5

889 99 31
                                    




Esa mañana el cielo estaba muy concurrido. Cupidos volaban de una nube a otra sin detenerse. Raoul se encontraba en una lejana, escondido del mundo y sin ganas de ver a nadie. Lo que había pasado con Agoney le había roto un poco los esquemas porque no se lo esperaba. A ver, un poco si lo esperaba pero nunca hubiese pensado que iba a ser "así". Los cupidos vivían del amor pero pocas veces se enamoraban o tenían una relación con otro ser. Raoul había tenido sus cosas con algún que otro querubín pero nunca con un humano. Había sido... diferente. Los labios de Agoney sabían a la última cerveza que se había tomada y a algo más, algo dulce que no podía ubicar. Los planes que había pensado para su trabajo se estaban resquebrajando y, aunque intentaba aparentar seguridad, no tenía ni idea de cómo continuar o qué hacer. No le podía pedir consejo a Nerea y estaba seguro que Álvaro no iba a ser mejor idea... Estaba solo en este marrón que él solo había creado.

Desde su nube podía ver como Agoney salía corriendo de su casa y se dirigía a la oficina. Sabía que había quedado con Ricky para un reportaje de moda baño y que estaba nervioso. Había pasado por la cafetería y había preguntado por él pero Mireya no sabía su paradero así que se había ido un poco cabizbajo con su café para llevar.

- Parece que lo que pasó ayer sí que le ha afectado.

- Álvaro...

- No, no... Espera. No te vengo a echar un sermón. Ya te dijimos ayer todo lo que opinamos. Hoy vengo como tu hermano mayor. Vengo a escucharte y a cotillear un poco lo que ha pasado en tu vida últimamente.

Raoul lo observó mientras se acomodaba en la nube. Álvaro siempre había estado ahí cuando lo necesitaba pero desde que había ascendido en la pirámide de los cupidos se sentía bastante lejano a él. Odiaba tantos cambios en su vida y los últimos meses sólo había habido cambios y más cambios.

- Venga, enano. Cuéntame qué pasa con el periodista.

***

- Ricky, céntrate. Por favor. - llevaban ya varias horas en el estudio y el fotógrafo no había hecho ni una foto decente.

- Ay, Dios mío, Agoney. No puedo... este chico me altera y encima se pone a tontear y uno no es de piedra y está siendo una mierda de sesión pero una pasada de experiencia y podrías desaparecer un ratito, ¿no guapo?

Agoney se tragó la carcajada que su amigo le estaba provocando. Recogió todas sus cosas y les dejó solos "trabajando". Ya tendría tiempo luego de enterarse de todo lo que pasase entre esas cuatro paredes. Pero ahora mismo él necesitaba hablar con alguien y nadie parecía estar disponible. Raoul no estaba en la cafetería y, aunque le había parecido raro, no le había dado mayor importancia... pero ahora se estaba rayando de lo lindo. ¿Igual es que no quería verle? Lo del beso no había sido planeado ni mucho menos pero le había gustado. Los labios de Raoul eran esponjosos y suaves. Besarlos había sido... como comer algodón de azúcar en un día de feria con todas las luces a tu alrededor. Había sido una explosión que había comenzado en su boca y terminado en los dedos de sus pies. No tenía claro si quería repetir. Necesitaba hablar con alguien. Poner encima de la mesa sus ideas y buscar una solución. Eso era. Necesitaba una solución a su problema "Raoul". Deambuló por la oficina sin un destino fijo hasta que la voz potente de Miriam le llamó a su despacho. Entró y cerró la puerta. La chica tenía mil papeles encima de la mesa y le miraba con las manos en sus caderas.

- ¿Pero qué haces dando vueltas por la redacción? Me ha llamado tres personas diciendo que estabas "raro". Raro tú jejeje como si no te conociesen...

Agoney la miraba sin prestar mucha atención a sus palabras.

- ¿Agoney? ¿Estás aquí?

- Ayer besé a un chico y no puedo dejar de pensar en ese chico.

EPIFANÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora