VI

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"Hoy tenemos que llegar" Elena comenzó a doblar el mapa lentamente, evitando que se rasgara "Nos hemos retrasado un día"

Lincoln se dedico a escucharla mientras sus dedos pasaban por las fibras del cabello de su compañera, el era muy bueno con sus manos, en la reserva se dedicaba a hacer artesanía con madera, y si, era muy bueno en eso, también había practicado a hacer peinados con su cabello «cuando lo tubo largo», las mujeres regalos también le habían permitido practicar con sus suaves melenas, pero nada se comparaba a la de su Elena, intentó esforzarse  el doble al trenzar el cabello su cabello, rezaba por que cada vuelta quedara perfecta, ella no podía ver su trabajo, pero de igual forma quería todo perfecto, que ninguna fibra de cabello se deslizara fuera de los amarres. Lincoln quería hacerla sentirse orgullosa de tenerle a su lado, mostrarle que era útil y que valdría la pena si se quedaba con el, porque mientras más pasaban los días a su lado, Lincoln comprendía que Elena era suya, y tenia miedo, miedo de no ser suficiente para ella, miedo de que cuando llegara la hora de encontrarse de nuevo con los suyos, ella decidiera que el no era suyo y se fuera, dejándole solo. Por eso, había intentado sabotear el avance del viaje, pero maldición, su Elena era tan buena y estaba tan decidida en sacarlo del bosque y llevarlo con su gente para que estuviera seguro, libre. Ella no entendía, para el, con solo el hecho de tenerla a su lado, ya se sentía libre, lleno, no necesitada nada más. A nadie, solo a ella a su lado.

"Muchas gracias Lincoln" Elena le agradeció, levantándose de entre sus piernas. Algo dentro de el se apretó, amaba cuando le llamaba por un apodo cariñoso, pero casi nunca lo hacía, solo cuando terminaban de hacer el amor, y eso le cohibía. Se debía esforzar, más, debía lograr que le llamara "cariño" , "corazón" , "bebe" más seguido.

"No hay de que nena" susurro lo suficientemente bajo como para que Elena no le pudiera escuchar.

Observando las hermosas trenzas  que se había vuelto su cabello recordó que después de que la pequeña y delgada liga de cabello que tenía había pasado a un mejor mundo, se había dedicado a observar cómo los cabellos de su compañera se interponían en su cara, era largo y rebelde y con el calor que hacía durante el día, Ella parecía completamente agobiada «pero le hacía ver tan hermosa».

Elena se arrepentía de no habérselo cortado antes del viaje, al menos hasta que Lincoln la hizo sentarse en el medio de sus piernas abiertas, y comenzó a pasar sus dedos por su cabello, trenzando cada fibra rebelde, dejándolas sumisas en un solo lugar. Ella a pesar de haber tenido el cabello largo toda su vida, nunca había sido muy buena en peinarse, por suerte sabía hacer los peinados más básicos, pero nunca llegó a aprender algo tan elaborado como lo que Lincoln le había hecho. Sus compañeras de carrera amaban su cabello largo, ondulado y con volumen «ya que los de ellas eran categóricamente iguales, lisos y sin volumen» ellas se encargaban de mantener su cabello peinado, y presentable, Elena las quería mucho, y también las extrañaba, más a su mejor amiga Sakura, ella le había abierto las puertas de su apartamento y de su vida.

Volviendo en sí, recordó lo que había sucedido.

Lincoln. Ese hombre de verdad que era una maravilla. Sonrió para sí misma, mientras comenzaba a caminar con el a su lado. La chica que lograra capturar su corazón sería muy suertuda. Mientras tanto, ella disfrutaría de su compañía.

Por alguna razón ese pensamiento, le hizo sentir algo que ya hacía tiempo no percibía, eliminando todas su emociones y recuerdos al respecto. Dejó su mente en Blanco, debía llevar a Lincoln con los suyos, fuera de cualquier peligro, era su responsabilidad enmendar las terrible acciones de su propio padre. Luego que todo eso sucediera, vería que iba a hacer con su vida. Ya iba siendo tiempo de dejar a alguien entrar en ella, alguien que no fuera solo un amigo.

Lincoln [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora