Acariciaba las crines de la vieja yegua de la humilde finca de su esposo. Acariciaba no solo aquel corcel, sino también su vientre redondo. Los aires del campo le sentaba muy bien y mucho más en su estado de embarazo. Nada mal para una mujer acostumbrada a la bulliciosa ciudad de Zekan.
Según la radio de la mañana, iba a salir la luna más pronto de lo usual, pero ella no temía a la oscuridad.
Sintió un presentimiento extraño, como si algo amorfo la acechara, «efectos del embarazo» pensó ante su nerviosismo. Le dolía un poco la espalda, los ocho meses de embarazo ya estaban dando efecto, no se podía ver los pies por su enorme vientre a punto de cumplir los nueve meses.
Al salir, la luz del ambiente era rojiza como si hubiese descendido un manto desde el cielo. Subió la mirada de manera hipnótica. La luna había salido, sin embargo, esta era roja y resplandecía masivamente.
Salió de su trance, horrorizada al darse cuenta en que se trataba de un eclipse, se dirigió lo más rápido posible hasta su casa. Cada paso ya era dado de forma cansina, sus fuerzas se estaban agotando, como si fuera absorbida por el manto rojo que la rodeaba.
Distinguió el sonido de la camioneta de su esposo, escuchaba con claridad el sonido rápido de las pisadas de su marido, gritando su nombre con desesperación:
—¡Sakura! —La sostuvo cuidadosamente de los costados, evitando su caída—. ¡No mires la luna, ven conmigo! —Vio que ella temblaba como una tela de seda al viento—. Cálmate... Escúchame bien, iremos a buscar un doctor, cierra los ojos y no dejes de escucharme.
—Tengo miedo... Nuestros hijos.
—Ellos estarán bien. Vamos, súbete a la camioneta y cúbrete con la manta de atrás.
Cerró los ojos durante todo el trayecto que la oscuridad detrás de sus párpados ya no era negro, sino un color marengo y tan opaco como el color de las crines de aquella yegua que solía acariciar con devoción. La textura de la manta es áspera, pero lo suficientemente gruesa para impedir el contacto de aquella luz rojiza con su piel. Sus cabellos rubios ya eran una maraña en su rostro.
Llegaron a su destino, la voz de su esposo era mesurada para calmar las sensibles emociones de su esposa en embarazo.
—Toma mi mano y no te quites la manta, todo va a estar bien.
Los latidos de su corazón se acompasaron al tocar la mano de su marido, eso lograba tranquilizarla al igual que el movimiento de sus bebés en su vientre, «por favor, no dejen de moverse, quiero saber que están vivos».
Atendieron rápidamente a Sakura cuando reconocieron el rostro del científico Kiryuu, al parecer, las salas estaban repletas de mujeres abortando por los efectos del eclipse.
Ante esta vista, Sakura juntó sus manos en su vientre, comenzaba a derramar lágrimas involuntariamente.
—No llores —dijo firme—, no te asustes. Mantente calmada, no es bueno para los bebés que te alteres.
Asintió ante los consejos y demandas de su esposo. Era difícil conservar la calma escuchando a todas esas mujeres llorando desconsoladas.
Le hicieron una ecografía y la indujeron a tomar agua. En la pantalla se podía ver las casi inconfundibles siluetas de sus hijos.
—¿De verdad se expuso al eclipse, señora Kiryuu?
—Sí.
—No veo anormalidad alguna, sus hijos están bien por lo que puedo ver, sus corazones laten saludables y no hay señal de un aborto futuro —le confirmó la doctora, tranquilizando su nervioso corazón.
—¿Ves, Sakura? Te dije que todo iba a estar bien. Doctora, ¿es posible en que nuestros hijos tengan alguna particularidad al nacer?
—No estoy segura, señor Kiryuu. Sin duda es extraño cuando una mujer en embarazo que presencie un eclipse sobreviva, tal vez uno nazca con una mancha extraña, pero no pasará nada grave si su mujer sigue cuidándose. —Apagó la pantalla—. Su mujer tendrá que pasar la noche aquí, le haremos un monitoreo de veinticuatro horas por si las dudas hasta que pase el eclipse, le proveeremos de todo lo que necesite.
—Está bien, si eso garantiza la seguridad de mi esposa e hijos, no me negaré. —Acarició los rubios cabellos de su esposa, su mirada estaba inquieta pero la cariñosa sonrisa de su consorte la hizo sentir segura.
Pasaron las veinticuatro horas y confirmaron que sus hijos y mujer estaban bien. Sakura pudo dormir tranquila hasta que en unas semanas dio a luz a unos saludables gemelos, el mayor tenía una extraña marca en la parte de atrás del hombro derecho, nada grave.
Ambos nacieron con los ojos hermosos y particulares de su madre. Sakura no sabía si era ilusión suya, pero sentía que había visto que uno de los ojos de su hijo mayor se había tornado rojo como el manto lunar de aquella tarde, parpadeó un par de veces para ver que sus pequeños ojos estaban bien.
«Debo estar cansada».
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Dimensiones (Bl/Crossover)
FanfictionUnos científicos encontraron la ruptura entre su mundo y otro desconocido. Hallaron cuatro cuerpos en estado de hibernación, son grandes y con extremidades muy parecidas a los seres humanos; dos machos y dos hembras. Los transportaron a salas...