𝐼𝑡'𝑠 𝑓𝑢𝑛 𝑡𝑜 𝑙𝑜𝑠𝑒 𝑎𝑛𝑑 𝑡𝑜 𝑝𝑟𝑒𝑡𝑒𝑛𝑑
1994
El grunge se había apoderado de los walkmans, los teléfonos tenían cables y los celulares eran demasiado caros para tener uno, había revueltas en las calles por las crisis internacionales...
Millie está saliendo de uno de los estudios de arte que hay en el cuatro piso con su bolso que cuelga de su hombro derecho, este está chorreando pintura azul y del otro lado un lienzo color purpura, solo púrpura, es un trabajo en proceso, pronto este se convertirá en una obra abstracta o un retrato que solo espera no termine siendo un chico de rizos negros y pecas, ya que está cansada de ocultar esos en la bodega de suministros para que sus amigas no los vean, ya casi no tendrá espacio para más, si sigue pitándolo una vez por semana.
Ha quedado de almorzar con sus amigos en la cafetería antes de comenzar con la jornada de la tarde, es martes de pizza y eso nunca falla, es como lo que le da la energía para seguir con el resto de la semana, así que conforme va acercándose su estómago empieza a hacer ruiditos avisándole que se muere hambre gracias al delicioso olor, es una lucha real, porque básicamente el hambre la ataca cada dos minutos sin importar lo que esté haciendo.
— ¡Millie! — de la nada escucha su nombre a lo lejos y solo estas 6 letras salidas de una garganta en específico pueden causarle ciertos escalofríos, por lo que al detener su paso y voltearse se lo encuentra ahí de nuevo, sonriente y alegre, como siempre, a él parece que la felicidad no lo deja, ni un solo instante — ¿Qué hora es? — cuestiona entretenido una vez que la alcanza.
— ¿Cuántas veces haremos esto? — pregunta tratando de disimular lo encantada que está de verlo y poder caminar juntos hacia el punto de reunión con los demás — Te lo voy a devolver, Wolfhard.
— Es divertido. — el más alto se encoge de hombros tratando de restarle importancia — Nuestro chiste. — no te derritas porque dijo nuestro, no lo hagas, no lo hagas por favor — Si me lo devuelves volverás a llegar tarde y entonces ya me veo jalando tu pupitre todas las mañanas. — un poco más taciturna, la aludida rueda los ojos y niega.
