Todos le tenían miedo. Ella no.
Se sentía protegida cuando él la abrazaba. No era que necesitase protección, los dos lo sabían perfectamente. Pero le gustaba saber que alguien quería cuidar de ella. Él era basto, cabezón, malhumorado y tenía miles de bromas de muy mal gusto. Pero todo quedaba en segundo plano cuando le conocías. Tenía un corazón enorme, la inocencia de un niño y la inteligencia innata de un criminal. La mayoría de gente pensaba que era un pobre idiota. Ella sabía que en realidad, era terriblemente inteligente. Pero su ingenio se accionaba solo en algunas situaciones.
Sin embargo ese mismo sentimiento reconfortante de sentirse bajo el cuidado de Kevin, también la asustaba terriblemente. No de él, sino por él. Era demasiado entregado y temía que no midiera bien sus acciones, una respuesta desmedida podía implicar que ella lo perdiese para siempre. Los mismos poderes increíbles de Kevin eran su mayor debilidad. Pasar la linea era fácil muchas veces, necesaria de vez en cuando. Pero nada, ninguna razón existente sería suficiente para que Gwen dejase que Kevin se pusiera en peligro. Simplemente todo dejaba de importarle cuando su novio se ponía en riesgo.
Y por eso estaba allí de pie, delante de un osmosiano que alguna vez fue su dulce novio, recubierto de electricidad que cruzaba su cuerpo como si él estuviera hecho de toda esa energía azul. Sus ojos usualmente negros ahora eran blancos y la miraban sin ningún sentimiento, sino con interés, un peligroso y oscuro interés. Kevin se inclinó ligeramente para quedar cerca de su rostro, encarándola sin vergüenza alguna.
— ¿Te atreves a plantarme cara, Gwen? —Su voz sonaba distorsionada, ligeramente más aguda.
Tiempo atrás ella habría temblado, llorado, suplicado. Pero ahora se mantenía delante de él con decisión y sin miedo. Sabía lo que él sentía por ella y no tenía ninguna duda de ello. La determinación de la anodita incomodó a Kevin, y apretando los dientes con rabia, irradió gran parte de su energía corporal hacia fuera. El cuerpo de Gwen se desintegró y en su lugar quedó su forma anodita. Los gritos de Ben pidiéndole que se apartase de él se perdieron en algún momento, ahora sólo existían ellos dos. Dos energías que chocaban entre ellas. Ella púrpura, llena de amor y fuerza. Él azul, lleno de deseo y rabia.
Claro que ella se atrevía a plantarle cara. Él nunca la dañaría. Aquella había sido su promesa. Sus ojos se encontraron, blanco con blanco, energía con energía. Y supo que una parte de ella lo amaba por la sensación de que eran contrarios. Ella un ser de magia, de poder, él un ser con un hambre insaciable de poder. Kevin podría consumirla y ni así estaría satisfecho. En cualquier momento, en cualquier lugar, para él sería muy fácil asesinarla. Pero en lugar de eso, la protegía. La protegía por encima de todo, incluso de si mismo. Como en ese momento que para evitar que un rayo de energía pura acabase con ella Levin se había colocado delante, absorbiendo todo el poder del rayo con su cuerpo hasta sobrecargarse de energía y volverse loco.
Gwen alzó la mano hasta acunar el rostro de Kevin, sin dudar, sin miedo. El osmosiano frunció su ceño sin entender como, siendo él un monstruo, un peligro, ella se atrevía a tocarle. El primer pensamiento fue aprovechar el contacto para absorberla, anularla, pero algo en él dolió tanto que no se atrevió a hacer nada. Esos segundos fueron clave, pues Gwen colocó su otra mano en el rostro de él antes de besarlo. Fue lento, suave, haciendo que Kevin recordarse cada uno de sus besos, de sus caricias, de sus susurros nocturnos. Las manos del chico la tomaron por la cintura para acercarla más, terminando por abrazarla para que ella no se alejase.
Ben volvió a gritar desesperado, estaba convencido de estar viendo el asesinato de su prima en manos de su mejor amigo, pero antes de hacer nada, Max Tennyson colocó su mano en el hombro de su nieto para detenerlo.
Allí, donde se estaban besando, no pasaba nada más. Ella no gritaba, no desaparecía. Él no estaba usando su poder con ella. Gwen se separó de los labios de su novio, rodeando su cuello con los brazos y juntando sus frentes. Sus pies ligeramente separados del suelo mientras flotaba para así llegar a la altura de Kevin. Los dos mantenían sus ojos cerrados, intercambiando algo que no era energía pero se sentía como tal. La rabia de Kevin se fue disipando, su insaciable necesidad de poder fue completamente aplacada por otra necesidad mucho mayor: estar con Gwen.— Vuelve conmigo, Kevin. Te necesito. —Su tono fue dulce, como la voz de un ángel que llama a su demonio para calmarlo.
La energía extra del osmosiano empezó a drenarse de una forma única. Diferentes rayos salían disparados de diferentes partes de su cuerpo, algunos se perdían en el suelo, dejando una mancha oscura, otros ascendían hasta el cielo y se perdían en las estrellas. Cada vez su alcance era menor, hasta que finalmente se limitó a rodearle hasta consumirse del todo. Ella lentamente retomó su forma material, su cabello purpura y ondulante se tornó rojo y lacio. Su irradiante cuerpo se fue disipando hasta convertirse en una piel perfectamente lisa. Volvieron a mirarse a los ojos, ahora verde y negro.
— Me has salvado. —Mustió él, algo alterado por todo lo que acababa de pasar. Ella negó con suavidad, sin alejarse de su rostro.
— No Kev, tú nos has salvado. —La femenina mano se colocó sobre su mejilla, brindándole el consuelo.— De no ser por ti, yo...
— Chicos, espero que no rompáis jamás. —Las palabras de Ben cortaron la frase de Gwen. Los recién llegados todavía estaban dudosos si fiarse de Kevin, excepto Ben. Él sabía que el problema se había solucionado.
Y es que nadie mejor que su prima para entender la complejidad de Kevin. Sus miedos, sus prejuicios, sus ilusiones. Ella veía a través de él con tanta facilidad, sabiendo qué hacer y decir en todo momento para ayudar su novio. Para guiarlo por el camino del héroe. Su héroe.