003 | Verdades.

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LA FALTA DE UN DESCANSO ADECUADO AFECTABA TOTALMENTE a mi sistema nervioso, mis párpados casi caídos pintaban desagradables ojeras, las mismas a las que ya me acostumbraba a tener. Prendí las luces del recibidor y tiré la mochila en la mesa, mis manos fueron a parar instintivamente a mi rostro fatigado y no era tanto por la guardia, después de todo no era la primera vez que lo hacía ni tampoco sería la última, me encontraba fatigada a nivel mental, hacía unos minutos que aquellos jóvenes extraños me dejaron a unas cuadras del hostal, cuidando que entrara sana y salva. A pasos recortados subí los escalones divisando mi habitación al instante, quedando en segundos en ropa interior.

Mi cabeza martillaba con fuerza, las voces lejanas del recuerdo cuando tomé la decisión de reunirme con esos desconocidos me perturbaba, no a un nivel de inseguridad, sino lo que pasaría si alguno de mis compañeros se enterase.

— Ya veré qué hacer mañana... No pasa de que les vuele los sesos.

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7:30 a.m.

Frotando mis ojos me levanté con gran esfuerzo del lecho, me dirigí hasta el baño privado de la habitación arrastrando mis pies, las paredes eran adornadas con azulejos de piezas rectificadas, las cuales tienen cantos cortados que facilita su instalación y, le da una impresión más amplia.

Abriendo la llave del lavamanos, empapé mi rostro quitando todo rastro de sueño, e inconscientemente empecé a detallarlo. Mantenía ese color trigueño común en los latinos; ese balance perfecto, ni muy claro ni muy oscuro, nariz perfilada, labios pequeños, pestañas largas pero poco abundantes y pómulos marcados. Mi mirada bajó hacia mi cuerpo; muñecas delgadas, clavícula resaltada junto algunas cicatrices, busto medio y rollitos de grasa se asomaban en mi abdomen —resultado de la falta de constancia en el ejercicio—, piernas cortas y cadera ancha.

— Buenos días mocosa — Anunciando su llegada, David Harrelson apoyó su costado izquierdo en el marco de la puerta con una humeante taza.

— Buenos días Coach — Le devolví el saludo.

— El desayuno está servido, tu café también — Informó alzando la suya — Y no te preocupes, lo hice yo, esta vez no es radiactivo.

Después de escupir la espuma de la pasta dental contesté — Eso espero, no quiero pasar una semana en cuarentena por culpa de Liam y sus inventos con mi café.

A modo de respuesta el pelirrojo río, dando media vuelta y dejándome sola para que pudiera alistarme sin problema. Con una franela manga corta verde oscuro y pantalón camuflado a juego estuve satisfecha, bajando hacia el primer piso lo primero que vi fue a Edward con un mandil rosado amarrado en la nuca y en la cadera, en resumen, siendo toda una doña con doctorado.

— Toma pulga — A modo de saludo Wilson me despeinó entregándome mi dosis de cafeína diaria.

— ¿Quieres huevos con tocino o panqueques con mermelada de fresa? — Preguntó el encargado de la cocina dándome la espalda.

— Lo primero estaría bien.

— Bien, en un momento tendrás la comida, mientras tanto siéntate en la mesa — Ordenando y ejerciendo su papel de madre soltera con más de dos niños a su cargo, el pelinegro siguió con el desayuno.

Minutos transcurrieron cuando el desayuno fue puesto frente a cada uno, las conversaciones volaban entre todos y algunas anécdotas por parte de Lucca y su instinto suicida al volante no se hicieron esperar, mucho menos los viajes a Italia y Francia de David y las veces en que Kendall terminó en prisión por culpa de su impuntualidad al escapar.

Una diosa reencarnada | Saint Seiya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora