8 |¿Pero qué carajos?

152 14 0
                                    

| F R E Y A |

El verde resplandecía en cada uno de aquellos árboles que rodeaban nuestra casa. Apoyé mi mano sobre la madera vieja del imponente ventanal que disponía mi antigua habitación, en donde pasé mi adolescencia, ahora solo quedaban recuerdos de ello.

Sostuve la cortina transparente entre mis dedos y miré hacia abajo, prestando atención a mi hermana y a mi novio. Él sostenía su brazo mientras susurraba un par de palabras que eran imposibles de escuchar a la altura y distancia en la que me encontraba.

Amaba a aquel chico de ojos azules y de mal humor por las mañanas. Sonreí observándoles, me agradaba saber que ambos se estaban llevando mejor y sobre ahora que mi hermana estaba saliendo con Kai. Tenía un presentimiento que la persona de quien hablaba mi madre, es definitivamente Kai y eso me alegraba por mi hermana.

Caminé hasta mi antigua cama y regresé a ordenar la ropa que había dejado encima, regresábamos mañana a la ciudad por lo que no quería olvidar nada acá. Escuché la puerta abrirse y vi el cabello cobrizo y rizado de mi novio.

—¿Pudiste hablar con ella?—pregunté enrollando mis brazos detrás de su cuello.

—Por supuesto, tu hermana no es una bruja—sonrió sosteniendo mi cintura entre sus manos.

—Se que no lo es, es solo que a veces puede ser tan malhumorada.

Me encogí de hombros por lo que había dicho. Sinceramente mi hermana podía ser una persona tan distante, pero bueno no le culpo, no ha tenido éxito en sus relaciones anteriores, pues todas terminan mal y en las últimas mi hermana ya no estaba interesada. Estoy completamente segura que nunca se ha enamorado en su vida ¿Cómo no hacerlo?, yo por mi parte estaba completamente enamorada de Adriel y confiaba plenamente en él, pues nunca me ha dado motivos.

—No es malhumorada, solo hay que saber hablar con ella—susurró depositando un lento beso sobre mis labios.

—Mientras no te haya dicho nada desagradable.

—Tranquila, no lo ha hecho.

Aseguró quitando esos cabellos rebeldes que impedían su visión, se alejó de mi lado caminando hasta la puerta de madera que se encontraba al lado izquierdo de la habitación.

—Tomaré una ducha.

Fue lo último que le escuché decir antes de encerrarse en el baño.

12 de junio del 2007

Escuché la risa de mi hermana que provenía desde la cocina, con apenas diez años su rostro no cambiaba en absolutamente nada, seguía manteniendo ese aspecto dulce y juguetón que sólo Blair conseguía transmitir.

—Pensé que saldrías de pesca con papá—dije tomando un zumo de naranja que mamá había preparado.

A Blair le gustaba estar en todas partes, salir con mi padre al lago a pescar y volver con su vestido lleno de lodo, cosa que a mi madre no le molestaba, pues ella siempre nos decía que debíamos hacer que más quisiéramos.

Siempre inspirándonos en buscar y hacer lo que más amábamos. Mi hermana siempre había sido la más rebelde de las dos, claro siempre con esas travesuras de niña.

—No, me he quedado dormida—dijo con molestia, tomando una rebanada de pan—. Se ha ido sin mi, ya no le quiero.

Dejé mi vaso sobre la mesa de roble viejo y me senté a su lado, acariciando el lacio cabello rojizo que resplandecía por los rayos del sol que entraban a través de la ventana.

—No digas eso, quizás papá no quiso despertarte temprano. Además estamos de vacaciones.

Él ceño fruncido y aquellos ojos azules que parecían sacados de una muñeca de porcelana me miraron con atención.

A D R I E L © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora