1: ¿QUÉ ES LO QUE CAMBIARÍAS DE TU VIDA?

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11 de enero de 2016

Los sonidos estridentes del claxon me hacen reaccionar. Cojo mi mochila y bajo las escaleras a toda prisa con dirección a la entrada.

Mi padre está allí, listo para despedirme con un beso en la mejilla y tenderme la bolsa del almuerzo que siempre conseguía olvidarme. Me desea un buen día y deja que salga por la puerta hacia el Jeep negro que me espera justo enfrente.

A estas horas, el sol aún no se había asomado lo suficiente, por lo que era necesaria la luz de las farolas de la calle. Odiaba ir al instituto cuando aún era de noche, hacía sentirme más cansada.

Me meto en el asiento trasero y cierro la puerta con un golpe seco. Cole me regaña por darle con tanta fuerza y yo pido perdón, pero este hecho se repite todas las mañanas.

Me acomodo y dejo mi mochila a un lado. Dylan está justo a mi otro lado, se inclina y me saluda con un breve beso en los labios.

— Creo que voy a vomitar el desayuno — dice Cole, mirándonos desde el espejo retrovisor y haciendo una mueca de asco.

Le echo la lengua y él se ríe.

Salimos del barrio en dirección al instituto. Estaba muy lejos para ir andando, el recorrido era de unos quince o veinte minutos en coche. Nuestra única opción hasta ahora había sido el apestoso bus escolar amarillo que pasaba por una parada cerca a nuestro barrio.

Menos mal que Cole había decidido sacarse el carné de conducir este año y sus padres le habían regalado un coche que había pertenecido a unos de sus amigos.

Aprovecho para retocarme el lápiz de ojos y la máscara de pestañas, nunca me daba tiempo a maquillarme por las mañanas, pero no era culpa mía, un fenómeno extraño hacía que se me pegaran las sábanas todos los días.

— No creo que puedas estar más guapa.

— Me gustan los retos — respondo a Dylan, mordiéndome el labio inferior mientras acababa con la brocha.

Llegamos al instituto y la mayoría de las plazas del aparcamiento estaban libres. A Cole siempre le gustaba llegar temprano para así aparcar en uno de los sitios de primera fila, por lo que aún teníamos un rato antes de que empezaran las clases a las 8:30.

Siempre vamos a la cafetería y allí yo tomo mi desayuno, puesto que nunca me da tiempo a hacerlo en casa. Cojo una taza de café y un donut, Cole me imita, pero Dylan coge solo el café.

— Cole, acabas de desayunar hace apenas veinte minutos.

— Estoy en plena etapa de crecimiento, tengo que alimentarme bien.

Nos sentamos en nuestra mesa de siempre. Devoro el donut rápidamente ahogándolo en el café con la intención de ser más rápida que Cole, pero él siempre consigue ganarme, aunque también se mancha siempre la camiseta.

— Te he vuelto a ganar — dice, aun con restos de su segundo desayuno en la boca.

— Con esa boca tan grande, las estadísticas jugaban a tu favor — respondo yo, también con la boca llena.

— ¿Me miras la boca? — levanta las cejas haciéndose el interesante y yo le hago callar con un golpe en el hombro.

— Sois los dos unos guarros — sentencia Dylan después de haberse sumergido en el mundo de internet.

Llevaba suficiente tiempo con él para saber que estaba enganchado a las redes sociales, le encantaban los vídeos de deportistas y de gatitos, aunque la segunda nunca iba a admitirla delante de nadie. Debido a su obsesión, se había propuesto dedicar solamente una hora al día a su teléfono, pero de momento estaba fracasando totalmente.

Regla de tres [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora