Capítulo cinco: Alejandrita

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El anciano resultó ser un cultivador antiguo, sin pertenecer a ninguna secta, de cuando Atenas estaba en su apogeo en materia de filosofía. Wei WuXian tardó cinco segundos en entender quién era esa persona y por qué hablaba su idioma; Lan WangJi fue más lento en ese aspecto, pero era natural, puesto que los Lan residían más al norte y las enseñanzas de Confucio eran predominantes ahí.

—Nunca creí que volvería a ver cultivadores de China —aceptó el anciano, sonriendo y mirando a otro lado mientras los dos terminaban de vestirse—. Aunque no es que haya pasado mucho desde la última vez.

Wei WuXian carraspeó, incómodo.

—Nosotros... eh... no pretendíamos incomodar a nadie.

Lan WangJi había permanecido en silencio, pero, ahora que todo parecía ser más ameno, saludó respetuosamente.

—Mis disculpas por la deshonrosa presentación.

—No hay ningún problema, jovencito...

—Lan WangJi de la Secta Gusu Lan.

Wei WuXian decidió hacer lo mismo.

—Wei WuXian, actualmente, cultivador errante.

El anciano respondió el saludo de manera torpe. Parecía divertido por la formalidad a pesar de haberlos encontrado desnudos unos momentos atrás. Como lucía como vago, quizá las posturas debían ser desgarbadas, pero él lucía realmente como alguien a quien debías respetar. Ese aire que a Wei WuXian le emocionaba hasta el punto de estar dando saltitos en su lugar.

—Yo soy Sócrates de Alopece, cultivador errante, igual que el joven Wei.

Wei WuXian no pudo evitar comentar:

—Señor... Sócrates, espero que no sea una molestia que pregunte, pero, verá... en los libros antiguos de mi Secta se menciona su nombre, aunque de eso ya haya pasado mucho. Al menos tres dinastías. Según la historia, usted fue obligado al suicidio, así que no entiendo por qué... bueno, por qué está aquí.

Sócrates ya se esperaba esa pregunta. Desde hace mucho tiempo que no hablaba con nadie, pero, si lo hiciera, era lógico que quisieran investigar eso en primera instancia. Se sentó en la cueva, luciendo pensativo.

—Yo no fui obligado a nada, joven Wei —respondió—. Mi condena la acepté, aunque no me pareciera justa. En realidad, y me da un poco de vergüenza admitirlo, tuve oportunidad de evadir mi muerte en ese momento.

Wei WuXian parecía confundido.

—¿A qué se refiere?

—Tenía algunos conocidos que pudieron evitarlo. Mi querido alumno estaba un poco loco por lo que decidí, y ellos también. —En sus ojos se encontraba el vacío profundo. Lan WangJi envolvió un brazo alrededor de la cintura de Wei WuXian, apretándolo contra sí—. Pero las autoridades no siempre son lo que parecen. Yo ya les había hecho mucho daño.

Wei WuXian chasqueó los labios.

—En los libros no dice nada.

—Yo nunca escribí nada.

—Platón lo hizo.

—Ah, sí. Y me puso en un altar —rió—. Pero tendré que corregirlo. Cuando vuelvas a tu casa, asegúrate de decirles que yo no fui obligado a nada.

—Señor, Platón describe su muerte de una manera explícita, así que...

—Platón se negó a ir a presenciar mi muerte, querido joven Wei. Y él solo escribió lo que le dijeron. En ese momento me encerraron con el veneno, y yo tenía sed y hambre. Había aceptado absolutamente todo, no tenía arrepentimientos. Entonces, cuando lo consumí, hubo un estruendo alrededor del juzgado. Yo no entendía bien lo que sucedía, pero Atenea se me presentó y me dio un regalo.

PAUSADA ♦ Tiempos aparte ♦ Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora