Veo el cielo y es tan oscuro, solo la luna puede verse. Recién me he percatado de que, a diferencia del pueblo, aquí en esta ciudad no se ven las estrellas, salvo un par de planetas que son bastante más brillantes. Hay una cosa obviamente artificial surcando en lo alto, pero claro que no es una estrella, es alguna nave humana. No puedo ver a mamá reflejada en el cielo.
Suspiro y bajo la vista.
Tengo que tener cuidado. Quizá Max no parece tener malas intenciones, pero tengo que cuidarme de esos humanos que andan por ahí con evolucionados. No he ido a ver a papá, él enseguida notaría que algo me pasa, y no quiero decirle la atrocidad que he visto.
Vuelvo a mirar, aunque sea a la luna, y pienso. Quizá es en vano pretender que puedo iniciar una vida aquí. Quizá lo mejor es ir al pueblo, con mi Marien, por supuesto, si es que ella lo desea. Si conseguimos hacer que se deshagan de la toxina, podríamos irnos...
No. Sería actuar como un cobarde otra vez. Ya suficiente con haberme ido para que no me mataran por traición, además el loco de Orión sigue por ahí. Lo que hace también puede catalogarse como terrible...
Marien sale de la ducha y volteo a verla. Ella me mira con cierta preocupación, y entiendo que es porque estoy un poco callado, pero no quiero preocuparla, ella no necesita todo ese estrés. Le sonrío levemente para calmarla.
Ella viene y se aferra a mi espalda. Sus finas manos se juntan sobre mi abdomen apretando su abrazo y la oigo suspirar muy, muy bajo.
—¿Todo bien...?
Niega en silencio.
—No soporto verte triste —susurra.
Aprieto los labios y bajo la vista. Caramba, sí la preocupé después de todo.
—No... no lo estoy.
—¿Entonces?
—Quizá me siento indignado, impotente, estas cosas pasan cuando hay guerras —explico—. Seguramente esos evolucionados también mataron humanos, pero aun así, también son víctimas de las cabezas detrás de esas batallas, incluyendo líderes como Orión.
—No hay excusa para lo que hacen esos hombres, están locos, es de enfermos, es... inhumano.
—Lo sé... siento que hayas tenido que ver eso, y siento haberte preocupado.
Niega de nuevo.
—Perdóname por no saber qué hacer para mejorar tu estado de ánimo.
Sonrío apenas.
—No digas eso —le pido con dulzura—. No tienes que disculparte, no es tu deber saber qué hacer para subirme el ánimo, o...
—Claro que sí —interrumpe—. Soy tu esposa, debería saberlo y me siento inútil.
Me duele escucharla decir eso de sí misma. Ella es maravillosa, no entiendo. Volteo despacio para verla.
—No eres inútil.
—Perdón —murmura bajando la vista—, pero... Nada, descuida, olvídalo.
¿Eh?
—No lo olvidaré —aclaro con incredulidad, ya que no le encuentro sentido—. Al decir olvídalo no hará que se me borre de la cabeza automáticamente. Dime qué ibas a decirme —le pido despacio.
Ella queda mirándome y se aclara la garganta.
—Ursa... —¿Ursa? ... Ay no...—. Me dijo que yo no valía para ti, porque no sabía muchas cosas —No, no...—, y entre esas el hecho de no saber qué hacer si algo te enojaba... algo así. —Ursa, pero ¿qué rayos...?—. Al parecer ella sí sabía mucho sobre ti. Yo ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños. Tu mamá estaría muy feliz si tú estuvieras con ella...
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Ojos de gato Sirio [La versión de él]
Ciencia FicciónSiendo un humano evolucionado, su curiosidad le va a llevar a conocer a los otros humanos, y a aprender sobre ellos, descubriendo sentimientos que no sabe que existen. **** Este libro es "Ojos de gato tentador" contado por el protagonista.