Crónica VII- En aquel fatídico día

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Escrito por: Tirez

La carga emocional que Innei llevaba en ese momento era demasiada para un niño de tan
solo 8 años. El hospital de Teselia ese mismo dia estaba abarrotado de gente, pero para el
pequeño chico que se encontraba delante de la sala 257 sólo existía una persona: su madre.

Hasta hacía unos pocos minutos, él estaba junto a aquella pobre mujer que apenas sobrepasaba los 30 años, tomando su mano con un miedo que a su vez se transformaba en fuerza, una fuerza de la que Innei no disponía para sobrepasar todo lo que estaba sucediendo.

Los médicos irrumpieron en la sala tras el último suspiro de la madre al grito de "¡La estamos  perdiendo, deprisa!". No entendía nada, no sabía nada. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de  repente tantas personas tuvieron la necesidad de entrar a la sala de su madre? Innei se negó varias veces a dejarla sola y trató de quedarse por la fuerza mientras gritaba repetidamente: "¡No otra vez! ¡No otra vez!"... Pero era solo un niño, apenas consiguió aguantar unos segundos y después fue llevado a la sala de espera mientras su madre se alejaba más y más de él, mucho más de lo que incluso Innei podía percibir a simple vista.

-No te preocupes, los médicos saldrán pronto y podrás volver a entrar con ella. Intenta
tener paciencia, ¿vale?- Una voz afable pronunció esas palabras justo detrás de Innei. El
niño se dió la vuelta mostrando como su rostro una vez más se había transformado en el de
una persona completamente rota, cuyos ojos habían pasado de ser unos soles que irradiaban
luz a las cataratas más oscuras que el ser humano puede imaginar. Simplemente se lanzó a
abrazar a la mujer rubia de pelo corto que ahora estaba justo delante suya, llorando y sin
decir nada, pues sus palabras habían quedado ahogadas entre sus lágrimas. Bel miró a
Innei desde detrás de los cristales de sus gafas, con una mirada mucho más apenada de la
que tendía a mostrar. Sabía perfectamente lo que todo esto significaba y por primera vez en
su vida, no encontraba la manera de animar la situación. Los minutos pasaron, pareciendo
horas. El niño se mantuvo inmóvil, negando una y otra vez la idea que rondaba por su cabeza asaltandole sin piedad y rompiendole cada vez más. Finalmente un médico salió de la habitación y miró a Bel fijamente negando con la cabeza.

Bel separó sus manos de la espalda de Innei quedándose completamente quieta mientras las lágrimas caían de sus ojos sin poder reprimirlas. El chico alzó la mirada al sentir como una fina lluvia de tristeza caía sobre su cabeza, observando a una Bel completamente distinta a la que él estaba acostumbrado, una Bel que parecía el vivo reflejo de Innei, pues ambos estaban igual de destrozados por dentro. En aquel fatídico día, una mujer de unos 27 años había perdido a su  hermana y un niño que recién habia cumplido los 8, había perdido a su madre.

-Siento que hayas tenido que pasar por todo esto...-Un hombre de apróximadamente la misma edad que Bel se acercó a Innei. Su pelo era de color castaño, que usualmente estaba adornado con una gorra que portaba el símbolo de una pokeball en ella, aunque esta vez no era asi. Sus ojos de color marrón miraban al joven Innei, que ahora vestía un traje completamente negro al igual que todos los presentes en el funeral de Crystal, su madre. El chico simplemente asintió, mirando fijamente al suelo. Había pasado una semana desde aquel suceso que cambió a Innei por completo. El niño no tuvo otra opción que dejar de llorar para que las lágrimas dejaran de eclipsar su visión, pero aún así, no era capaz de ver lo que el futuro le deparaba. Apenas era capaz de comer o dormir y su estado de salud empeoró gravemente. Los amigos de su madre, Lucho y Cheren, trataron de llevarle a terapia psicológica varias veces, pero Innei simplemente se negaba ya que no se sentía con las fuerzas necesarias como para hablar con un desconocido sobre sus problemas. Lucho suspiró profundamente sin apenas prestar atención a las oraciones que recitaba el cura a cargo del entierro. Su mente en este momento estaba demasiado centrada en el muchacho que tenía delante. El funeral finalizó unas horas más tarde e Innei se retiró sin decir ni una sola palabra. Tampoco quería escuchar a nadie. Estaba cansado de tantos pésame, tantas palabras que se repetían constantemente. Unas palabras vacías de sentimiento, pero que llenaban la mente del niño con pensamientos que trataba de olvidar sin éxito alguno. Se sentó en un banco a las afueras del cementerio, mirando al suelo una vez más. Lucho se sentó a su lado mirando la puesta de sol que marcaba el final de este día.

-¿Sabes? Cuando yo tenía tu edad me fascinaban los pokemon. Unas criaturas que podían pasar de la cosa más simple a lo más majestuoso con tan solo dos evoluciones. Además, son capaces de trabajar codo con codo con los humanos y no solo eso, muchas veces llegan a ser los mejores amigos de sus entrenadores. ¿No te parece fascinante?- Innei simplemente se encogió de hombros sin desviar su mirada ni un solo instante.- Entiendo... — Lucho se mantuvo en silencio durante unos cuantos minutos, sin saber muy bien qué decir. Y mientras la luz del sol caía por detrás del horizonte, su mente se aclaró.- Recibí mi primer pokemon con 14 años, ya que es la edad en la cual podemos empezar nuestra aventura por el mundo pokemon como entrenadores. Te diría que ese dia no estaba nervioso, pero mentiría completamente.- Soltó una pequeña risa recordando viejos tiempos. Lucho sentía como si todo hubiese pasado hace apenas unos meses.- Estábamos tan nerviosos, que incluso llegamos a combatir en mi habitación, supongo que puedes imaginarte el desastre que montamos. Desde ese momento viajé por todo Teselia, viviendo mil y una aventuras. ¡Incluso derrotamos a un equipo malvado! Sin duda alguna, los pokemon cambiaron mi vida completamente y me han hecho llegar a donde estoy ahora. Innei alzó la vista por primera vez con una mirada que, aun evocando una ligera tristeza, también mostraba una profunda curiosidad hacia lo que el campeón de Teselia le estaba contando. Desde muy pequeño había desarrollado una pasión enorme por los pokemon,
pero a día de hoy odiaba admitirlo, pues esta pasión fue inculcada por su padre, N Armonía.

-Mi padre solía contarme historias de cómo le derrotaste cuando apenas eras un niño y de
cómo trabajasteis codo con codo cuando el equipo Plasma volvió a atacar. Casi no recuerdo
las historias con detalle, al igual que casi no le recuerdo a él porque... nos abandonó. -Innei apretó mucho los puños y volvió a bajar la mirada, conteniendo sus lágrimas una vez más.

-No te estoy contando esto por él... -Lucho sacó una pokeball de su bolsillo, mirándola
con cierta nostalgia. -Capturé a este pequeñín en mi primer viaje a Sinnoh. A día de hoy
recuerdo ese viaje con mucha nostalgia pero... Eso es otra historia que algún día te contaré.- Lucho extendió la pokeball hacia Innei. -El pokémon que habita dentro de esta pokeball lleva mucho tiempo esperando a alguien que lo acompañe. Lo capturé para Bel en su momento, sin embargo, le cogí tanto cariño durante ese viaje que decidí quedarmelo para dárselo a alguien digno algun dia. -Innei volvió a alzar la mirada con un ligero brillo en sus ojos. Un brillo que había desaparecido hace bastante tiempo. -Se que no es mi responsabilidad y que esto por norma general suelen hacerlo los profesores pero... Quiero que tú cuides de este Chimchar, Innei. La gente dice que puedo ver el potencial de la gente más allá de lo que puedan aparentar, y se que hay fuerza en ti, una fuerza que aún está oculta, pero estoy seguro de que en un futuro serás capaz de liberarla para protegerte y lo que es más importante. -Extendió su otra mano para dar un pequeño golpe con el dedo en el pecho de Innei. -Para proteger a las personas que te importan.

Innei cogió la pokeball con un ligero temblor y la miró fijamente. Por primera vez desde hace una semana consiguió sentir algo que no fuese la más profunda y oscura tristeza. Esbozó una pequeña sonrisa con los ojos llorosos y pulsó el botón de la pokeball con decisión. De esta salió un Chimchar, ligeramente adormecido frotándose los ojos mientras bostezaba. Innei se quedó mirandole durante unos segundos hasta que finalmente cruzó miradas con aquel pequeño pokemon. El mono soltó un ligero ruido de alegría y saltó al hombro de Innei mirando a Lucho mientras ladeaba la cabeza. Este simplemente asintió y Chimchar desvió su mirada a Innei con una sonrisa que demostraba la más pura felicidad. El niño a su vez, miró a Lucho con una sonrisa sincera.

-Gracias... Te prometo que no te fallaré. -Acto seguido, Innei se lanzó a abrazar a Lucho con fuerza. Por primera vez en mucho tiempo, Innei se sentía feliz. Jamás habían confiado en él de esa forma, la gente pensaba que por ser un niño él no podía hacer absolutamente nada. Sin embargo, las palabras de Lucho contradijeron todos estos años de constante compasión y pena que él jamás había pedido. Por primera vez, alguien confiaba en él lo suficiente como para entregarle algo tan importante como es su primer pokemon. Las palabras de Lucho revivieron el corazón roto de Innei y desde entonces, el chico las ha llevado siempre en su mente. Durante los siguientes años, Innei entrenó todos los días una y otra vez junto con Chimchar con el objetivo de convertirse en un entrenador más fuerte que ningún otro. También decidió ir a terapia y tras dos años fue dado de alta. Cuando cumplió los 12 años, desarrolló la habilidad de hablar con los pokemon y por fin pudo mantener su primera conversación con Chimchar, su mejor amigo. Hablaron y hablaron sin parar durante horas, ya sea de temas triviales como su color favorito o temas más importantes como el pasado que inundaba la mente y corazón de Innei. Finalmente con 14 años y tras la insistencia de Bel, Innei comenzó su primer viaje con una única condición: que fuese por la región nativa de su mejor amigo, Sinnoh. Pero eso... es otra historia que contar.

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