Capítulo 10: De escudo en escudo, de mano en mano

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Las pesadas botas de Leon retumbaban pasillo abajo mientras el pánico se hacía cada vez más presente en aquel ambiente que una vez había sido tranquilo. Se trataba de un panorama catastrófico en el que podían verse personas de todo tipo corriendo en busca de una salida, madres cargando a sus hijos, otros, cargando sus pocas pertenencias más preciadas; se oían gritos y llantos, ni una conversación, mucho menos risas.

Las cálidas luces fallaban por momentos, dejando paso a una oscuridad sepulcral a penas rota por la escasa luz del exterior que lograba escabullirse por las ventanas. Leon era rápido, pese a ir cargando con un niño a su espalda, quien no dejaba de quejarse y pedir ser soltado. Obviamente ante esto, el adulto hacía oídos sordos, sobre todo al notar que varias de las personas que dejaban atrás no volvían a ser vistas.

—Vamos por aquí.—Espetó el hombre dejando a Sora por un momento en el suelo.

Este, tras sentirse aturdido simplemente perdió el equilibrio, apoyando su cuerpo en la pared más cercana y dibujando el pánico en sus ojos celestes al percatarse de que Leon abría una ventana. Sin embargo antes de que Sora llegase a replicar por el peligroso carácter que estaba tomando el plan del adulto, este ya le había tomado por las axilas y colocado de pie sobre un pequeño tejado que se hallaba al otro lado del marco de madera. Leon salió después, para ayudar al más joven, pues temía que perdiese el equilibrio y cayese desde un cuarto piso.

—Tendremos que ir por allí y bajar por esas escaleras de emergencia. Las otras estarán a reventar de gente, nunca lograremos salir si vamos por dentro.—Dijo, señalando un balcón y unas escaleras que se encontraban inutilizadas debido a su mal estado. Pero Leon tenía razón. Si tomaban la salida de emergencia que había por dentro, la "salida segura" estaría llena de gente, y probablemente de Sincorazón. Sora se estremeció al pensar en lo condenadas que se encontraban las personas que quedaban dentro, que no eran pocas. Pero poco podía hacer ahora por ellos, más que salvarse a sí mismo.

A los veinte minutos ya se hallaban en el suelo, sin embargo aún habían varias cosas que preocupaban a Sora. Una de ellas era huir de la custodia de aquel desconocido cuyo nombre era Leon, alejarse de aquel grupo que tenía como plan venderle a otro par de desconocidos; probablemente peligrosos. El chico miraba a su alrededor mientras el contrario acababa de bajar, en busca de una alternativa, de un callejón por el que escurrirse o de un cubo en el que ocultarse.

Pero no sería así, Leon ya se hallaba a su lado, apoyando una mano sobre su hombro, y dirigiéndole una de esas tan típicas miradas que leen la mente y responden un "ni se te ocurra". Así, tras el asentimiento de Sora y con una tensión creciente, comenzaron a andar calle abajo, dejando rápidamente atrás el bullicio y el caos que se había formado en el hotel. Con la mirada en el suelo, el menor fue el principal partícipe del silencio, el cual tras un largo rato, y finalmente andando más serenamente; logró romper Leon, quien había notado al chico demasiado nervioso.

—Oye... Por si te lo estabas aún preguntando... Tus próximos cuidadores son gente muy... Simpática —habló con suma tranquilidad Leon, apretando muy ligeramente el hombro del chico, el cual en ningún momento había soltado. Sin embargo no era un agarre firme, sino más bien una forma de que Sora se sintiese algo más protegido, pues Leon comprendía perfectamente la sensación de estar perdido; sabía lo que el menor necesitaba en aquel momento.

—¿Simpática...?—Se atrevió a hablar Sora, levantando tímidamente la cabeza.

—Sí... Y son dos guerreros muy valientes. —Contestó, sonriendo.— No sabes la suerte que tienes, uno de ellos es un brujo nacido en Kânto, fue aprendiz del mismísimo YenSid, y amigo personal del "Rey Rata". Ambos pertenecen a la guardia real... Y vienen hasta aquí sólo por ti, imagínate qué honor.

La caída de los sueños ( Kingdom Hearts )Where stories live. Discover now