s i e t e ;

577 53 9
                                    

Debemos estar unidos.

― Él ha estado cuidando de ti. Pero ahora necesitas descansar, Diego vendrá luego a verte.  ― Aún con una expresión de confusión el joven se recosto y miro hacia otro lado, pronto el doctor y Diego ya se encontraban saliendo del cuarto.

― ¡¿Qué acaba de pasar?! ― Pregunto desesperado, todo el pasillo lo miro de mala manera lo que hizo al chico encorvarse avergonzado.

―  No pensé que seria así de grave, pero presenta una amnesia. Es muy pronto para darte tantos detalles, voy a mandarlo para unos estudios en neurología. ― Diego se quedo mirando a la puerta de la habitación, esta incrédulo ¿Debería agradecerle a la vida o que?

― Gracias Morales, veré como puedo contactar a su hermana.

― Es lo más conveniente, se que es difícil perder a tu pareja. ― Pronto las mejillas del chico tomaron color y solo le dedico una sonrisa cargada de nerviosismo. 

― Tengo trabajo que hacer, nos vemos después Ortega.

― ¡Hasta luego!

[...]

Olegario junto a su abogado, el licenciado Pérez estaban frente a Elsa Reynoso quien lucia desganada, con aquellos ojos azules oscurecidos por su mirada tan gacha.

― Ojos pizpiretos. ― Aquel hombre la miraba lleno de amor y sujetaba con fuerza.

― Dime que van a sacarme de aquí, tu sabes que soy inocente.

― Claro que lo sé, pero no es tan fácil.

― Señora Reynoso, el caso se complico. Un hombre llamado Carlos Serrano fue detenido anoche intentando escapar de la ciudad, portaba un arma además de unos planos con todo los movimientos de Cuauhtémoc López. ― La mujer abrió sorprendida sus ojos.

― ¡Ahí están las pruebas! ― Dijo Olegario esperanzado.

― Déjenme continuar, en la gabardina negra suya hallaron cabello suyo Elsa y el teléfono de aquel hombre tiene llamadas entrantes hacia usted.

― Esto es una trampa, les juro que soy inocente. ― Hablo desesperada, su voz en un hilo la hacían lucir tan vulnerable.

― Estamos trabajando como podemos y conforme nos acercamos a la verdad vamos a probar su inocencia.

[...]

Ubaldo estaba en su oficina almorzando junto una pelirroja, de vestido negro bastante luminoso y unos enormes tacos, tenía un maquillaje bastante exagerado. Ambos comían mientras reían a carcajadas. Pronto el celular de aquel hombre comenzó a sonar, ambos se perturbaron.

"Diego" leyo el hombre en la pantalla, suspiro y termino por atender.

― Hola papá. ― Dijo en un tono bastante calmado para aquel hombre que solo suspiro mientras blanqueaba los ojos.

― ¿Qué paso campeón?

― ¿Podría acceder a los datos de Mateo?

― ¿Por qué harías eso? ― La mandíbula de Ortega se apretó acabando con el tono amenazante que estaba apunto de salir.

― Esta en el hospital, necesitan contactar con su familia.

― ¿Cómo terminaste enredado con uno de mis peones?

― Pura casualidad. ― Mintió Diego.

― Dame unos minutos y te lo envío por correo.

― ¡Gracias papá! ― Pronto corto el celular y suspiro con pesadez.

Mientras del otro lado Ubaldo estaba sacado en ira, con su puño termino golpeando la mesa.

― Déjame solo Sara.

― Pero amor...

― ¡Vete! ― Grito lanzando un vaso contra la puerta, la mujer solo termino por huir de aquel lugar. ― ¡¿Cómo se atreven a tocar a Symanski?! ― Aquel hombre estaba harto, sumido por la ira tomo su teléfono y atino a mandar un mensaje de voz a un número sin agendar. ― Escuchame bien Galván, necesito que le hagas una visita a Mateo Symanski maldita rata.

[...]

Su cabellera rubia bailaba conforme a sus pasos apresurados, cuando llego al lado de terapia pudo ver como apenas salía Aristóteles con una melancólica sonrisa.

― Pensé que te habías ido.

― Temo es lo más importante en mi vida.

― Lo sé.

― Gracias por cuidarlo y hacerlo feliz.

― Gracias a ti por animarme a amarlo. ― Comento mientras le ponía una mano en el hombro, ambos se miraron por unos segundos y sonrieron de manera genuina. Pronto Diego se hallaba completamente vestido ingresando al cuarto donde vio a su amigo conectado, con sus ojos  cerrados cuidando un par de lágrimas que nunca pudieron escapar, estaba pálido y con una respiración tan calma, le rompía el corazón verlo de aquella manera.

― Hola Temonchas, perdón no venir antes estaba resolviendo un asunto. ― Murmuro tomando su mano. ― ¿Puedes creer lo bien que me queda esto? Podría ser un sexy cirujano. ― Dijo soltando una risa, estaba tan nervioso hablando, no supo si era el estrés acumulado pero entre aquella estruendosa risa se colaron sus lágrimas que desbordan de sus cuencas. ― Solo llevas una semana Temo, hay tanto por conocer, prometo que apenas salgas de aquí te pagaré un tour por toda Ciudad de México, solo quiero verte sonreír amigo.

Con delicadeza acaricio la mano que tenía entre las suyas y la besó, después la llevo a su rostro y simulo una caricia.

― Necesito que despiertes y me regañes por ser un idiota.

Permaneció unos minutos más antes de que la enfermera viniera a chequear de forma rutinaria al joven Cuauhtémoc.

― ¿Donde estabas? ― Carlota se sumo al sillón donde se hallaba sentado el joven Ortega.

― Te desapareciste un buen. ― Se agrego Aristóteles tomando lugar a su lado también, pronto el rubio se sintió queso entre dos panes.  

― Ay chicos, ustedes saben que amo el chisme. ― Dijo mirando sus manos con desinterés, pero por dentro pensaba si seria lo correcto comentarle a sus amigos lo que estuvo haciendo desde anoche. ― Bueno, salí en busca de algo que ver. Obvio no encontré nada, es solo un hospital.

― ¿Y que esperabas Drácula? ― Aristóteles sonrío animado por primera vez.

― No lo sé, esperaba ver médicos fabricando cerebros chance y te compramos uno. ― Solto en risas mal disimuladas, los tres rieron. Ahora podían reír con más tranquilidad mientras estaban a la espera del despertar de Temo. 

― te desapareciste toda la noche para andar mirando salas. No es muy típico de ti.

― Tampoco es típico de ti morder almohadas pero al parecer lo haces más seguido. ― Comento con burla mientras las mejillas de Aristóteles se  volvían de un tono carmesí.

― Ya, ya dejen de pelear. ― Lota se puso en medio de los dos ahora y dedico una sincera sonrisa para ambos chicos. Mientras tenían un lindo Diego se dedicó totalmente a mirar una y otra vez su teléfono esperando a su padre con noticias de esa tal Annya.  

Capricho || MatiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora