c u a t r o ;

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Ubaldo Ortega es un villano de película.

Una semana más tarde desde que comenzaron los problemas en la vida de Diego y Mateo fue que hubo una reunión en las oficina de Ubaldo. Soledad y Diego estaban junto a él de pie, mientras todos los empleados estaban atentos a las palabras de aquel hombre que apenas había tomado el poder.

― Bueno, como saben ahora somos una enorme familia. ― Todos aplaudieron con júbilo.― Y es por eso que vamos a dejar en claro que todos ustedes siempre estarán a mi sombra. Sus miserables vidas ahora me pertenecen y no doy lugar a que nadie me traicione. ― Su tono de voz era como una orden, todos temblaron con el vibrar de la voz de aquel hombre. Pronto saltaron cuando su puño dio contra la mesa. ― ¿Entendieron inútiles?

― Si señor. ― Hablaron en conjunto todos menos Mateo quien lo miro por unos segundos.

― Vayan a trabajar ahora bola de inútiles. ― Todos siguieron sus ordenes y se fueron casi despavoridos. ― Symanski, quedate.

Cuando todos se fueron solo quedaron la familia Ortega y el joven judío.

― ¿Y ustedes que? Dije que se vayan. ― Hablo frustrado mientras Soledad asentía con rapidez y se llevaba por los hombros a Diego.

― No entiendo que hace un peón como yo aquí.

― Eres leal Symanski. Me sorprende, eres como todos, tu quieres poder y no temes a humillarte ante mi. ― Ubaldo coloco su mano en el hombro del muchacho. ― Eres como un hijo para mí. ― Eso dejo descolocado al chico que prefiero no inmutarse, no sabia como reaccionar.

― No entiendo, ¿Qué quiere de mi?

― ¿Qué más podría querer alguien como yo? Lo tengo todo.

― No me gusta a donde va esto.

― ¿Por qué?

― Una persona de su porte solo necesita alguien que se ensucie las manos por usted.

― Ya nos estamos entendiendo Mateo.

― No, no lo haré.

― Es tu decisión, solo te diré que Anya nos podría ser útil aquí.

― No le permito siquiera acercarse a mi hermana.

― Tu decides Symanski, te estoy dando poder, te estoy poniendo al mismo nivel que mi hijo. ― Mateo desvio la mirada sintiéndose impotente. ― Podrás ponerlo en su lugar, te estoy dando un poco de mi luz.

― Señor Ubaldo...

[...]

Soledad tomaba un té en la sala junto su hijo quien no despegaba la mirada de su celular.

― Te ves pensativo mi niño.

― ¿Por qué tenemos que ser marionetas de papá?

― ¿De que hablas mi amor? ― La mujer sonrío nerviosa, su hijo lo noto en el temblor de sus manos.

― ¿A veces no te cansas de vivir con miedo?

― Claro que si.

― Vámonos lejos.

― Me voy a mi cuarto Diego. Me saludas a tus amigos.

Diego se quedo observando a la nada cuando una llamada lo hizo fijar su vista en el teléfono era Carlota.

― ¡Lota!

― Diego, ven rápido a la privada. ― Su voz sonaba entrecortada y podía escuchar su respiración acelerada.

― ¿Qué sucedió? ― Preguntó confundido.

― Es Temo, le acaban de disparar. ― El teléfono se le cayó de sus manos al igual que las lágrimas descendían por el pálido rostro del joven de ojos verdes.

Tú eres mi familia Diego. Pero ya no fue corresponder a tus sentimientos, yo amo a Aristóteles.

― Lo sé, y aunque me cueste voy a superar todo lo que siento por ti.

―  Siempre vamos a ser almas gemelas Diego.

― Y siempre te voy a amar como tal.

Diego corría hacia el hospital como si su vida dependiera de ello, sentía que le faltaba el aire y hasta juro que iba a caer en cualquier momento, corrió hacia la recepción y vio a sus amigos, Carlota abrazaba a un Aristóteles cubierto de sangre quien lloraba desconsoladamente. Cuando el rubio se acerco las miradas del rizado y él se cruzaron, pronto Aris abrazo con toda su fuerza a Diego sacándole del trance.

― ¿Qué pasó? ― Dijo en un hilo de voz.

― Fue un atentado. ― Sentencio Carlota mirando hacia emergencias. ― Se robaron las estrategias de campaña de mi madre.

― ¡Quien haría eso Carlota! ― Gimio Aristóteles mientras jugaba con su anillo bastante ansioso.

― Alguien preocupado por su triunfo. ― Los cabos se ataron en la cabeza de Diego quien retrocedía sorprendido.

― Espero que no estes insinuando cosas ridículas Lota, papá no es un asesino.

― ¡Abre los ojos Diego! Él mando a matar a Temo ¿Quién más podría ver como amenaza a la maestra Elsa? ― Aristóteles no cabía en una ira que lo consumía de pensar que alguien tan importante para su novio fuera capaz de tanto.

― No estas pensando claramente Ari.

― Claro que si, llevamos una semana en la Ciudad de México  ¡Una maldita semana Diego! ― El más alto lo tomo por el cuello de la camisa cegado por la ansiedad. ― Te prometo que si algo le pasa a mi Tahi, yo no respondo.  ― Dijo en un tono más agresivo para después soltarlo haciendo al chico tambalear.

― Chicos, por favor. ― La chica se puso en medio y miro a los dos. ― La prioridad es Temo.

― Tienes razón, mi novio me necesita. ―El chico tomo la mano de Carlota y lo dejo completamente solo en aquel lugar.

¿Qué insinuaba? Su padre no era una mala persona, era un poco exigente solo eso. A demás, él jamás podría ensuciar sus manos menos cuando tanto le costó conseguir llegar al poder.

"Se habla de un atentado para redirigir la vista en nuestro actual jefe de gobierno, se cree como principal sospechosa a Elsa Reynoso como autora intelectual de una conspiración contra el gobernante actual." ― Los medios si que podían ser duros, y todo le parecía descabellado. Por un momento se puso en el lugar de Carlota, primero el suicidio de su hermano y ahora ver como arrastraban a la perdición a su madre en televisión nacional.

― Doctor Chávez a quirófano, doctor Chávez a quirófano. ― La voz a través de los parlantes lo mantenía conectado a la realidad, sentía sus manos sudando pero debía ser fuerte, necesitaba ser fuerte para Temo porque había prometido estar para apoyarlo a el y Aris frente a toda adversidad. Camino firme donde estaban sus amigos, estaban rotos.

¿Cómo cambia la vida en una semana?

Aristóteles lo miro durante unos segundos pronto ambos se fundieron en un abrazo, Carlota los observaba con una pequeña sonrisa, necesitaban estar unidos.

― Vamos a descubrir juntos que pasó.

¿Quién pudo realizar tal atentado? 

Capricho || MatiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora