16.

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A la mañana siguiente, la señora Jeon ordena los tapetes sobre la mesa con algo de impaciencia. Su esposo está en la cabeza de la mesa, terminando su segunda taza de café como cada mañana. Ya habían pasado diez minutos desde que su hijo mayor había salido de casa más temprano de lo habitual. Le parecía algo totalmente inusual pues Jimin siempre esperaba a su hermano y viceversa, quizá no intercambiaban muchas palabras, pero ambos salían por la puerta sin problema alguno.

No quiere pensarlo mucho, aunque sabe que algo ocurrió anoche con la llegada de Suni. Tuvo que pedirle que vaya con cuidado a casa, que luego la mantendría al tanto sobre Jungkook y el porqué de su ausencia. Quiso ir al cuarto del menor, pero su esposo quién estaba a los pies de la escalera, le dijo que mejor era que lo arreglaran mañana en el desayuno.

La señora Jeon no había sentido la misma angustia desde hace ya varios años. Cuando Jimin lloraba en su hombro, rogándole que haga algo para que Jungkook hable con él y sean los mejores hermanos. Aun siendo el mayor, Jimin siempre mostraba sus sentimientos. El enojo, repulsión, fatiga y felicidad eran muy fáciles de percibir pues el rubio no se empeñaba en en ocultar las expresiones en su rostro.

Es por ello, que cuando bajó con desgano las escaleras, la angustia volvió a su cuerpo. Todo parecía volver a repetirse y no podía evitar sentir su corazón estrujarse, pues su hijo mayor ya había sufrido mucho por la indiferencia de su hermano y esperaba que esa mañana todo se arregle, y que las diferencias se dejen de lado. 

— ¿Jimin? —su madre pregunta algo confundida al verlo caminar hacia la puerta sin haber comida algo antes.— ¿A dónde vas, cariño? Espera que Jungkook baje para que puedan irse juntos, recuerda que tu hermano tiene que esperar a Hoseok para irse.

El rubio sostiene la manija de la puerta, odiando cada segundo en donde quiere quedarse y esperar a que su hermano baje, pero sabe que no puede darse el lujo de mirarlo al rostro y hacer como si nada hubiera pasado. Agradecía internamente que su madre no haya insistido, pues por lo poco que se había mirado en el espejo, sus ojos estaban totalmente hinchados de todas las lágrimas que dejó caer durante la madrugada.

Así que sin más, salió cerrando la puerta con cuidado, obviando el hecho de no era el único despierto en casa, y que desde la ventana de su cuarto, Jungkook podía verlo marcharse sin mirar atrás. Tragó su orgullo y arrepentimiento, y corrió hasta su armario, tomando la primera prenda que sus ojos vieran así como unos jeans regados en el tapiz de su cuarto.

Se demoró un poco cepillándose los dientes, lavándose el rostro y tratando de que su cabello despeinado no se vea tan mal. Maldecía internamente haberse quedado despierto, pues la falta de sueño le estaba haciendo efecto y sus ojos pesaban mientras arreglaba sus útiles en la mochila.

Cuando salió hacia el pasillo, su madre estaba a dos escalones de llegar a la planta de arriba. Ambos se miraron, y ella suspiró pidiéndole que bajara pues Jimin ya había salido y no iba a dejar que se atrasara. Jungkook asintió, bajando de dos en dos los escalones, dejando a su madre atrás mientras corría hacia la mesa, donde su padre se levantaba con una taza vacía en mano.

— ¿No crees que estás llegando tarde, hijo?—su padre cuestiona dándole una mirada inquisitiva.

El pelinegro solo atina a negar con la cabeza, pues él si estaba en hora, a diferencia de Jimin que quizá deba estar esperando por el bus en el paradero. Toma lo que quizá sea un sándwich de pavo, y logra ver a su madre sentarse mientras sostiene una jarra de cerámica con diseños de flores, que probablemente su abuela les regaló en la última Navidad.

Da un mordisco al emparedado, y corre hacia la puerta principal. Oye a sus padres gritar que regrese, pero su único objetivo aquella mañana de otoño era hablar con Jimin. Debía hablar sobre lo que ocurrió, lo había estado pensando toda la madrugada y había llegado a la conclusión de que... , disfrutó del beso y que... había sentimientos que debían salir a flote. No sabe de donde la valentía se estaba adueñando de su cuerpo, pero era lo último en su lista de preocupaciones.

La mochila golpeaba su espalda cada vez que aumenta la velocidad en sus pasos, pero es un alivio ver que Hoseok está apoyado en el poste de la esquina, y Jimin está sentado en la banqueta del paradero. Toma un respiro mientras desacelera sus pasos. Sus manos, algo frías por la brisa mañanera, se esconden en los bolsillos de sus jeans, intentando ignorar el hecho de que estaba comenzando a sentirse nervioso.

— ¡Jungkook-ah!—Hoseok exclama con su alegre voz.

Algunos alumnos que también esperaba por el bus, giran a ver el escándalo, pero Jungkook se siente intimidado cuando Jimin observa su figura acercarse hacia ellos. Aquella mirada era distinta. No estaba cargada de preocupación o aquella chispa que juraba haber visto ayer, ahora solo podía sentir indiferencia en su máxima expresión.

— Hoseok...—murmura entre dientes, quitando la mirada sobre su hermano mayor.— ¿Te parece si hoy vamos en bus? Hace frío como para caminar, ¿no crees?

Su amigo lo observa detenidamente, y luego a Jimin. Pasan segundos en donde la tensión comienza a crecer, y el rubio decide levantarse.

— J-Jimin, yo... uhm...—sostiene la manga de la casaca azul del rubio, tratando de impedir que se vaya.

El rubio fija sus ojos en el suelo, sintiendo como su paciencia empezaba a llegar a su límite. ¿Qué era lo que su hermano necesitaba? ¿Qué le dijera que olvidara el beso? ¿Era eso es lo que quería escuchar? No entendía el comportamiento de Jungkook. Al parecer, solo le bastó besarle, adueñarse de sus pensamientos y dejarlo con un sin fin de emociones mezcladas que habían dado como producto el llanto de enojo y arrepentimiento durante toda la madrugada.

— Uhm, chicos...—Hoseok interrumpe, llamando la atención de ambos.— El bus está doblando en la esquina.

Jungkook asiente, pero aun así no suelta a Jimin. Los alumnos comienzan a amontonarse en el lugar, esperando la llegada del transporte. Hoseok decide darles espacio, y camina hacia la multitud.

— ¿Qué es lo que quieres, Jungkook?— Jimin atrae su brazo hacia él, haciendo que los dedos del nombrado soltaran la manga de su chaqueta. Jungkook se sorprende ante tal acción, y baja la mirada.— ¿Vienes a decirme que todo fue una broma? ¿Qué fue un juego?

— Quiero hablar contigo, Hyung...—Jungkook levanta la mirada, intentando toparse con los ojos de su hermano.— Lo que hice ayer...

— No se volverá a repetir. —dice y agrega.— Ahora, sube al bus que se está yendo.

— Hyung, no... escúchame, por favor...

Jimin mira hacia el techo del paradero, encontrándose con graffitis de distintos colores y diseños. Jungkook se gira hacia el bus, pues el motor ruge y puede ver a Hoseok en uno de los asientos de la ventana, diciéndole con señas que suba de una maldita vez.

— Jungkook, no hay nada de que hablar. —dice Jimin, pero el sonido del bus marchándose apoca su voz.— No sé por qué lo hiciste, pero haz creado un lío en mi cabeza. ¿Sabes lo que hubiera pasado si alguien nos hubiera visto? ¿No pensaste en las consecuencias? ¡Hubieras destruido a la familia por completo!

Es allí en donde el pelinegro nota las ojeras y el enrojecimiento en los ojos de Jimin, y se siente culpable. Siente que ha arrastrado a su hermano en un espiral de emociones que deberían ser prohibidas para ambos. Se siente culpable, como el villano de una película.

— Lo siento, Jimin.—murmura el menor.

Es lo único que puede decir, y e rubio le da una última mirada para comenzar a caminar lejos de él. Jungkook tapa su rostro, y suelta un grito de frustración que es amortiguado por un sollozo. Jimin no quiere voltear, porque sabe, muy en el fondo, si cede a abrazar a su hermano y calmar su llanto, no aguantaría un segundo más sin probar sus labios.

Y dolía, porque Jungkook y él compartían la misma sangre después de todo.

Pecando al amar ┼ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora