18.

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— ¡No!— exclama Jimin, retrocediendo torpemente. 

Jungkook lo observa con un brillo en sus grandes ojos. Él siempre lo ha querido desde muy pequeño. Sabía que lo que sentía estaba mal, pero su hermano mayor siempre había sido fiel a su presencia, apoyándolo y dándole mimos, aún cuando de pequeño lo ignoraba con tal de que vaya en busca de su atención.

Porque sí, el menor siempre sintió un tipo de admiración hacia Jimin, y con tal solo diez años de edad, comenzaba a darse cuenta de lo que sentía no era correcto. El odio y la repulsión por sí mismo era tan grande, que luego de 3 años decidió hacer las pases con el rubio. Se odiaba por tener que verlo más que un hermano, pero era odiarse así mismo toda la vida o que Jimin lo odia. Y la primera opción siempre sería la correcta. 

— Jimin, esto no es algo de ahora...—Jungkook le da la espalda, caminando hacia la sala vacía.— Tú... desde pequeño, yo... siempre me gustaste, supongo.

Jimin lo ve sentarse en el sillón individual de la sala. El que solía ser su favorito cuando veía algún episodio nuevo de su novela favorita cuando era pequeño. Jungkook es alto, un poco más que él, y verlo sentado con la cabeza gacha remueve una sensación instalada en su pecho. Duele verlo triste, pero duele más saber que lo que sea que estén sintiendo, nunca será posible. 

Avanza hasta llegar a la sala, sus manos tiemblan por la repentina confesión, pero acaricia los cabellos azabaches de su hermano. Jungkook levanta la mirada, topándose con aquellos ojos mieles que había aparecido en incontables de sus sueños.

«Benjamín... ¿qué pasó luego de esa noche con Alice?» 

Se pregunta el menor al sentir que quizá estaba viviendo una realidad similar al la del libro. ¿Benjamín habrá sido lo valiente posible como para tomar la primera vez de su hermana? ¿O se habrá dado cuenta de su error y decidió alejarse antes de que todo se complicara? No solo estaba en juego la fraternidad sanguínea que traían ambos, también estaba el hecho de que su familia y amigos podrían acusarlos de un pecado tan... mortal. 

Porque eso era, un pecado. 

Estaban pecando al amar.

— Jungkook-ah...—dice Jimin, arrodillándose frente a él. Sus dedos aún jugueteando en su cabello.— Debes estar confundido, sé que siempre te he mostrado incontables veces cuando te quiero y toda clase de afecto cuando era pequeño, hasta lloré varias veces por tener tu atención y...

— No puedes deducir lo que siento solo porque crees que está mal.— toma con algo de brusquedad la muñeca de su hermano, y la retira de su cabello.— Jimin, son mis sentimientos, y sé perfectamente qué está bien y que no. 

— Eres un crío, ciertamente no tienes idea de nada.—el rubio sostiene la mirada, demostrando su molestia.— Hace unas semanas atrás te burlaste de mi sexualidad, en el colegio ni siquiera me defiendes y tratas a Taehyung como si fueras un niño de seis años. 

El menor gira su cabeza hacia la izquierda, donde la ventana abierta dejaba entrar el aire frío de la tarde. Las cortinas verdes aguas se levantaban cada cuanto, dejando ver lo poco del vecindario y personas que pasaban. 

— ¿Quieres que te lo escriba? ¿Qué te lo grite a los cuatro vientos? —murmura enojado. Le molestaba que Jimin no entendiera lo que sentía. —Tú siempre te mostraste atento a mí, y tenía tanto miedo de que te aburrieras de mi atención, de lo que podía darte cuando era pequeño. Así que pensando como un niño, decidí alejarme de ti para que vengas en mi búsqueda. No quería que nadie se te acercara, absolutamente nadie. 

— Bueno, lo conseguiste, supongo.—Jimin murmura, levantándose del suelo.— Porque yo daba todo de mí para poder estar a tu lado, de poder ser el hermano mayor perfecto, y tú solo... solo me querías lejos para que yo siga buscando tu atención. ¿Qué tan egoísta puedes ser, Jungkook? 

El nombrado se levanta. Su postura es firme y decidida. 

— Lo suficiente como para decirte que quiero besarte sin pensar en las consecuencias de nuestra familia. 

Jimin lo observa. Su hermano diciendo aquellas cosas con tanta frialdad, como si no se diera cuenta que si los sentimientos en ambos florecían con rapidez, ya no podrían detener nada. Absolutamente nada. Serían tan obvios y torpes, que quizá su familia ya no sería su hogar. Los tildarían de pecadores, obscenos y pervertidos. Serían el hazme reír de la sociedad y todos los apuntarían con el dedo al querer mostrar algún afecto en público. 

— ¡Deja de decir eso, Jungkook! 

Su grito retumba en las paredes de la casa. El nombrado lo mira, algo sorprendido por dejar salir tal exclamación. Y rápidamente se siente culpable.

— Vete a tu cuarto.

— ¿Qué?—dice y agrega—Jimin, no tenemos que hablar, nosotros..

— ¡No hay ningún nosotros, joder!—se acerca hacia su hermano menor, apoyando sus manos en su pecho, golpeándolo.— Olvidemos el maldito beso. Tú me sigues ignorando como siempre, y yo sigo yendo tras tu jodida atención. 

— Jimin, no...

— Sal con Suni, tengan citas y bésala a ella. —ambos se observan fijamente.— Es ella la que te guste, Jungkook. Ella, tan bonita y con aquellos lazos en su cabeza. Tan extrovertida y buena en el fútbol. ¡Es ella! A la que deberías de argumentar por un tonto beso que no...

Jungkook está besándolo. Sus labios finos almodeándose con los suyos. Su respiración se corta cuando el menor muerde levemente su labio inferior, y sus manos sujetan su nuca con fuerza, como si tuviera miedo de que fuera a escapar. Las piernas de Jimin tiemblan por los nervios y la necesidad de querer continuar con el beso. Pero se separa, separa tan rápido que termina mordiendo a su hermano.

Hermano...

— ¡Jimin! —exclama Jungkook, viéndolo correr escaleras arriba..

Con cuidado lo sigue, lamiendo la herida pequeña que causó el beso en su boca. Su hermano cierra la puerta de su cuarto, poniéndole seguro a penas entra. 

— Sabes, yo podría salir con Suni y darle las mejores citas de mundo,—Jungkook sabe que Jimin lo escucha a través de la madera que los separa.— podría cantarle serenatas o llevarla a ver partidos de fútbol. Es una buena chica, es preciosa y se nota que le gusto. 

— Lárgate. 

— Pero, ella no es tú, Jimin. Ella no me hace sentir tan nervioso o con la adrenalina en las nubes cuando estás con alguien más. Ella no se compara a la determinación que tienes cuando lees un libro, o sueltas una carcajada a mitad de la madrugada. Suni no es tú, Jimin. Y no creo que llegue a serlo. 

El rubio ignora sus palabras, y se tira sobre su colchón, escondiéndose bajo las sábanas azules de su pieza. Oye los pasos de su hermano irse, y suelta el primer sollozo de la noche. Le dolía saber que Jungkook parecía tan enamorado de él, pero no debía dejarse llevar por todos esos sentimientos y palabras.

Debía hacer algo que la situación no empeorara. Era el hermano, el encargado de ambos, el que debía velar por él. 

Y aunque la idea que cruzaba por su mente iba a destruir a los dos, debía romper el corazón de Jungkook para que comenzara a verlo como el hermano que es. 




[Gracias por todos sus comentarios. Me alegra mucho saber que la historia les está gustando.]

Pecando al amar ┼ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora