Capítulo • 13

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          Las gráciles rosas fueron colocadas en un hermoso florero, la cajetilla de cigarros quedó debajo su almohada y el anillo fue depositado en su dedo anular con devoción

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          Las gráciles rosas fueron colocadas en un hermoso florero, la cajetilla de cigarros quedó debajo su almohada y el anillo fue depositado en su dedo anular con devoción.

Posteriormente, Karma se acercó a su ventana y observó. Muy en el fondo deseando ver alguna señal de su madre.

Pero nada.

Volvió a cerrar las cortinas, tal vez se había quedado de más en su trabajo.
Aunque ella jamás hacía turno doble, pensó que siempre puede haber una primera vez.

Akabane caminó hasta la sala de su hogar, se sentó en el amplió sillón que ahí yacía y choco sus manos una con la otra.

Contemplando en todo momento el bello anillo que brillaba preciosamente.

Al menos Nagisa no lo había dejado.
Sus mensajes aún no habían sido contestados, pero, ¿Qué más daba? El celeste lo amaba, se lo había dejado más que claro.

Eso era todo lo que necesitaba en la vida para sentirse bien.

¿Qué más podría desear?

Ah... Tal vez tocarlo... Besarlo de seguro...
Poder estar con él en todo momento como si fuesen una pareja normal... ¿Qué tan gracioso sonaba eso?

Karma entonces pensó que si fuesen una pareja normal, sería aburrido.
A penas comenzaba, pero se sentía motivado al pensar en lo que había hecho, había asesinado, esa era una palabra que lo hacía exaltar.

Si no fuese por Nagisa, jamás habría descubierto la paz mental que se obtiene después de hacerlo.

Era genial.

Poco después de regresar de sus pensamientos, el pelirrojo tomo el control y prendió su televisión, colocando de inmediato las noticias. Tal parecía que resultaban muy interesantes cuando se les ponía la debida atención.

Paso de canal en canal hasta llegar a uno que llamo su atención.

Tal parecía que en ese noticiero se hablaba de la joven que había sido encontrada muerta hace tan sólo unas horas no muy cerca de donde él vivía.

La joven era pelinegra, bastante joven a decir verdad, no pasaba de los veinticinco años.

Ah... Karma sonrió.

Más aún, sabiendo que él se encontraba feliz, sin ser sospechoso, sin que los policías tuvieran la mínima idea de que él había sido aquel causante de los hechos. Sin que ellos supieran que el mismo asesino estaba regocijándose en casa al verlos preguntarse;

¿Quién fue el causante de tal atrocidad?

          Soltó una risotada altanera, de repente recordando también sus deberes como estudiante.
Pero... ¡A la mierda todo eso!
Si tan sólo pudiera, haría lo mismo que con la chica, incluso hasta más con sus compañeros que bien se lo merecían.

Eye Otome.© [NagiKaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora