7. SEGUNDO ANIVERSARIO

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18 de enero de 2018

Hoy era el día.

Fingí estar enferma, pero eso no impidió que mi madre me ordenase ir a clase, aunque sí me regaló una sonrisa de compasión.

Esta mañana no insistió en que me tomara el desayuno y se lo agradecí. Mi cuerpo no toleraría ningún tipo de comida ahora mismo. Había dormido fatal, más bien, apenas lo había hecho y unas enormes ojeras rodeaban mis ojos claros, víctimas del cansancio acumulado de estos dos días. Además, mi piel, habitualmente morena, estaba más pálida de lo habitual. Decidí arreglarlo con un poco de base de maquillaje, corrector y máscara de pestañas.

Salí a nuestro pequeño porche antes de que el coche del señor Jones saliera del garaje exterior y el fuerte viento me golpeó en la cara, enredando salvajemente mi pelo y haciendo que este impactase contra mi cara. Me hago una coleta improvisada sin importarme cómo haya quedado.

No es habitual en mí ir vestida al colegio con unos simples vaqueros y una sudadera gris de nuestro último viaje a Nueva York, pero hoy no encontré las ganas suficientes para arreglarme como hacía normalmente.

Veo cómo el coche del padre de Dylan da marcha atrás para adentrarse en la carretera y cuando se coloca delante de mí, me monto en el asiento trasero que ya lleva mi nombre. Dylan está mirando por la ventana y tenemos el asiento del medio marcando el espacio entre nosotros.

Extiendo el brazo y le agarro la mano, entonces parece reaccionar, esboza una pequeña sonrisa y recorre mi mejilla con sus dedos.

En el coche reina un silencio sepulcral, la radio está apagada y hoy, Stacey no nos acompaña en el asiento del copiloto. Tardamos más de lo habitual, el señor Jones conduce a una velocidad por debajo de la normal, sus movimientos se ven ralentizados y su mirada, en múltiples ocasiones, parece centrada en algún punto lejano.

Cuando nos deja en el instituto, todo cambia radicalmente. Tras bajarnos del coche, Dylan pinta la mejor de sus sonrisas y la mantiene durante todo el día.

Para cuando llegamos a nuestras taquillas, Josh y Caroline nos están esperando. El chico le da una palmada en la espalda a Dylan a modo de saludo y comienzan a entablar una conversación sobre el partido de la liga de fútbol universitario que se jugó ayer.

Caroline me coge del brazo y me arrastra unos pasos más lejos de los chicos, para contarme algo acerca de una sorpresa que está planeando para su novio, pero no hago demasiado caso. Después de unos minutos, Melanie llega y las tres juntas vamos caminando por los pasillos.

— ¿Qué llevas puesto? — me pregunta Caroline mientras me inspecciona de arriba abajo con sus ojos marrones.

— Me he dormido y no he tenido tiempo de arreglarme — miento procurando no mirarle a los ojos para que no se dé cuenta.

Conforme pasamos, siento las miradas de todo el mundo sobre nosotros.

El club de atletismo es el más conocido del colegio, ya que es el deporte más popular y las animadoras forman parte del paquete. Ser parte del equipo era una tarea difícil y exigía una gran responsabilidad, yo había tenido que aprender a hacer piruetas y mejorar mi elasticidad para ser capaz de hacer los bailes.

Todo eso, al final del día, supongo que tenía su recompensa. Los atletas y las animadoras eran conocidos por todo el instituto, ocupaban los mejores asientos en los eventos, en la cafetería y eran invitados a las mejores fiestas.

La atención siempre estaba en ellos, en nosotros, más bien.

Nunca me había importado que las miradas estuviesen siempre sobre mí, muchas veces, incluso lo disfrutaba. Hacía que me esforzara por mejorar y mantener mi posición. La fama y la gloria en el instituto suelen acabar pronto, al menos eso dice siempre mi madre.

Regla de tres [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora