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Unas horas antes...

La tarde de Agoney no mejoró mucho cuando abandonó la cafetería. Había esperado durante horas para hablar con Raoul pero no tenía ni idea de que le iba a decir. ¿Cómo le explicas a un tío que conoces de hace relativamente poco tiempo que es el único que le excita? ¿Cómo explicas tener un amigo especial durante un par de semanas y que no haya tenido ni ganas de acostarte con él? Daba gracias a los padres de Raoul por aparecer en ese momento porque hubiese quedado como un auténtico imbécil.

Se acercó a la plaza donde había quedado con Javi intentando borrar de su mente todo lo que llevaba dando vueltas durante toda la tarde. Ahí le esperaba el moreno, tan alto, tan guapo, tan sonriente y tan bueno que no se merecía que Agoney pensase en otra persona estando con él.

Le recibió con un pequeño beso que fue sobreanalizado por el canario. No sentía nada especial, nada diferente, nada parecido a lo que había sentido cuando fueron los labios de Raoul los que le habían acariciado. Se abrazaron unos segundos que se sintieron a despedida. Agoney sabía que no estaba siendo justo con él. Había puesto todo de su parte en esta relación pero él no era capaz de dar lo mismo. Nunca lo había sido y dudaba que alguna vez fuera capaz de darlo. Su subconsciente le pregunta ¿y si fuera Raoul? ¿podrías enamorarte de él? pero Agoney se negaba a responder.

Él nunca se iba a enamorar.

El concierto era algo tan íntimo que no dio descanso a la movida cabeza de Agoney. El cantante, guitarra en mano, entonaba las más tristes letras que fuese a escuchar. El ambiente no ayudaba, todos sentados en ese teatro pequeño, dando un aura de fragilidad que reflejaba los sentimientos que poco a poco iba descubriendo el moreno. Con una de las últimas canciones, sintió como la primera de varias lágrimas descendían por su mejilla. Su acompañante lo miraba con una pequeña sonrisa, intuyendo que eso que le había movilizado de tal manera no era él. Apretó su mano, dándole un poco de seguridad, diciéndole sin palabras que lo entendía. Que uno no elige de quien se enamora, que es algo mágico, que nadie puede provocarlo.

Salieron del teatro y Agoney pidió perdón mil veces. No intento explicar porque todo había quedado claro.

- No te preocupes, Agoney. No puedes hacer nada.

- Aún así me siento culpable. Tú eres fantástico y yo... yo no sé qué me pasa. Creo que siento algo por otra persona que se empeña en buscarme pareja. No estoy enamorado pero necesito hablar con él y hacer algo porque... - Agoney no encontraba las palabras, estaba hablando demasiado.

Javi le dio un último abrazo y se despidió con una sonrisa.

- Tu cupido estará orgulloso. Ha hecho su trabajo. Agoney Hernández, enamorado.

- Muy gracioso, Javi. ¡Ni estoy enamorado, ni existen los cupidos!

Su amigo abandonó la plaza soltando unas carcajadas que rebotaban entre las paredes y en el corazón de Agoney. Él no estaba enamorado. Estaba enchochado. Eso. Enchochado de Raoul. De su suave pelo y su suaves labios, de sus manos que le tranquilizaban cuando estaba alterado por no saber seguir el dichoso artículo. De su risa, dulce y cantarina, que surgía cuando hablaba con Mireya o Nerea, de esa sonrisa que solo tenía reservada para él. De sus locas ideas que acababan siendo la mejor inspiración que pudiese tener. De su cuerpo fuerte y cálido que le abrazaba por completo. De su olor dulce, vainilla y canela, tentador y atrayente. De sus ojos. Sus ojos que brillaban cuando le contaba que había quemado una tanda de cupcakes pero que había salvado uno para él.

Dios.

Estaba enamorado de Raoul.

No sabía cuando había pasado pero había pasado. Como una tormenta de verano que llega de golpe, te cala entero y te deja feliz. Feliz por haberle puesto nombre a ese sentimiento que da calor en el centro de su cuerpo.

EPIFANÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora