Todo siguió igual pero ahora yo estaba en un grupo de amigos, no solo me la pasaba con Samidd si no que al fin pude encajar en algo, lo curioso del caso es que se dio sin que yo lo buscara pero eso era lo menos que me importaba, no paraba de pensar en que ya no era el único que sabía que me gustaba Amelia y ahora ni siquiera podía mirarla fijamente.
Mi mente era un desastre y no encontraba la calma, mi cabeza se llenaba más y más de ideas.
- ¿será que ya se enteró, le soy agradable, le caigo bien o simplemente le desagrado como a los demás?
Mis manos no paraban de temblar, parecía como si tuviera un ataque de ansiedad, tenía que encontrar la calma y distraerme para no actuar como extraño frente a todos, así que solo me puse a hablar con los demás.
Los días pasaban y yo siquiera podía saludarla, trataba de evitarla hasta poner en orden el caos dentro de mí, como no podía hablar por mis nervios me apartaba del grupo e intentaba tomar la calma.
Un día viernes mientras me quedaba mirando por la ventana del liceo viendo pasar los carros por la carretera escucho una dulce vos llamarme por mi apellido.
- Pérez. – voltee para ver quién era y para mi sorpresa era ella.
- He... ho, hola Amelia como estas. – mi corazón latía como el de un caballo de carreras.
- Bien, oye ¿vas a ir para la iglesia hoy?
- S... si, si voy.
- Bien quiero hablar contigo así que te veré allá, chaito Moisés.
- Chao.
El liceo donde estudie pertenece a una iglesia muy popular en el país y como casi todos asistían era un lugar muy común para encontrarse.
Yo me había quedado después de clases en casa de Samidd jugando videojuegos hasta que se hiciera la hora para ir a la iglesia.
Llegando un poco antes de que comenzara el servicio (o el sermón) me senté en la parte media de esa gran iglesia, como era temprano solo estaba el personal de limpieza merodeando por el lugar.
Pude observar a Amelia entrar hablando con Rebeca una compañera de clases de la otra sección, pasaron caminando por unos de los pasillos entre las sillas, creí que no me había visto así que decidí no llamarla y esperar que me viera.
Pero desde lejos pude observar que dio la vuelta y se dirigían hasta donde estaba sentado.
- Hola Moisés, ¿nos acompañas?
- Sí, claro.
Amelia y Rebeca cruzaron las miradas y Rebeca se fue con la excusa de que la estaban esperando para cuando me di cuenta que estaba solo con Amelia y de a dónde iría la conversación ya era tarde.
Salimos de la iglesia para hablar por sus alrededores mientras caminábamos, el simple hecho de que ella estuviera a mi lado provocaba que mis sentidos se aceleraran al máximo, los poco segundos de silencio que había en el ambiente eran como una eternidad para mí, quería hablar pero no hallaba las palabras correctas para decirle.
- He escuchado por allí un comentario sobre ti Moisés. – dijo Amelia rompiendo el silencio.
- ¿enserio? – dije para disimular lo que ya era obvio.
- ¿Moisés yo te gusto?
No sabía que responderle, nunca pensé que esta situación pasaría.
- Bu, bueno, sí me gustas pero no de gustar como tal – los nervios me traicionaban.
- Moisés a mí no me gusta andar con rodeos, prefiero que me digan las cosas directas.
- Bueno si Amelia tú me gustas – dije respondiendo sin titubear a su pregunta.
- Bueno Moisés para ser sincera yo pensé que tú eras Gay pero cuando me contaron que yo te gustaba me sorprendí – dijo mientras se reía – siento decírtelo de esta forma pero yo simplemente digo lo que pienso.
- N, no, no soy Gay – (como si no fuera suficiente que mis hermanos me molestaran, ahora viene ella a decírmelo).
Ella no quería molestarme es solo que así es ella, se acostumbró a decir lo que piensa de las personas sin rodeos, pero ella misma afirma que por ser de esa forma había causado daño a las personas sin intención.
Estuvimos dando vueltas por los alrededores de la iglesia y mientras hablábamos ya se estaba acercando la hora del servicio, Amelia sostuvo mi mano para correr por que no quería ser vista por su hermano mayor que cruzaba la entrada de la iglesia, aunque solo fuera por esa situación el simple hecho de tomarme la mano me hacía sentir como si estuviera en el cielo.
Decidimos entrar por la puerta trasera cuando ya se hiciera la hora del servicio y hablaríamos en el comedor de la iglesia, pero antes de entrar Amelia me pregunto.
- ¿Qué es lo que te gusto de mí?
- Pues, que eres inteligente, hermosa, eres una chica aplicada, sacas buenas notas...
- Y que es lo que piensas de mi físico. – dijo mientras daba media vuelta para desfilarse.
- Tienes buen físico creo... – dije aún tímido por la pregunta (dios quisiera volver a cuando era aquel niño y darle nepe por lo caído de la mata que era)
Me dio una mirada esperando más, pero la timidez nunca me dejo decir lo que realmente tenía que decir, después de todo era un niño al fin y las palabras no estaban de mi lado.
Entramos al comedor para terminar la conversación, nos sentamos en el pasillo que daba conexión con la salida para no ser vistos.
- Moisés es lindo de tu parte que me digas todo esto pero lo que en verdad sientes no es amor, lo que sientes es admiración, yo solo te veo como amigo y sé que lo mejor por ahora es que me distancie de ti para que se te pase.
- Ha, ok – dije sintiendo un nudo en mi garganta.
En una parte muy profunda de mi ser no quería dejar las cosas así, quería explicarle todo esto que sentía pero el miedo y los nervios nunca me dejaron y al final solo me reúse a aceptar sus palabras.
Cuando iba de camino a casa después del servicio en la iglesia solo miraba el suelo sin pensar en absolutamente nada, solo sentía un gran vacío dentro de mí, era como si algo se hubiera perdido en lo más profundo de mi ser dejándolo todo en silencio, salude a mi madre inexpresivamente y entre a bañarme.
Solo me quede mirando la pared del baño mientras sentía el agua recorrer por todo mi cuerpo inmóvil y en un segundo todos los recuerdos de lo que ocurrió en aquella tarde mientras caminaba con Amelia se reunieron en un solo instante, y estalle en llanto.
Era un llanto desde lo más profundo de mí ser, mi mente se preguntaba por qué estaba llorando de esta forma y fue allí cuando recordé que ese tipo de llanto solo me había ocurrido una vez, cuando escuche la noticia de que mi padre había muerto.
Fue tanto el dolor que sentí que mi mente bloqueo aquel recuerdo, pero ahora un dolor semejante hizo volver a la luz aquel recuerdo antiguo de mi infancia.
Se repetían una y otra vez sus palabras en mi cabeza, mientras lloraba en silencio y solo escuchaba.
- Solo te veo como amigo, lo que sientes es admiración, me apartare de ti.
Acostado en mi cuarto mientras miraba el techo no paraba de pensar en ella, recordaba todo lo que ella me había acostumbrado sentir, de esa felicidad sin explicaciones que me hacía volar pero ahora solo sentía que caía a un poso vacío sin fin.
Desdepequeño siempre me pregunte cual era la razón para que yo viviera, como nuncahalle solución a aquel gran vacío que sentía simplemente decidí ignorar larespuesta olvidando la pregunta, pero ahora el vacío que sentía me hizorecordar aquella pregunta y sin saberlo ya había encontrado la respuesta,Amelia ahora era se convirtió en una razón de vivir para mí.
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la razón de dibujarte
Novela JuvenilCada vez que siento que ninguno de mis dibujos sale necesito inspirarme y que mejor inspiración que dibujarla a ella, este libro narra unas de las mayores fuentes de inspiración que poseo y tratare de explicar cómo se siente ese universo de ideas an...