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― Diego Ortega es algo caprichoso y engreído.

¿Por qué alguien hablaría así del hijo de su jefe?  Era algo que le comía la cabeza hace varios días, no tuvo tiempo de pensarlo, la puerta se abrió de par en par dejando ver algo que lo dejó medio descolocado, un joven de estatura promedio se hacia presente. Ojos verdes tan radiantes que se sintió cegado el mayor, vestía un crop top negro con unos jeans algo ajustados y unas converse blancas, pero todo esos detalles se quedaban cortos con la sonrisa que castigaba el lugar. Pronto lo notó, nadie lo veía de la forma que él había visto al chico, las caras de desagrado estaban muy presentes.

― ¡Hijo mío! ―La potente voz de Ubaldo resonó en el lugar, Mateo solo puedo observar todo sin perder detalle. ¿Aquel era de quien debía temer?

― ¡Papá! ― Ambos se unieron en un abrazo un poco asfixiante pensó el muchacho pero no quiso indagar más pero cuando estaba apunto de irse sintió que algo lo tomará del brazo.

― Symanski, que bueno verte. Hay alguien que quiero presentarte. ― El joven asintió, se paró derecho y examinó al pequeño chico que lo retaba con la mirada. ― El es mi hijo, Diego Ortega y quiero que lo trates como lo que es.

― No tendrá queja de mi señor Ortega. ― Dijo con firmeza, pronto alzo su mano ubicándose frente a Diego. ― Un gusto.

― El gusto es mío, Mati.

Capricho || MatiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora