Lincoln [2]

VII

"Tienes muchísima suerte que no se haya infectado" La doctora hablo mientras limpiaba la herida de Elena. Dos pequeños puntos fueron suficientes para cerrar mejor la herida, su piel había intentado cicatrizar esa zona, pero al ser muy profunda seguía abierta. Una pequeña cicatriz le quedaría.

Lincoln se mantuvo en silencio observando los movimientos de la doctora. Nunca le había gustado los hospitales, el aura que tenia era amarga. Y el olor le recordaba mucho a su tiempo en Mercile. Sin embargo era consciente de que Elena, su Elena necesitaba de los cuidados que brindaban en aquel sitio, la herida que tenía en su frente no le daba buena espina, y el hecho de que ella no le hubiese permitido revisarla no le gustaba, el no iba a impedir que la trataran, pero tampoco iba a dejarla sola, por lo que, lo dejaron mantenerse en la misma habitación con ella. Después de preguntarle si estaba de acuerdo. Claro.

Al encontrase en aquel lugar acompañando a su Elena, los doctores aprovecharon para revisarlo también a el. Todo estaba bien con su cuerpo. Su peso era inferior a lo normal en una nueva especie y eso el lo había notado, en los primero meses de cautiverio sus músculos se mantuvieron de la misma forma, pero al tiempo pasar, fueron disminuyendo de tamaño, Nada que una dieta con mucha proteína no curara. Él de igual forma no podía hacer nada para evitar aquellas repercusiones, la comida que su raptor le daba era una miseria,  pero al menos, eso le ayudo a seguir vivo hasta que fue rescatado, por nadie más que su Elena. Su salvadora. Su hermosa compañera.

Lincoln soltó un bufido al notar como la doctora dirigía sus manos al pecho de Elena, unas cuantas picadas de hormiga se encontraban entre su clavícula y su escote. No había sido capaz de protegerla de aquellos fastidiosos y muy diminutos bichos. Sorprendido observo cómo un pequeño dije se encontraba atado a una cuerda por su cuello. No se había percatado nunca de aquel collar. Refunfuñando negó, debía prestarle más atención a su compañera.

Ella tenia picaduras por sus brazos, manos, espalda, abdomen y pecho. 27 en total. Esperanzado observo como la doctora esparcía una crema blanca sobre cada una de las picaduras, el sabía lo incomoda que había estado Elena con respecto a las picaduras. Esperaba que aquella crema le fuera útil. Dejándola sin incomodidades.

[...]

Con un suspiró, Elena cerró los ojos. El hombro de Lincoln era extrañamente acogedor. Mientras más pasaba tiempo a su lado, más cómoda se sentía. 

El hecho de que Lincoln le hubiera buscado comida mientras ella era interrogada, le conmovió. Lincoln, era sin duda un ser con un corazón puro. Sus acciones le demostraban el interés que tenia en ella, y eso le removía el estomago. No había vuelto a America para empezar un noviazgo. Pero como las cosas iban, se dio cuenta de que los planes no salen como uno quiere. Y eso, a pesar de todo, estaba bien.

Ahora, estaban esperando que el consejo tomara una decisión sobre su situación, ella como hija del  captor de Lincoln, esperaba un trato más duro. Pero nada de eso sucedió. A pesar de su linea sanguínea. Las Nuevas Especies se habían encargado de confirmar la veracidad de su interrogatorio. La base de datos de los Estados Unidos indicaba la llegada de Elena en la fecha indicada por la misma. Ninguna llamada a su padre durante los años que se encontraba fuera del país, las únicas conversaciones que había tenido con el habían sido mediante mensajería instantánea. Todo indicaba que Elena no había sido cómplice del secuestro de una Nueva Especie. Ella había sido la responsable de que Lincoln llegara a ellos después de tanto tiempo.

Lincoln sonrió, estaba feliz, demonios que sí. Elena se debía de quedar en el territorio de la ONE hasta que lograran capturar a su padre. Quien sin duda alguna trabajaba para alguien más, alguien muy poderoso, que la buscaría y torturaría por haber liberado a la Nueva Especie que tenían cautiva.

Las Especies estaban tensas cuando salieron, Brawn junto con Fury y Justice sabían lo que todo esto significaba. Después del secuestro de Lincoln, no volvieron a atentar contra la libertad de ninguna Nueva Especie. Como si se hubieran esfumado. Las sospechas aumentaban y aumentaba cada minuto. Alguien estaba intentando crear, nuevamente, personas como ellos. Y temían, que lo hubiesen logrado.

[...]

"Creo que será mejor si me quedo aquí" Elena hablo después de pensarlo unos segundos. Maldiciendo en su interior Lincoln intentó calmarse, pero no logro comprimir el gruñido de desconcierto. No podía quedarse allí, estaba demasiado lejos de él, el edificio era solo para humanos, lo que significaba que ninguna especie sin permiso podía estar en el, y el no tenía es maldito permiso.

"Ehh" los ojos de Elena se dirigieron a los de el. Intentó formar alguna excusa. "El edificio de las hembras es más acogedor..." se maldijo. ¿Enserio? ¿Acogedor?, cada momento que pasaba se ponía más nervioso. Esto no era lo suyo.

"Y... ehh... ellas esperan que te quedes allí" los ojos de su Elena lo observaron con desconcierto, se maldijo nuevamente, era terrible mintiendo, no le gustaba mentir, pero su Elena... debía tenerla cerca, y sabiendo que no aceptaría quedarse con el en el edificio de Machos, el edificio de las Hembras quedaba más cerca que este. La mirada de Elena cambió rápidamente a una suave, acompañada de una leve sonrisa.

"Bueno" sonrió aún más "Si ellas no tienen problema, Me parece bien" Su estómago se revolvió, su pequeña mentira había dado frutos... ahora lo que faltaba era avisarle a las hembras que su Elena se quedaría con ellas. Tomando el bolso que tenía, su única pertenencia. Volvió a maldecir.

Había escuchado que las hebras humanas les gustaba tener ropa, mucha, accesorios, perfumes, zapatos, maquillaje... ella no tenía nada, solo lo que llevaba puesto. Y su bolso, ahora libre de latas, no tenía nada más que el mapa que los guió por el bosque. Debía de hacer muchas llamadas, su Elena merecía tener de todo, y el con mucho orgullo se lo iba a dar, lo que ella quisiera. Solo debía pedírselo y el con muchísimo gusto se lo entregaría. La iba a mimar sin fin. Se lo merecía, vaya que si.