001 | Pesar de consciencia.

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CON UN HÁBIL MOVIMIENTO COLGUÉ EL MORRAL beige, algo sucio y roto, sobre mi hombro mientras cerraba el casillero metálico cuidando de no hacer ruido. Le di una última ojeada al lugar, parecía un cuarto de la morgue más allá de ser un vestidor.

Pero ¿Quiénes somos nosotros para juzgar?

Tenía al menos unos treinta o cuarenta minutos cautiva ahí; ¿Por qué? Pues por masoquismo no era, sencillamente mi cabeza necesitaba espacio suficiente para poder procesar la información que se me había dado momentos atrás, o bueno, se hizo el intento de.

Fui abriéndome paso entre la multitud de militares que correteaban los pasillos del Cuartel General, el olor nauseabundo pasaba desapercibido si se tomaba en cuenta el aspecto de cada uno. Maldito Brown, parecemos cerdos. Seguí mi camino con un paso despreocupado a pesar de que mis pensamientos estaban más revueltos que un estómago débil montando en una montaña rusa, el tormento iba para largo y no cesaría hasta que lograra saciar por completo mi ansiedad, la cual aumentó por un breve segundo al perder mi sentido de la visión suplantada por las manos frías de Moore, un escalofrío recorrió mi espina dorsal y mi boca solo atinó a dejar libre un bufido.

— Adivina quién es — Con un tono infantil, canturreó.

— Un rubio que posiblemente amanezca rostizado si sigue tentando a su suerte.

— Eres una amargada — Refutó de manera poco madura —  Eleonor, sabes que no tienes que aceptar ir con nosotros si no quieres... ¿verdad?

Sabía que en algún punto me abarcaría con el tema de conversación, así que me limité a responderle — Lo sé Liam, no tienes porqué preocuparte.

Mirándome como si fuera un extraterrestre debatió — ¡Pero por su pollo que tengo que hacerlo! Eres mi pequeña pulga con complejo de mercenario.

— No me llames así, pedazo de mastodonte.

— Cuidado y te aplastan, hormiga.

— Ve hacia los lados, no vaya a ser que te estrelles con un avión.

— Enana.

— Demonio.

— Espectro.

— Testigo de los Dinosaurios.

— Microorganismo.

— Te odio, ¿lo sabes?

— Me amas y lo sabes — Revolvió mi cabello — Te espero para cenar, no llegues tarde.

Dándome por vencida respondí con un monosílabo, sabiendo que era algo que detestaba.

Retomé el camino con un trote suave, mi reloj marcaba con exactitud las siete y media de la noche, tan solo tenía treinta minutos para poder llegar a la estación de autobuses, así que aseguré los broches de seguridad a la altura de mi pecho y cadera para poder iniciar mi maratón no sin antes sacar mis audífonos, conectándolos al Samsung, el modelo estaba algo pasado de moda pero al menos seguía funcionando y era fruto de mis ganancias en el trabajo de medio tiempo que pude conseguir.

Al tener mi rostro descubierto me llegaron de lleno las heladas ventiscas, de manera torpe retiré los mechones que molestaban para luego subirle volumen a la majestuosa Gloria Trevi, porque mientras más volumen tuviera más sube el autoestima. Tengo cero dudas y miles de pruebas. Pese a que la música solía ser una manera de despejar mis pensamientos o ideas realmente estúpidas, además de ayudar a hacer el recorrido a mi departamento más ameno, la perturbación excedía el límite de la canción.

Con paciencia pensé en la letra y en mi próximo destino; un departamento con tres habitaciones cómodas, dos baños privados, su respectiva cocina, comedor y recibidor. Ciertamente, para una joven de veintiún años, soltera y sin mascotas, tal vivienda era bastante grande mas, eso no era problema del todo, disfrutaba el espacio y el que las cosas o decoraciones no se vieran tan desordenadas en cambio, con la amplitud que poseía tenía suficiente holgura para guardar y acomodar, de forma que no se viera recargado. Además, se añadía el hecho de que ese departamento lo compartía con Liam desde hace un tiempo.

Una diosa reencarnada | Saint Seiya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora