VAMOS A LULUKOKO. WAYNE EN PROBLEMAS.

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Toc, Toc, Toc. Tres golpes despertaron a Nanami de sus dulces sueños. Se levantó con dificultad de la cama y miró la hora. Las seis de la mañana ¿Quién llamaría a esas horas? Siempre se despertaba a las seis, pero después de la fiesta en el mesón se autopermitió dormir unas horas más.

  Abrió la puerta medio adormilada y se encontró con su tío Frank y con una señora mayor que no conocía. Llevaba una ropa bastante extraña, con un ligero aire tropical.

- ¡Buenos días, Nanami! Perdona que te molestemos.

- No, no. No pasa nada. Si llevo un rato despier... ¡Buaaah!- la mentira de Nanami no funcionó por culpa del enorme bostezo, pero a la señora Le hizo gracia.

-  Aquí hay alguien que quiere conocerte. - dijo su tío señalando a la abuelita.

- ¡Aloha! Encantada de conocerte, Nanami. Soy Tototara - se presentó. A continuación, se acercó a la chica e hizo un movimiento extraño con las manos.

- Encantada, Tototara. Perdone, ¿ese movimiento qué es? Nunca lo había visto por aquí...

- Ja, ja, ja. Este es el saludo de Lulukoko, el pueblo que dirijo. Mira, consiste en juntar los puños así... Bien, bien. Y luego... Separar las manos moviendo los dedos así...- explicó Tototara.

- Interesante... ¿Entonces, para saludar en Lulukoko tengo que hacer esto? - preguntó la chica

- Sí. Además de decir "Aloha", que es hola en nuestro idioma. Bueno, a lo que iba. Debido a un gran terremoto las puertas que comunicaban los tres pueblos de la región se destruyeron. La de Lulukoko ya está reformada, pero la de Tsuyukusa aún no. Por ello, voy a enseñarte el pueblo. ¿Qué te parece?

- ¡Síiii! - la joven granjera notó como todo el cansancio se desvanecía, tenía ganas de ver Lulukoko, conocer gente nueva...

- Jo, jo. ¡Qué entusiasmo! Bueno, entonces no perdamos tiempo ¡en marcha!

  Nanami siguió a Tototara, que a pesar de su edad se movía con rapidez y vivacidad. Cuando llegaron al Cruce de Caminos visualizó la enorme puerta de Westown, la puerta todavía derrumbada del tercer pueblo y la de Lulukoko. El emblema de Lulukoko era una tortuga, a lo mejor tenía algo que ver con el océano.

  Cuando atravesó el umbral los ojos de Nanami no creían lo que veían. Una enorme playa la invitaba a nadar en las profundidades del mar, y las tiendecitas desprendían un suave olor frutal. Era un pueblo totalmente diferente a Westown, tenía un aire Hawaiano y amigable.

- Un mar azul y playas de arena blanca... Como puedes ver, Lulukoko es un pueblo marítimo, donde siempre brilla el sol y está lleno de flores todo el año. Es como un pequeño paraíso, ¿no crees? - Nanami asintió. - De hecho, este es uno de los lugares más populares del pueblo. ¿No te parece relajante el sonido de las olas del mar? - Nanami asintió una segunda vez - Y también es donde se encuentran todas las tiendas, como el bazar, la frutería y el puesto de comestibles. Una cosa más, estás tiendas cierran a la hora de la siesta, pues aquí hace mucho calor y esas son las peores horas del día.

- Entendido.

Una mujer que estaba enfrente de uno de los puestos, se acercó.

- Aloha, Tototara. ¿Le estás enseñando el pueblo a esta turista?

- Oh, ¡aloha Caolila! No es una turista cualquiera, es la granjera del Cruce de Caminos. Mira, Nanami, esta es Caolila, la dueña del puesto de comestibles.

- ¡Komo Mai! Encantada de conocerte, soy Caolila. Oh, perdona, aquí usamos "komo mai" para dar la bienvenida. - después acercó el puño al de Nanami e hicieron el gesto. - Así que tú eres Nanami, ¿eh? Bonito nombre, sí señor. Vivo con mi marido, mi hijo y mi hija en esa casa verde de allí. Ven a visitarnos cuando quieras, la puerta siempre estará abierta para tí.

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