Crowley, estudiante del quinto año en la Escuela Infernal, no entendía por qué esas patéticas clases eran necesarias. Es decir, ¿qué podían enseñarle esos viejos profesores que no pudieran aprender por sí mismos? Eran demonios. Su tarea era crear problemas y caos, y para eso no necesitaban lecciones. Bastaba con subir a la Tierra y portarse mal, y él sabía portarse muy mal sin ayuda.
-Oye, Hastur. ¿Y Beel? ¿Se fugó otra vez o qué?- preguntó al no ver al príncipe en su sitio como todas las mañanas. Hastur lo miró como si anduviera mal de la cabeza y preguntó:
-¿Estás tonto o qué, Crowley? ¿Qué no recuerdas que Beelzebub fue como estudiante de intercambio a la Escuela Celestial?
-¿En serio? ¡Mierda, no, no lo sabía! ¿Cuándo pasó?
-Hace una semana lo decidieron los superiores. Pero claro, como te aburren las clases nunca te enteras de nada.
-¡Vaya lata! Sin Beelz por aquí las cosas se pondrán aburridas.- Miró hacia el asiento vacío de su amigo con curiosidad.- Y si él estará allá arriba, ¿a quién nos mandarán a nosotros?
-Oí que a un ángel muy debilucho.- Rió con ganas.- No durará ni una semana.
Crowley compartía ese pensamiento. ¿Qué diablos tenía que hacer un ángel entre los demonios? Cuando el profesor entró al aula y les dijo que cerraran la boca para que el estudiante de intercambio pudiera presentarse, por primera vez prestó atención. No imaginaba quién podía ser tan estúpido de ofrecerse para pasar una temporada en el infierno, pero quería averiguarlo pronto.
-Pasa, muchacho. Preséntate con tus compañeros sin miedo, no te harán nada.
-Con... con permiso...
El que entró al salón no era un simple ángel, pensó Crowley sin aliento: era el ángel más endiabladamente bonito que hubiera visto en su vida. De piel muy blanca, cabello muy rubio y con perfectos rizos, y una expresión tan tímida y pura que tuvo que apoyarse una mano en el pecho para que no se le saliera el corazón. Sus alas de plumas blancas refulgían como estrellas. El ángel llevaba ropas algo anticuadas de colores claros, incluyendo una corbata de moño, y lo adoró a primera vista. Nunca había visto a un ser tan radiante y dulce como ese.
-Mi nombre es Aziraphale y desde hoy estudiaré aquí con ustedes. Mucho gusto. Espero que nos podamos llevar bien.
-¡Excelente! Ahora toma asiento en donde prefieras- le dijo el profesor.
-Hastur. Vete a sentar a otro lugar- ordenó Crowley a su compañero de banco sin siquiera mirarlo.
-¿Qué? ¿Por qué?
El pelirrojo sonrió y musitó, con la vista fija en el angelito:- porque quiero el sitio libre para alguien más interesante que tú. Vamos, largo.
Hastur se marchó al fondo refunfuñando y él se quedó viendo como Aziraphale se acercaba, tembloroso. Sus ojos eran todavía más dulces de cerca.
-Ho... hola... ¿te molesta si me siento aquí...?
"Sientate en mis rodillas si quieres" pensó en un arrebato de deseo que supo ocultar muy bien, negando y tendiéndole la mano con una sonrisa encantadora.
-Mi nombre es Crowley, por cierto. Y es un placer conocerte.
Aziraphale se sentó despacio y procuró no hacer contacto visual con nadie, excepto con su maestro. Estaba aterrado: desde que pisara el infierno la tarde anterior no había tenido un segundo de descanso, pues temía que en cualquier momento alguna bestia infernal le saltara a la cabeza, o lo acorralaran demonios en un rincón para comerse su alma. O sea, sabía que el tratado de paz entre el Cielo y el Infierno prohibía las agresiones declaradas, pero eso no impediría que fuera víctima de ataques clandestinos. Dudaba que alguien fuera a protegerlo de forma personal y constante mientras asistía a la Escuela Infernal, y eso solo hacía más angustiante su espera.
YOU ARE READING
Intercambio
FanfictionCrowley y sus compañeros asisten a la Escuela Infernal, donde los demonios jóvenes aprenden a usar sus poderes para el mal. Talentoso y arrogante, considera que la escuela es una pérdida de tiempo, hasta que llega un alumno de intercambio que le rob...