PRÓLOGO

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23 de junio de 2011

No era muy amiga de Jessica Houston. De hecho, no me caía bien.

Era la típica niña rica y caprichosa a la que sus padres le concedían todos sus deseos. El último de ellos era tener la mejor fiesta de despedida. Y la tuvo.

El padre de Jessica trabajaba en una gran empresa de ropa y viajaba continuamente por todo el país. Hacía poco recibió un gran puesto de trabajo en la ciudad de Los Ángeles que no dudó en aceptar. En menos de tres meses habían comprado una casa allí y ahora estaban despidiéndose de esta.

Mi madre era amiga de la suya, esa era la razón por la que yo estaba allí. Habíamos sido unas de los primeras en llegar, mi madre había preparado su famoso pastel de zanahoria y lo habían colocado encima de la enorme mesa alargada junto al resto de comida.

La fiesta comenzaba a las 3, pero la mayoría de los invitados comenzaron a llegar una hora más tarde, entre ellos, los únicos a los que yo necesitaba ver. Los gemelos Jones.

Habían llegado nuevos al barrio a principios del mes y se habían mudado a la casa que estaba justo enfrente de la mía. Mi madre se había hecho amiga de la suya (mi madre conseguía ser amiga de todo el mundo) y yo había logrado pasar algunas tardes con ellos, por lo que me había convertido en la envidia entre las chicas de mi clase.

Era en lo único que podía superar a Jessica Houston y aunque no sonara bien decirlo, eso me hacía sentir bien.

Me había pedido que los convenciera para venir, ya que eran tan amigos míos. La verdad, es que había exagerado un poco sobre de nuestra relación, pero ella no necesitaba saberlo. Me alegré mucho cuando aceptaron venir a la fiesta.

Con su presencia, la tarde pasó a ser mucho más divertida, todos los chicos y chicas querían hacerles preguntas sobre su anterior vida en el estado vecino de Carolina del Norte y por qué habían decidido mudarse aquí.

Jessica Houston había planeado un montón de juegos y yo traté de permanecer cerca de los hermanos Jones para así demostrarle a todo el mundo que éramos amigos.

Cuando el sol comenzaba a ponerse y la temperatura bajó de golpe, Jessica nos guio a todos al sótano, donde tenía un último juego preparado.

El juego de la botella.

Aquello eran palabras mayores. Éramos futuros alumnos de quinto curso, todavía no habíamos comenzado la escuela media y muchos de nosotros nunca habíamos jugado a aquel juego, pero ninguno iba a admitirlo. Yo incluida.

Nos sentamos todos en la moqueta formando un círculo. Allí estábamos Amy Carrigan, Shawn Smith, Layla Harrison, Stella Wilson, Joe Davis, los gemelos Jones, Jessica Houston y yo.

— Se gira la botella y para hacerlo más interesante, la persona que señale tendrá que contar una verdad, hacer un reto o besar a alguien de este grupo — explicaba Jessica con su voz todavía demasiado aguda.

Todos asentimos y ella fue la primera en hacer girar esa botella de cristal. Señaló a Layla, quien nos confesó que lo peor que había hecho en su vida había sido robar dinero del cepillo de la iglesia y que por ello pensaba que iba a ir al infierno.

El siguiente fue Joe, a quien le retaron meterse en la boca 10 galletas de chocolate y comerlas todas juntas. Fue asqueroso y puso la moqueta perdida de crema, pero cumplió con el reto.

Este hizo girar la botella de nuevo y me señaló a mí. Y tocaba beso.

Pude notar cómo las miradas de todos se posaban en mí y soltaban chispas de la emoción, salvo los de Jessica, que creo que brillaban de envidia.

— Ally debes elegir con quién te besarías de todos nosotros y hacerlo — dijo Amy, apoyando sus brazos sobre el suelo inclinándose hacia mí.

En aquel momento, maldije que me tocase a mí esa categoría. Tenía un pequeño secreto y no tenía ganas de sacarlo a la luz.

— Es obvio que le gustan los gemelos — apresuró a decir Jessica, con la clara intención de dejarme en evidencia — La pregunta es cuál de ellos.

Ambos hermanos me miraron, lo que me puso todavía más nerviosa. Me revolví en mi sitio, sabiendo que no podría salir de esa.

Dylan y Cole. Cole y Dylan. Aquellos eran sus nombres. Era muy fácil confundirlos, pero yo tenía un par de trucos para saber quién era cuál en todo momento. Pocas veces lograba confundirme su enorme parecido.

— ¿Y bien?

No tenía más remedio. Respiré hondo.

— Dylan — dije tímidamente. Amy y Stella soltaron unas risitas nerviosas.

Él se levantó y dio unos pasos hacia mí, pero yo no me moví.

— No vale echarse atrás, Sullivan.

Respiré hondo, dispuesta a llevar a cabo el reto, pero la madre de Layla Harrison bajó para llamarnos a todos. Era hora de irse y nuestros padres querían que cogiéramos todos los abrigos.

Me sentí aliviada de no tener que hacerlo, pero una parte de mí quería restregar a Jessica Houston que había sido yo la primera en recibir un beso de alguno de los gemelos. Aunque eso no importaba, la semana que viene ella estaría viviendo su apasionante vida en Los Ángeles rodeada de famosos. Nos había dicho que su casa estaba cerca de la de Julia Roberts.

Todos subieron corriendo al piso de arriba. Yo permanecí allí, sabía que mi madre se ofrecería para ayudar a limpiar todo, así que tenía el presentimiento de que no nos iríamos pronto.

— Eres una cobarde — me dice Jessica, cuando ya habían subido todos — aunque él tampoco quería besarte, ¿no ves que ha salido corriendo?

Su risa de arpía terminó la frase. Sabía que lo había dicho para hacerme daño y lo había conseguido. Aguanté las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos, no quería darle la satisfacción de verme llorar.

Entonces, el chico que antes estaba a tan solo unos pasos de mí bajó rápidamente las escaleras, corrió en mi dirección hasta colocarse justo enfrente de mí y se inclinó para poner sus labios sobre los míos. Fue un roce extraño, pero me gustó. Nos acercamos más el uno al otro y su mano acarició mi mejilla, haciendo que me sonrojara. Pero él no pudo darse cuenta porque después de que nuestros labios se separaran me dedicó una tímida sonrisa antes de salir corriendo escaleras arriba por donde había venido.

Disfruté la cara de sorpresa de Jessica durante el resto del tiempo que pasé en su casa. Sería la última vez.

No había sido una tarde tan mala después de todo. Jessica Houston se iba a ir a vivir al otro extremo del país y yo había recibido mi primer beso. 

Regla de tres [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora