El único sonido perceptible en el ambiente era producido por nuestras pisadas, resonaba un poco alto por el eco del pasillo que se encontraba vacío. Como tomamos un camino alternativo, no estaba repleto de estudiantes corriendo para comprar su comida en la cafetería.
Prince iba a la cabeza y yo solo me limitaba a seguirlo como podía, ya que él iba demasiado rápido. Su postura era tensa. No se giraba para comprobar si yo lo seguía o no, confiaba que yo lo seguiría a donde sea que estuviéramos yendo.
Después de un minuto, giró a la derecha para subir unas escaleras. Lo seguí hasta que llegamos a lo que parecía ser la puerta de la azotea. Él la cruzó sin importarle el signo de prohibido que se encontraba al lado. Yo me detuve para contemplarlo, al menos eso intenté, ya que el texto estaba en japonés. Abrí la puerta y lo vi de espaldas, mirando hacia el horizonte, pude ver una pequeña parte de su rostro, tenía una expresión seria y melancólica. Me detuve a unos cinco metros de él.
—¿Puedo saber por qué estamos en un lugar donde se supone que no podemos estar? —cuestioné con reparo. Se volvió hacia mí con lentitud.
—Aquí es más tranquilo, nadie escuchará ni molestará nuestra charla.
—Está bien. Aún quiero saber por qué no se puede estar aquí. —insistí. Prince se revolvió el pelo, cerró los ojos por varios segundos y suspiró.
—Veo que no sabías que Japón es el país con la mayor tasa de suicidios del mundo, ¿eh? —respondió crudo. —Estamos en la azotea de la escuela, te dejo que pienses el resto. —agregó con un tono serio. A decir verdad, sentí un gran escalofrío al procesar lo que acababa de escuchar.
—Está bien. ¿Para qué me trajiste aquí? No tenemos todo el tiempo del mundo, además que quiero comer lo que la señora Koizumi preparó para mí. —Quizá soné más rudo de lo que pretendía, pero de verdad quería comer y la comida me volvía loco.
Prince bajó su mirada a sus manos, las cuales estaba frotando entre sí, nervioso. Parecía buscar las palabras para dar inicio a lo que sea que quisiera decirme, pero sin tener éxito alguno. Alzó su vista hacia la mía, inhaló y exhaló con profundidad. Acto seguido, dio una zancada para arrodillarse ante mí, pegando su frente en el suelo. Me quedé un poco aturdido, sabía que esa postura era similar a suplicar por tu vida, pero no comprendía por qué lo hacía ante mí.
—¡Gildemeister-San, por favor, perdóneme por el daño que le causé! —rogó sin despegar la cabeza del suelo. —Le juro que no soy así, de verdad. Como no tengo amigos en el instituto, pensé que podría hacerme su amigo, ya que eras de intercambio, ¡pero eché todo a perder por culpa de mis estúpidos impulsos! —prosiguió. Su voz se iba quebrando a medida que hablaba. <<No me digas que va a llorar. Detesto ver a la gente llorar>> A todo esto, ¡¿por qué me trataba de usted?! —De verdad estoy arrepentido. Soy un fracaso... —partió en llanto.
A pesar de no conocerlo lo suficiente, no me gustaba verlo así. En la práctica se veía como una persona alegre y segura de sí misma, alguien que me agradaba, si bien no hizo bien en hacer lo que hizo, no podía tolerar verlo llorar a mi merced.
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Transferido a Japón (Pausada)
Teen Fiction¿Alguna vez quisiste ir a estudiar al extranjero? Si tu respuesta es sí, posiblemente te sientas como Alexander Gildemeister, un adolescente argentino que quería viajar a Alemania pero, por motivos de dicho país tuvo que viajar a Japón, junto a su m...