2 años después... 15 de enero de 2018
Como todas las mañanas, me levanto a las siete en punto. Más bien, me despierto a las siete en punto, lo de levantarse y dejar atrás mis suaves sábanas blancas es una tarea más complicada.
Voy directa al baño y me doy una ducha rápida, acabo en seis minutos y salgo envuelta en dos toallas, una para mi pelo largo y rubio indomable y la otra que cubre mi cuerpo. Una vez en mi habitación, comienzo a decidir qué me voy a poner hoy, que es lo que más tiempo me lleva. Suelo tenerlo pensado del día anterior, pero mi opinión acostumbra a cambiar durante la noche.
Después de mirar la aplicación del tiempo, me decanto por unos pantalones de pana rojos oscuros y un jersey blanco muy suave, así no pasaría frío. Escojo también un bolso negro que va a juego con las botas del mismo color que me compré la semana pasada cuando fui de compras con Melanie.
Cuando ya estoy lista, bajo a desayunar y esta es la peor parte de la mañana. Mi madre me tiene preparado un bol de cereales con leche fría mientras ella se toma una taza de café solo con limón.
Me prepara el desayuno todas las mañanas porque sabe que, de otro modo, en mi estómago no entraría nada hasta la hora de comer.
Todavía me faltaban un par de cucharadas para terminar cuando miro el reloj y salgo disparada hacia el baño para lavarme los dientes y cepillarme el pelo en un tiempo récord. Con mi bolso colgado del hombro y todos los libros en mis brazos bajo las escaleras al tiempo que suena el primer sonido del claxon, señal de que Dylan y su padre me están esperando fuera.
Me despido de mi madre con un beso en la mejilla y ella me tiende la bolsa del almuerzo. Hoy tenía una reunión importante, por lo que no la vería hasta altas horas de la tarde.
Mi padre trabajaba en una empresa de jardinería, pero mi madre era agente inmobiliaria y su horario era mucho más flexible, y con flexible me refiero a mucho más largo.
Subo al asiento trasero del coche negro y saludo a Dylan con un breve beso en los labios. Pronto haríamos cuatro años juntos y me sigue dando vergüenza que su padre nos vea besándonos.
Saludo al señor Jones y también a su acompañante, Stacey, una mujer de unos treinta años que había conocido hacía un par de meses. Dylan me había dicho que su padre todavía no se la había presentado apropiadamente como su novia, pero sí se quedaba a dormir muchas noches seguidas en su casa.
— ¿Qué tal las animadoras, Ally? — me pregunta Stacey en un tono amable, girándose sobre su asiento para mirarme.
Lleva puesto su uniforme de trabajo azul marino, trabaja en las oficinas del departamento de policía de la ciudad.
— Bien, estamos preparando nuevas coreografías para los campeonatos.
Seguía en el equipo de animadoras, aquel para el que había hecho las pruebas en mi primer año de instituto y ahora, como junior, es mi tercer año consecutivo. Melanie por fin ha logrado entrar, lo que significa que oficialmente podía ser parte de nuestro grupo. Se entrega a fondo en cada entrenamiento y dice que piensa morir siendo animadora, aunque para mí es solo un hobbie durante mis años de instituto.
Nos dejan justo enfrente de la puerta principal. Hace un frío infernal y aprieto la chaqueta contra mi cuerpo todo lo que puedo para evitar que el frío entre en contacto con mi piel.
Los inviernos en la ciudad de Beaufort suelen ser cortos, fríos y ventosos y aunque los termómetros no suelen marcar números bajo cero, mi cuerpo nunca tuvo facilidad para retener el calor, siempre me he caracterizado por ser un poco friolera.
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Regla de tres [EN EDICIÓN]
Teen FictionDesde que tiene uso de razón, Ally ha compartido su vida con los gemelos Jones. Dylan y Cole son idénticos a los ojos de todo el mundo, menos a los de Ally, que sabe diferenciarlos a la perfección, o al menos eso cree ella. Ally siempre ha querido a...