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- Ago...

- Calla. - Agoney da vueltas por el almacén. Necesitaba decir tantas cosas pero... En realidad, solo quiere hacer una cosa.

- Ago, necesitas cal...

- ¡No digas que me calme! Ni se te ocurra. Eres un ángel. Un jodido ángel. ¡¡¡Qué tienes alas!!! ¿Y por qué me acuerdo de todo? ¿Por qué no te he olvidado?

- Agoney... Yo... No lo sé. - Y Raoul se derrumbó porque todo era igual de confuso para él. Lágrimas surcaban sus mejillas y su sonrisa se había desvanecido de su cara. ¿Quería olvidarle?

El moreno no había prestado atención a lo que pasaba con el rubio hasta ese momento. Y lo que vio le rompió todos los esquemas. No quería que Raoul llorase nunca y menos por él.

- Oh cariño... - Se acercó y cogió las mejillas del ángel en sus manos. Lo miró a los dulces ojos que siempre le habían mirado con cariño. Humedeció sus labios con su lengua y sonrió cuando notó como la mirada de Raoul se desviaba ligeramente a sus brillantes labios. Hizo lo que llevaba queriendo hacer desde que el recuerdo de Raoul había vuelto a su cabeza.

Besarle.

Ojalá poder besarle todos los días de su vida.

Fue un beso suave y delicado. Dos bocas que se conocían saludándose con cariño. Las manos de Raoul se aferraron a la chaqueta de un Agoney que acariciaba con sus pulgares el cuello del otro chico. Se besaron lo que parecieron horas pero que en realidad eran segundos. Terminaron con las frentes juntas, sintiendo el aliento del otro acariciar sus caras. Agoney dejó un último beso en su labios.

- Te quiero - susurró el moreno, notando como Raoul se agarraba con más fuerza a su cuerpo.

- Yo...

- No necesito que lo digas. Sé lo que sientes. Lo sé. Creo que nunca podrías ocultarlo, ¿no? - Soltó la cara de Raoul que aún sostenía entre sus manos y se mesó sus cabellos rizados. - Pero aunque te quiera, tenemos que hablar. Eres un ángel, Raoul.

El rubio agarró la mano del moreno y los acercó al sofá para poder explicarse. Poder poner en palabras todo lo que había pasado.

- Lo sé. Y lo siento. - Agoney intentó hablar pero Raoul no le dejó. - Necesito explicar lo que pueda, Ago. Déjame hacerlo. - El moreno le miró y agarró sus manos, dejando un suave beso en su palma, dándole el coraje que parecía necesitar. - No sé el tiempo que vamos a tener. No sé qué va a pasar ni qué ha pasado para que estemos en esta situación.

La mirada de Raoul era nerviosa. Miraba a todas partes y a ninguna en concreto. Buscaba algo que le avisara que venían a por él. Sabía que tenía el tiempo contado para explicarse pero no sabía cómo empezar. ¿Cómo le explicas al amor de tu vida que le intentabas emparejar con todos los chicos guapos que conocías? ¿Cómo explicas que a la vez intentabas no enamorarte de alguien que sabías iba a terminar mal? 

- Tú, al principio, eras mi misión. Debía interceder para que te enamorases. Para que volvieses a creer en el amor. Te ponía en el camino posibles personas, gente que sabía podía encajar contigo. Chicos que podrían ser todo lo que necesitabas y siempre habias buscado...

- Nunca he buscado nada. - Agoney le interrumpió, muy digno él, nunca buscaba amor, nunca necesitaba a nadie. Raoul sonrió entre todo el drama que se les venía encima. Agoney era esa luz en una mañana nublada.

- Los humanos sois así. Pensáis que no buscáis amor, que no lo necesitáis pero no os dáis cuenta de que vivis para él. Te levantas y te preparas para el día pero tu subconsciente sabe que hay una posibilidad de conocer a alguien, alguien que te acelere el corazón o te ponga la piel de gallina.

EPIFANÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora