Preludio
Momentos así, pequeños, son los que me hacen caer en cuenta que realmente me tengo a mi sola. Me pasó algo hermoso, algo inesperado (y esperado al mismo tiempo), y no tengo con quien compartirlo, más que a él, que siempre está conmigo.
Comenzamos a hablar a los seis años, creo. Yo estaba en preescolar y no tenía amigos, más que los dinosaurios de juguete que me solían sacar los chicos más grandes del salón, se ve que desde pequeña notaron que soy débil.
Al llegar a casa, triste, y recibir la merienda fresquita que me preparo mamá, noté que había más gente de la que estoy acostumbrada, y no eran ni mis primos ni los hijos de alguna amiga de ella, no, eran dos chicas y un chico, de mi edad al parecer, y me miraban sorprendidos mientras me embuchaba una galletita. No recuerdo el nombre de las chicas, pero si el de Lau, que es el único que sigue acá, a pesar de todo. Él no tiene apellido, me dice que lo perdió, hace mucho tiempo, y que su nombre tampoco es el real, es el que él se eligió, porque solo uno se siente su nombre, porque solo uno logra saber quién es. Las chicas dejaron de verme a los 7, si mal no me acuerdo, un día hablamos de los lugares a los que nos gustaría ir y al otro parece que ellas lo habían hecho realidad... realidad, que palabra tan confusa. Lau seguía ahí, siempre, y me acompañaba la mayoría del tiempo, algunas veces no venía por semanas, y no tenía como llamarlo encima.
El abría la puerta, entraba, en silencio, y hablábamos por horas; algunas veces se dormía sentado en una silla, en el comedor, otras (cuando ya nos conocíamos mas) dormía en la punta de la cama, hace poco empezamos a dormir juntos, debe ser raro visto desde afuera, una cama de media plaza con una chica casi pegada a la pared. Igual no viene todos los días, los que no está, aprovecho para dormir de la manera más cómoda que existe, desnuda.
Tendrían que haberme visto, las primeras veces, hablando en voz alta y hasta gritando, y mucho más cuando me regalaron una casita de madera en el fondo de la casa, teníamos mucho tiempo para hablar, pero con el paso del tiempo se fue poniendo raro. Las chicas se fueron y él se quedó, y me incomodaba que me vean hablarle, que me vean hablarme.
Todo era un secreto implícito, sin acuerdo previo, a él nunca le molestó. Crecimos juntos, nos conocemos de cabo a rabo, se de sus miedos y su historia, y el de mi historia, porque de miedos aún no sabemos cuál es el mío; es uno de los temas más usuales entre los dos. Cuando era chiquito, usaba siempre jeans rotos y camisas a cuadrillé, ahora también los usa, aunque varían de color y estos si están sanos. A veces viene con una campera negra, o una de jean; los buzos siempre le quedan holgados y las remeras muy sueltas. El verano pasado vino sin camisa, pasó de ser un flaco escuálido a hacer ejercicio.
—Las únicas rutinas saludables son las del gimnasio— me decía.
Y volvíamos a hablar sobre nuestras rutinas aburridas, aunque ahora cambié la mía, creo que ahora hasta cambie mi vida.
Malas decisiones
Nos peleamos, a veces, pero siempre vuelve; porque a diferencia de mí, él sabe dónde vivo.
—Sé a dónde regresas, sé a dónde regresas porque uno siempre vuelve donde se es feliz, sé a dónde regresas porque es tu "casa", y por eso vos no sabes donde es mi casa, porque yo solo tengo hogar, y tu casa se parece mucho a mi hogar, acá soy feliz— me decía, y yo me reía porque tenía razón —acá vendrías a morir.
Nos peleamos, a veces, porque le pido que se vaya, porque me siento idiota hablando con él, y él se siente impotente a veces hablando conmigo; nunca nos podemos acercar, solo se siente, pero no es tangible.
—Vos podes ver el aura de las personas, y lo sabes, vos ves el color y la forma, algunos son oscuros, otros son algo brillantes... y creo que lo que vos esperas es que llegue una que encandile, como la tuya— decía y DIOS, qué razón tenía.
Si me habrá odiado cuando me enamobsecioné de un chico con aura vaporosa y fría, como si alrededor de él hubieran encendido la máquina de hielo seco, de esas que se usan en el teatro. Era un infeliz convertido en moralista; dirigido por la razón y la realidad, sin nada de sentimientos lindos y con una admirable capacidad para la mentira y la manipulación; lo peor es que el me avisó, "soy una mierda de persona, te puedo hacer mal", pero DIOS, si me habré perdido en esos ojos negros de mierda, esa piel suave de mierda y esa sonrisa brillante de mierda. El chico en cuestión era bastante atractivo, lindo cuerpo, linda sonrisa, acné, siempre aroma a menta por los chicles que masticaba TODO EL DIA; TODO EL TIEMPO, y me decía, y a veces me demostraba que me quería, ¿Que más podía pedir? Estaba en un momento muy feo de mi vida, y necesitaba a alguien, y no sé por qué confié en él y confié mucho, y confié mal; pero bueno, dieciséis años y la primera vez que sentía que quería mucho a alguien de verdad. Él iba a tener 18 en diciembre, yo cumplí los 16 en junio, pero nunca llegamos tan lejos. Estuve mucho tiempo tras de el, y otros 3 meses de novios; hasta que me dejó en un estado de Whatsapp (apuesto a que nunca te pasó).
Y Lauti... Si se me habrá reído en la cara, y se rio como él se reía de mí; él se reía cuando sufría, cuando me hacía sufrir. Si me hubiera dado cuenta en ese momento que tan solo era un pelotudo que creía que tenía el poder de hacerme sentir, si me hubiera dado cuenta que tan solo era una pelotuda que se había comprado el "me haces tan feliz", sin saber que con eso consumiría el "me hiciste tan mal".
Lau se rio de mí:
—Callate Lautaro, por favor— rogaba. Y él me contestaba:
—¿No me enseñaste vos que de las cosas malas hay que reírse, Fiore?
—Sí, pero esta risa no calma, esta risa no me cura, esta risa me está doliendo, me duele una risa en todo el pecho, siento nada en el pecho, necesito ayuda— le contestaba entre sollozos.
—Te diría que la pidas, pero la mano extendida la tenés, y la tenés siempre— mientras que me lo decía me clavaba la mirada, y por dentro pensaba, que transparentes eran sus ojos .
—Acepta la ayuda Fiore, dejate ayudar—y yo no entendía.
—Lauti, yo acepte su ayuda, yo quería que me ayude, y no me ayudó, ¿cómo querés que me recupere de eso? Al lado de él sentía que podía todo, que podía tener todo, me estaban pasando miles de cosas de mierda y él estaba ahí.
—¿Estaba, Fio? ¿De verdad estaba? —preguntaba con la cabeza de lado y entrecerrando un ojo —Vos no te dejaste ayudar, vos te dejaste caer en unos brazos desconocidos en busca de una excusa para morirte, y el flaco a la primera que se le cansaron los brazos te soltó, dejo que te des la cabeza contra el piso y te levantó, y cuando vio que a vos te dolía pero no decías nada lo volvió a hacer, y una, y otra y otra vez. Cuando él estaba bien, vos estabas bien, cuando a él se le chiflaba el moño con el "ay creo que me aburrí de vos, pero no te vayas, pero quedate, pero te quiero, pero no, pero si" —imitaba— vos te ponías realmente mal, y yo lo sé, y vos lo sabes más que yo, vos lo sentías.
Y cuánta razón tenía.
Pero él es otra historia, el ES historia. Lo que importa acá soy yo, y ahora lo sé. Pero bueno, uno tiene que explicar cómo empezó todo antes de ir de lleno a como esta todo ahora; no vaya a ser cosa que digamos que Nagasaki está destruida sin explicar que la destruyo una bomba nuclear, y obviamente como fue que una bomba nuclear cayo ahí, porque si algo aprendí, es que las mejores cosas surgen de una catástrofe.
Catástrofe:
— ¿El mundo es real?
— ¿Eh?
- Que si el mundo, todo esto, es real, ¿qué hacemos acá? ¿Cómo puede ser que estemos tan seguro de todo?- decía, mientras se sentaba en la cama- Vos y yo, estamos acá, sentados, hablando, ¿cómo puede ser? Vos sabes que yo...
-Ya se. No hace falta que lo aclares –interrumpí.
-¿Y entonces? Todo esto puede ser una realidad virtual...
Y así empezábamos, como siempre, a filosofar sobre complicadísimos temas. Parecíamos Sócrates implementando su famosa mayéutica a sus discípulos (la mayéutica era un método que consistía en realizar preguntas a una persona hasta que ésta descubra conceptos que estaban latentes u ocultos en su mente... en síntesis, preguntarte cosas hasta que ni vos sepas que sabes).
-Fiore...
-¿Si? Lau..
-¿Yo soy real para vos?
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Sobrevivir, donde cualquier semejanza con la realidad NO ES pura coincidencia
Ficção AdolescentePartes sueltas de un libro en proceso.. Todos los derechos reservados.