿Cómo podía hablar alguien así de su hogar? Porque él era un alma libre, que ansiaba crecer, ansiaba conocer, ansiaba hacerse fuerte y proteger con aquel poder todo aquello que le importaba. Riku tenía ambiciones más allá de conocer si el destino existía o no, o saber de dónde venía su amiga; todo aquello era un medio para llegar a un punto en concreto, el cual solo él tenía por conocido. Y aún así, el destino era incierto e indomable; podrían ser dueños del miedo, del mar y la tierra, pero jamás de su destino.

—Hum... Entonces la "casa" de Kairi está por allá, lejos... ¿No?—Preguntó al aire el castaño, tras un largo silencio.

—Puede, pero nunca lo sabremos si nos quedamos aquí —le respondió el albino, con calma—.

— ¿Y cuán lejos puede llevarnos una balsa...? ¿Llegaremos a otro país... sólo con lo que tenemos? —Sora, por su parte, intentaba sembrar dudas en ambos de sus amigos. Tal vez aún podía ser egoísta...

La caída de los sueños ( Kingdom Hearts )Where stories live. Discover now