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Ya era Jueves, el autobús seguía descompuesto así que yo encontré una ruta más corta y sin sol. Salí del instituto y como siempre, tomé el callejón detrás de la escuela para llegar a la calle en la que se encontraba mí casa. Desde que pasó por aquí, me han dicho millones de veces que es muy "peligroso" este callejón, pero en estos días que llevo pasando por aquí no he tenido ni un solo rasguño. ¿Por una vez más no me va a pasar nada, verdad?

Iba por la mitad del callejón cuando escuché las suelas de un par de zapatos impactar contra el piso suavemente. Me tensé al instante, me quedé cerca del basurero completamente quieta, segundos después, una mano se posó sobre mi boca, impidiendome gritar. Con mi codo comencé a golpear las costillas del ladrón. Éste luego de cinco golpes seguidos aflojó su agarre, dándome la oportunidad de safarme de su agarre y correr. Segundos después sentí una respiración en mi nuca.

-Entregame esa bonita mochila y podrás irte, preciosa-dijo una voz extremadamente gruesa. No pude responder, de mis labios sólo salían balbuceos.

-Bien será por las malas entonces.

Lo siguiente fue sentir el metal impactar contra la parte baja de mi abdomen, me había apuñalado. Tomó mi cartera ahora tirada en el suelo y salió a correr.

Mientras que yo, me tiré al suelo agarrando la herida con mi mano derecha tratando de parar el sangrado soltando pequeños sollozos.

Mis párpados comenzaron a pesar de repente, ¿en serio iba a morir así? Depronto escuché lejanamente pasos de alguien que corría hacia mí. Luego de eso, solo sentí que me levantaban y todo se volvió negro.

Abrí un poco mis ojos y...¡Joder, qué maldito dolor de cabeza tengo! Me intenté sentar un poco, ya que estaba acostada sobre una camilla, pero al instante me dolió el abdomen, lo que me hizo soltar un leve quejido. Levanté un poco la bata blanca que traía encima y pude ver varias vendas que rodeaban mi cintura, y en la parte izquierda de mi abdomen, una mancha de sangre. En el momento en el que empecé a analizar la habitación -totalmente blanca y con apenas dos puertas, un sillón y la máquina que tenía a un lado- entró una muchacha, que parecía joven, de unos veintidós años, diría yo. Se me quedó mirando un rato, hasta que yo hablé.


-Disculpa, ¿sabes cuánto llevo aquí?-mi voz sonaba débil.


-¡Por supuesto!-gritó chillonamente y revisó el reloj que llevaba en la muñeca- Llevas aquí exactamente una hora y...4, 3, 2, 1...¡20 minutos! Por fin despiertas, dormilona, ¿cómo te sientes?


-Algo aturdida, gracias a tus malditos gritos-dije de mala gana, hasta que me di cuenta de que lo había dicho en voz alta-Uh, lo siento. ¿Sabes quién me trajo aquí?


-Oh, un chico guapísimo. Era muy alto, de ojos grises y un hermoso cabello castaño, ¡Una ternurita!-se sentó en el sofá y me habló de manera rápida y emocionada, joder, alguien que le dé un maldito calmante a esta tipa.


-Está bien...¿Ya me puedo larg...ir de aquí?-le dije algo fastidiada, ella revisó el sujeta papeles que traía en sus manos unos segundos en silencio.


-Bueno, no te veo mal, así que supongo que sí, tú ropa está en el baño de allá-señaló la otra puerta antes mencionada.


-Okay, gracias-intenté sonreírle, pero definitivamente fue la sonrisa más falsa de la historia. Pero ella simplemente se fue de ahí.


Me levanté con lentitud de la camilla, y caminé hacia la puerta, en dónde se encontraba mi ropa y un pequeño baño. Me vestí con cuidado, la herida dolía demasiado. Una vez lista, salí de la habitación y me dirigí a la cafetería del hospital. Al llegar, fui directo a una máquina de comidas, saqué un poco de dinero de mi bolsillo, y elegí un paquete de galletas, fui a sentarme en una de las pequeñas mesas que se encontraban allí, cuando me senté, volteé un poco, y me di cuenta de que, bueno, Edward estaba sentado ahí viéndome. El paquete se calló de mis manos y noté como mis mejillas se ponían calientes, seguramente parecía un tomate. Él por su parte sonrió tímido y me saludó con la mano, con las mejillas algo rojas. Yo le devolví el gesto, y nos quedamos en silencio un rato, con la mirada en la mesa.


Marginalisert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora