Cpt. 20- Vainilla.

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Narra Karol

—¡Vamos, vamos, vamoooos!

—Que no.

—Que sí.

—Que nooo.

—Que siii.

—No pasará, nunca.

—Pero… yo quiero —puse mi mejor puchero.

—No, jamas.

—Aaaayyyy, Ruggeeeeee.

—Que no.

Me colgué de su brazo, para jalarlo y no pudiera caminar.

—Ruuuuuggeeeee, quiero.

—No.

—Uno chiquito, diminutoooo.

—No.

—¿Por quéeee?

—Porque no.

—Bien —solte su brazo, y cruce los míos— Ire sola.

—Ok.

Le di la espalda y empecé a caminar en dirección opuesta. Cuando di unos diez pasos, volvee a mirarlo. ¡Se estaba comprando un helado! ¡Sin mí!

Se dio cuenta de que le estaba mirando, sonrió y mordió el helado.

¿Por qué será así? ¡Yo también quiero!

Me acerqué rápido a él, y le di un golpe en el hombro.

—Auch. ¿Qué te pasa, bestia?

—Bestia, tú. Yo también quiero helado.

—No era que querías otra cosa. Decidete, Huracancito.

—Quiero helado, y después lo otro.

—No se te entiende —suspira—. Genial, me da otro helado, del mismo sabor.

—¡Heeelaaadooo!

—Calmate.

—Esta bien. Pero sigo…

—No —me interrumpió—. Estate calladita.

Asentí.

A veces no entiendo a este chico, pero lo quiero así.

Pero también quiero un tatuajeeeee, quiero uno chiquito, no tan grande. Pero Rugge no quiere. Y no comprendo, él tiene uno, ¿por qué yo no puedo?

—Toma —me tendió el helado. Lo mire con un puchero— que no, Huracancito, no te harás un tatuaje, fin de la discusión.

Solo lo mire, no dije nada, y comí mi helado. Nada más.

Tampoco dije nada cuando me propuso volver a pasear. Y tampoco cuando subimos al coche, y mucho menos en todo el camino a mi casa. Ni una palabra. Es raro no decir nada, normalmente solo me quedo callada cuando duermo.

—¿Qué te pasa, Huracancito?

Lo mire, y negue con la cabeza.

—¿Estas bien?

Me lo pensé, sigo queriendo el tatuaje. Pero aún así, asentí.

—Habla. —su expresión cambio, parecía un poco molesto.

Sonreí. No le gustó que me quedara callada.

—¡Tú dijiste que este calladita! —dije riendo.

Mi Huracán De Felicidad [Terminada ✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora